El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 30 de junio de 2013

The Holiday (Vacaciones)



Dirección: Nancy Meyers.
Guión: Nancy Meyers.
Música: Hans Zimmer.
Fotografía: Dean Cundey.
Reparto: Cameron Diaz, Kate Winslet, Jude Law, Jack Black, Eli Wallach, Rufus Sewell, Edward Burns, John Krasinski, Shannyn Sossamon, Miffy Englefield, Emma Pritchard, Sarah Parish, Alex O'Loughlin, Odette Yustman, James Franco, Lindsay Lohan, Dustin Hoffman.

Amanda Woods (Cameron Diaz) e Iris Simpkins (Kate Winslet) están pasando una mala racha sentimental, una en California, la otra en Londres. Buscando ambas cambiar de aires para poner sus ideas en orden, deciden intercambiar sus casas por Navidad.

The Holiday (Vacaciones) (2006) me dejó una sensación agrudulce. Por un lado tiene muchas cosas buenas que la podrían haber convertido en una comedia notable. Pero por otro lado hay también evidentes fallos que te dejan un tanto desencatado.

Para empezar, el film contiene la novedad de que no nos ofrece una típica historia de amor, sino dos. Así que a los románticos empedernidos les seducirá este dos por uno. Pero el regalo lleva en sí también su penitencia, y es que para contarnos las dos historias necesariamente Nancy Meyers debe alargar la película bastante más de lo que debería hacerlo si se tratase de una sóla historia de amor. Sin embargo, a pesar que la duración puede parecer un tanto excesiva para lo que en realidad tiene que contarnos la directora, The Holiday transcurre con bastante buen ritmo y agilidad, lo que impide que nos entre el sueño a mitad de la cinta. Y ello es así porque las dos historias, la de Amanda en Inglaterra y la de Iris en Estados Unidos, se van alternando con una perfecta sincronización, además de contar la película con unas transiciones entre ambas realmente buenas. También, y aquí tenemos el otros gran acierto de Meyers, The Holiday puede presumir de unos diálogos muy por encima de lo que viene siendo habitual en las comedias contemporáneas.

En cuanto a las dos historias en sí, la verdad es que la de Iris gana por goleada a la de Amanda. Y lo hace porque es mucho más rica en situaciones y porque el personaje de Iris también resulta mucho más creíble. Pero además, cuenta con la presencia de Arthur Abbot, el guionista retirado encarnado por un admirable Eli Wallach. Y si bien es cierto que Meyers no logra sacarle todo su jugo al personaje, su presencia es muy enriquecedora y aporta un soplo de aire puro a la estancia de Iris en California.

Y enlazando con este detalle del personaje de Abbot, la verdad es que el tratamiento de los personajes es uno de los puntos débiles de la película. Y es que si de algo peca The Holiday es de banalidad. Las dos historias están demasiado vistas, los personajes se quedan un tanto en lo evidente y superficial, las situaciones son a menudo demasiado inverosímiles, tal vez por no querer alargar más aún el metraje. En definitiva, la historia que se cuenta es demasiado previsible y todo resulta tan perfecto que no encaja. En todo film romántico suele haber un conflicto que distancia a los protagonistas para, una vez superado, reunirlos en el final feliz. Aquí el único conflicto es la distancia en el caso de Amanda y Graham (Jude Law) y en ningún momento el guión logra que nos lo tomemos en serio. Y en la historia de Iris todo se resuelve de una manera un tanto precipitada.

Nancy Meyers intenta arropar las dos historias principales con algún aderezo que les de vida, porque son situaciones demasiado evidentes que por sí mismas no aguantarían mucho. De ahí la presencia del personaje de Abbot, que funciona bastante bien, y la de las hijas de Graham, episodio que tampoco desentona. Pero en ambos casos Meyers carga un poco las tintas en plan sensiblero y casi, casi se le va la mano. Afortunadamente, no se deja llevar por la lagrimita fácil, lo cuál se agradece.

En cuanto al reparto, la verdad es que Cameron Díaz arranca de un modo demasiado exagerado. La idea que tiene esta actriz de la comedia recuerda demasiado al estilo más chabacano de un Jim Carrey, por ejemplo. Afortunadamente, en la parte romántica se recompone y gracias a su atractivo personal logra resultar mucho más convincente. Kate Winslet me resultó mucho más natural y mucho más creible. Es una actriz que se impone con naturalidad. Del lado masculino, tanto Jude Law como Jack Black resultan correctos en todo momento. Ni se lucen ni desentonan. Pero es Eli Wallach el que sigue dando muestras de su talento. Da gusto verlo subir las escaleras. Y no me olvido del cameo de Dustin Hoffman a raíz de mencionarse El graduado (Mike Nichols, 1967). Y es que uno de los pequeños alicientes de The Holiday son las alusiones a films míticos de Hollywood, como si Meyers se quisiera mirar en ese espejo.

En definitiva, una comedia que funciona correctamente, a pesar de la banalidad de las historias principales, demasiado previsibles y a veces demasiado forzadas, gracias a una buena dirección, unos diálogos bastante cuidados y algunos aderezos secundarios muy bien trabajados. No decepciona, pero tampoco entusiasma.

viernes, 28 de junio de 2013

Juego de lágrimas



Dirección: Neil Jordan.
Guión: Neil Jordan.
Música: Anne Dudley.
Fotografía: Ian Wilson.
Reparto: Stephen Rea, Forest Whitaker, Jaye Davidson, Miranda Richardson, Adrian Dunbar, Jim Broadbent, Tony Slattery, Birdie Sweeney.

Jody (Forest Whitaker), un soldado británico destinado en Irlanda del Norte, es secuestrado por el IRA para intentar forzar a un intercambio de prisioneros. Durante su cautiverio, Jody entabla amistad con Fergus (Stephen Rea), su carcelero.

Juego de lágrimas (1992) es, cuando menos, un film sorprendente. Lo más normal es que cuando termines de verlo te sientas un tanto confuso. ¿Has visto un film original, transgresor y novedoso o sencillamente una extraña mezcla de géneros que no sabes bien cómo valorar? Quizá lo mejor que se pueda decir de Juego de lágrimas (título tomado prestado de una canción de Dave Berry) es que no te deja indiferente. ¿Pero ello quiere decir que estemos ante una buena película?, ¿justifica que se llevara el Oscar al mejor guión original derrotando a Sin perdón (Clint Eastwood)?

El film tiene dos partes claramente diferenciadas. En la primera, asistimos al secuestro de Jody. Estamos ante un film más o menos político, pues más que abordar el tema de la lucha armada en Irlanda del Norte, Neil Jordan se centra en la amistad que surge entre Jody y uno de sus secuestradores, Fergus. Lo cierto es que me costó un poco dar crédito a esa amistad. Tanto el comportamiento de Fergus, pasivo, complaciente y contraviniendo cualquier norma sobre secuestros y sentido común, como el de Jody, en muchos momentos del secuestro más tranquilo que si estuviera en un balneario, resultan del todo atípicos. Sin embargo, la historia se sostiene por dos motivos: unos buenos diálogos que hacen que nos olvidemos un poco de lo anómalo de la relación entre ambos personajes y que Neil Jordan le da la justa duración, sin intentar alargarla artificialmente. Otra cosa es la manera un tanto abrupta en que se desarrolla el desenlace, que deja un tanto la sensación de que durante el montaje hubo alguien que se pasó con las tijeras.

Con el final del secuestro pasamos a la segunda parte de la historia. Y es entonces cuando el film da un giro total y nos adentramos en un terreno bastante extraño. Porque de una historia política pasamos de pronto a una especie de episodio romántico cuando Fergus conoce a Dil (Jaye Davidson), la novia de Jody, quién le había pedido a Fergus que la fuera a visitar. Pero Neil Jordan no quiere una histora de amor convencional. Así que nos sumerge en un extraño universo poblado por chulos, camareros confidentes y mujeres que no lo son. Un universo que podría haber firmado el mismísimo Almodovar. No sabría decir si es la parte más floja de la película, porque de nuevo vuelve a parecer una historia un tanto increible, pero es verdad que contiene algunos momentos interesantes, pasajes cargados de un humor curioso y algunos buenos diálogos,  si bien creo que se retuerce demasiado la situación y termina siendo un tanto repetitiva y por momentos resulta casi una parodia. Si en la parte del secuestro Jordan supo terminar a timpo, aquí pienso que pecó de lo contrario.

Cuando Neil Jordan parece cansarse ya de tantos encuentros nocturnos y tantas copas, decide volver al tema político con la reaparición del IRA para abordar el desenlace. Sin embargo, esta parte tiene más de thriller que otra cosa, con la amenaza que pende sobre las vidas de Fergus y Dil. El desenlace no está mal resuelto, si bien Jordan parece incapaz de afrontarlo de un modo ortodoxo y de nuevo recurre a escenas extrañas que mezclan conceptos de sadomasoquismo y amor fou con otros más trillados de violencia.

En cuanto al trabajo de los actores, en líneas generales es correcto. Stephen Rea tiene momentos buenos junto a otros en que lo veo bastante inexpresivo, con lo que no se bien a qué carta quedarme. Jaye Davidson destaca especialmente por lo complejo de su personaje. Me gustó bastante su trabajo, pero se ve lastrado por un doblaje al español malísimo. En cuanto a Forest Whitaker, su papel es más bien breve, pero de nuevo hace un gran trabajo. Y quién me sorprendió gratamente fue Miranda Richardson encarnado magistralmente a Jude, la terrorista despiadada y algo sádica.

La verdad es que Juego de lágrimas fue una de las sorpresas de 1992. Con un presupuesto limitado, la película consiguió muy buenas recaudaciones apoyada por las seis nominaciones que cosechó, llevándose finalmente, como decíamos, el premio al mejor guión original. Además, la película se llevó el premio al mejor film británico en los premios BAFTA (Premios de la Academia Británica de Cine y Televisión).

miércoles, 26 de junio de 2013

Atrápame si puedes



Dirección: Steven Spielberg.
Guión: Jeff Nathanson (Libro: Frank W. Abagnale & Stan Redding).
Música: John Williams.
Fotografía: Janusz Kaminski.
Reparto: Leonardo DiCaprio, Tom Hanks, Christopher Walken, Amy Adams, Nathalie Baye, Martin Sheen, Jennifer Garner, Brian Howe, Frank John Hughes, James Brolin, Elizabeth Banks, Chris Ellis, Ellen Pompeo.

Años sesenta. Cuando el padre del joven Frank W. Abagnale (Leonardo DiCaprio) se arruina a raíz de una investigación del fisco y su esposa decide divorciarse de él, Frank se obsesiona con devolverle el dinero perdido a su padre. Su ilusión es lograr que vuelvan a ser felices juntos de nuevo como una familia. Y para lograrlo, Frank se lanza a conseguir dinero de la manera en que mejor sabe hacerlo: falsificando cheques.

Sin lugar a dudas, Steven Spielberg en uno de los directores más importantes del cine actual. No voy a decir que sea un genio ni que todo lo que ha hecho sea memorable. Pero denle una buena historia y hará una buena película. Su sentido del ritmo, su naturalidad para contar historias están fuera de toda duda. Y en Atrápame si puedes lo demuestra una vez más.

No sé que habría salido de esta historia en manos de cualquier otro director. Pero no me imagino un resultado tan bueno como el que ha logrado Spielberg. Y cuidado, Atrápame si puedes no creo que sea un gran film, no alcanza la excelencia ni mucho menos; pero sí que es una bonita historia, muy bien contada, y con algunos instantes realmente logrados donde se nota brillar con especial nitidez la mano y el talento de un director que para mí ya demostró todo lo que tenía que demostrar en La lista de Schindler (1993).

Una de las claves de que la historia que se nos cuenta en Atrápame si puedes funcione tan bien como lo hace es el enfoque humano que da el director al film. Desde el primer instante, Spielberg se adentra en el personaje de Frank y nos muestra sus sentimientos, lo que le impulsa a actuar cómo lo hace, sus miedos y la importancia de la familia. De esta manera consigue que nos pongamos de parte de Frank, encantador a pesar de ser un delincuente. Pero tampoco llegamos a detestar al personaje de Carl Hanratty (Tom Hanks), porque Spilberg se decanta por la baza de la complicidad del espectador también hacia Carl. Es un hombre que cumple con su deber, pero que termina apreciando a Frank y no duda en ayudarle a cambiar de vida. De ahí que el final de la película nos deje una agradable sensación de felicidad, con la amistad entre ambos y la vuelta al buen camino de Frank.

Otro de los méritos de Spielberg es cómo ha sabido aunar perfectamente los momentos ligeros, de comedia, con los instantes más dramáticos, de manera que el film fluye de un modo natural entre escenas que nos sacan una sonrisa y otras en las que sentimos el peso de los acontecimientos. Un ritmo perfecto que hace que la película, un tanto larga, se vea con relativa facilidad y sin sensación de cansancio, si bien algo menos de metraje creo que le sentaría bien.

Perfecta también la puesta en escena, con una cuidadosa y brillante recreación de los años sesenta enfantizada además por una preciosista fotografía a cargo de Janusz Kaminski.

En cuanto al reparto, la verdad es que me llevé una grata sorpresa con Leonardo DiCaprio. No sólo es creíble en su papel de adolescente, sino que hace un trabajo impecable, lleno de encanto, como se supone a su personaje, pero también sabiendo cambiar a un registro dramático con total credibilidad cuando la situación lo requiere. De Tom Hanks no creo que haya mucho que decir a estas alturas. Es un hombre que ha ido creciendo con el paso de los años hasta convertirse en un muy buen actor, haga el papel que haga. Pero también debemos mencionar el gran trabajo de Christopher Walken en el papel del padre de Frank y su mentor en pequeñas artimañas y engaños. Y no sería justo olvidarnos de Amy Adams en el papel de Brenda, la joven enfermera con quién se compromete Frank. Su papel tenía ciertos peligros que Amy sortea con talento y hace que su personaje sea muy entrañable.

Basada en una historia real, Atrápame como puedas viene a demostrarnos una vez más, por si hubiera alguna duda, de la gran capacidad de Steven Spielberg para contar historias. Sean sencillas o complicadas, el director tiene el don de narrar con soltura y con hondura. A veces se le puede achacar que se pase un poco, pero no es éste el caso: una historia sencilla contada con buen gusto y naturalidad.

martes, 25 de junio de 2013

Objetivo: Birmania



Dirección: Raoul Walsh.
Guión: Ranald MacDougall, Lester Cole, Alvah Bessie.
Música: Franz Waxman.
Fotografía: James Wong Howe (B&W).
Reparto: Errol Flynn, James Brown, William Prince, George Tobias, Warner Anderson, Henry Hull, John Alvin, Mark Stevens.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el capitán Nelson y sus hombres son lanzados en paracaídas en la selva de Birmania con la misión de destruir una estación de radar japonesa. Una vez cumplida la misión, los problemas surgirán cuando no puedan regresar a su base por la presión de las fuerzas japonesas de la zona.

Objetivo: Birmania (1945) es uno de los títulos míticos del cine bélico. La verdad es que, vista hoy en día, el film conserva mucha de su fuerza original, pero también es cierto que el paso de los años le ha dejado algunas huellas que no le sientan del todo bien.

Para entenderla en su justa medida, hemos de recordar que el film data de 1945 y la guerra aún no había terminado. Ello explica el enfoque claramente propagandístico del film, así como la exaltación sin reparos del valor, la camaradería y la abnegación de los soldados norteamericanos. En contrapartida, los japoneses son presentados sin pudor como salvajes crueles a los que habría que exterminar de la faz de la tierra. Si bien es, en cierto modo, comprensible esa visión en 1945, lo cierto es que en la actualidad esa propaganda chirría un poco. No todo lo que hicieron los norteamericanos durante aquella guerra estuvo bien (véase por ejemplo el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki).

Pero estamos ante una cinta con un claro sentido propagandístico y ello impregna el film de arriba a abajo. Los soldados pueden tener miedo, pero se reponen cuando llega el momento. Pueden pasar penurias y llegar a sentirse abandonados, pero son leales a sus jefes que, además, son los primeros en dar ejemplo de abnegación y renuncia.

Definitivamente, Raoul Walsh parecía sentirse bien en este tipo de películas, pues recordemos que también le debemos Murieron con las botas puestas (1941), otra película claramente propagandística y donde cuenta también con la presencia de errol Flynn.

Si dejamos de lado este tufillo patriotero, la verdad es que Objetivo: Birmania es un film bastante interesante. La base de la historia es cómo Raoul Walsh logra mantener la tensión sobre la suerte de los soldados americanos a lo largo de toda la película. Y ello no es del todo fácil teniendo en cuenta que el film dura nada menos que ciento cuarenta y dos minutos y que las escenas de lucha son más bien escasas para tratarse de un film bélico. La clave está en que Walsh se centra en lo fundamental y no se pierde en escenas secundarias. La larga marcha de los soldados a través de una selva repleta de enemigos (aunque el film se filmara íntegramente en Estados Unidos) concentra la mayor parte del metraje y ahí el director se centra en ir presentando los conflictos, los miedos, los peligros que van enfrentando los soldados, al tiempo que los vamos conociendo a base de precisas pinceladas que los individualizan convenientemente. Walsh nos hace sentir con maestría el miedo, el hambre, las picaduras de insectos, el calor, las amenazas de la selva...

Es verdad, sin embargo, que a pesar del buen pulso que le da el director al relato, creo que le sobran algunas escenas, pues hacia el final la historia comienza a hacerse algo pesada. Creo que la historia hubiera ganado en intensidad y dinamismo con media hora menos de metraje. Quizá porque, como decía anteriormente, las escenas de acción no son demasiadas. Y tampoco están resueltas con especial brillantez. Y un dato cuando menos curioso para el cine bélico actual es que Objetivo: Birmania es un film bastante pudoroso, como era el cine de aquellos años. No hay sangre ni detalles escabrosos. Incluso los soldados americanos que son capturados y torturados por los japoneses no se nos muestran abiertamente. En aquella época el cine aún tenía la delicadeza de obviar lo desagradable y recurrir a elipsis narrativas.

En cuanto al reparto, donde no aparece ni una sola mujer por cierto, la estrella indicutible es Errol Flynn. Sin duda, el actor tenía un carisma especial y en este tipo de papeles parece moverse como pez en el agua. Sin embargo, no es éste el mejor trabajo que le recuerdo. Como tampoco me convencieron demasiado el resto de actores. Y es que en muchos momentos me resultaban un tanto artificiales; en algunas escenas me costaba creerme en medio de la guerra. El caso es me pareció que la nota dominante de las interpretaciones era una cierta teatralidad.

Sin embargo, Objetivo: Birmania, salvando su cariz propagandístico y su excesivo metraje, sigue siendo un buen film bélico que, por encima de todo, se ha hecho un hueco en la historia del género.

lunes, 24 de junio de 2013

La boda de mi novia



Dirección: Paul Weiland.
Guión: Adam Sztykiel, Deborah Kaplan, Harry Elfont (Historia: Adam Sztykiel).
Música: Rupert Gregson-Williams.
Fotografía: Tony Pierce-Roberts.
Reparto: Patrick Dempsey, Michelle Monaghan, Sydney Pollack, Kathleen Quinlan, Kevin McKidd, Busy Philipps, Kelly Carlson, Chris Messina.

Tom (Patrick Dempsey) es un ligón empedernido. Su éxito con las mujeres viene ya desde su etapa estudiantil. Sin embargo, Tom evita comprometerse a toda costa. Él es feliz sin ataduras, disfrutando de su libertad y de su amistad con Hannah (Michelle Monaghan), confidente de sus múltiples conquistas. Sin embargo, cuando Hannah se ausenta seis semanas por motivos de trabajo, Tom empieza a darse cuenta que la quiere como algo más que como amiga. El problema es que durante esa ausencia, Hannah se ha comprometido con otro hombre.

La comedia es un género muy complicado. Es infinitamente más fácil hacer llorar que hacer reir. Y sino que se lo digan a Paul Weiland; La boda de mi novia (2008) es un claro ejemplo de comedia fallida.

La verdad es que el guión de la película tiene gran parte de la culpa en que La boda de mi novia no nos provoque ni una sonrisa. Basar la comicidad, a estas alturas, en el ridículo de algunos personajes, un par de caídas forzadas y algunas alusiones sexuales resulta muy pobre bagaje. Y aún sorprende más si observamos que han participado tres guionistas en la historia. Basta mencionar el detalle de que Hannah le pida a Tom que sea su dama de honor, lo cuál se supone que nos debe hacer partirnos de risa, para comprobar el nivel intelectual de esta comedia. Incluso se nota cierta mofa hacia los escoceses y sus costumbres. Y no creo que se trate de algo premeditado, simplemente es el estilo de humor de la cinta, que recurre a los más tonto y facilón en busca de una sonrisa del espectador.

Bien, dejemos de lado el tema de la comicidad. Una comedia puede resultar simpática sin que tengamos que reirnos abiertamente. A veces, basta con una bonita historia para que pasemos un rato agradable. Además, en una comedia romántica importan más, muchas veces, los momentos de conflicto amoroso que los meramente graciosos. Pero en este caso, de nuevo el guión no está a la altura. Es verdad que el tema del enamorado que está a punto de perder a su chica por negligencia o torpeza está ya muy visto. Pero aún así se puede escribir un guión ameno, tierno, sincero y entretenido. El problema es que nada de eso acurre aquí. La historia es banal, su tratamiento también, los personajes carecen de encanto, los diálogos no tienen chispa y, para colmo, la historia es absolutamente predecible desde el minuto uno. Sólo nos resta esperar a ver cómo se resuelve la unión final de los protagonistas y una vez más el guión opta por lo aparatoso, lo trillado y lo ridículo.

Fruto de todo ésto es que ni siquiera el trabajo de los actores nos aporta alguna recompensa. Y no porque no cumplan con su cometido, porque Michelle Monaghan en especial me pareció que dota de frescura y cierto encanto a su papel. El problema viene de que los personajes carecen de empaque, no llegan a parecernos cercanos, de modo que no empatizamos especialmente con ellos y el trabajo de los actores no resulta especialmente memorable. Son correctos, pero sucumben a la banalidad de todo el montaje. Incluso algunos personajes, aquellos a los que el guión convierte en meros payasos, como es el caso del personaje que interpreta Kevin Sussman, provocan vergüenza ajena. Eso sí, podemos ver el último trabajo como actor del director Sydney Pollack, que moriría em mayo de 2008.

Así pues, La boda de mi novia es una película bastante simplona y desaprovechada. Podía haberse sacado mucho más de ella sólo con tomarse más en serio el trabajo de escribir y dirigir una comedia. Pero parece que se eligió el camino más sencillo y el resultado es bastante decepcionante.

sábado, 22 de junio de 2013

La joya de la familia


Dirección: Thomas Bezucha.
Guión: Thomas Bezucha.
Música: Michael Giacchino.
Fotografía: Jonathan Brown.
Reparto: Dermot Mulroney, Claire Danes, Diane Keaton, Rachel McAdams, Craig T. Nelson, Sarah Jessica Parker, Luke Wilson.

Everett Stone (Dermot Mulroney) acude a la casa de sus padres por Navidad para pasar allí las fiestas y presentarles además a Meredith (Sarah Jessica Parker), su prometida. Sin embargo, Meredith no caerá precisamente bien a los Stone, una familia un tanto peculiar, que la acogen con frialdad.

La joya de la familia (2005) me recordó de entrada, salvando mucho las distancias, a Love Actually (Richard Curtis, 2003). Ambas transcurren en Navidad y ambas tienen un elenco más o menos numeroso que se reparte el protagonismo de un modo bastante equilibrado. Hasta los carteles de ambas películas se asemejan. Sin embargo, La joya de la familia es un film que no se decanta tan abiertamente hacia la comedia como el de Richard Curtis. Es más, muchos capítulos son abiertamente dramáticos; de un drama suave, eso sí.

La disculpa o el eje central sobre el gira la acción es la presentación de su prometida a su familia por parte del primogénito con motivo de la reunión familiar por Navidad y cómo este acontecimiento, en apariencia sencillo y feliz, va degenerando en un conflicto que no termina de solucionarse. Y es que la estirada novia Meredith es rechazada antes incluso de llegar al hogar de los Stone. Y la verdad es que este arranque de la película no terminó de convencerme. La culpa pienso que reside en lo precipitado y forzado de todo el proceso de recibimiento de la novia de Everett. En ningún instante percibimos a Meredith como especialmente repulsiva. Es una joven fría, estirada, pero que intenta ser amable. La reacción de los Stone, abiertamente hostiles hacia ella sin demasiada justificación, se percibe como algo extraño y muy poco lógico. La culpa está en que no se hace una descripción muy precisa de los personajes, que se agolpan de pronto en la pantalla sin que sepamos quiénes son y cómo son. Los diálogos tampoco ayudan para nada y este arranque de la historia queda un tanto oscuro y sin una mínima lógica.

Afortunadamente, lo que la precipitación del comienzo había embarullado, el desarrollo posterior va aclarando poco a poco. Vamos conociendo mejor a los componentes de la familia, sus problemas con la recién llegada, su peculiar manera de ser, sus espectativas hacia Everett más o menos defraudadas... Aún así, hemos de reconocer que el guión no se toma el tiempo necesario para dibujar mejor a los protagonistas. No digo que fuera necesario hacerlo con todos, pero sí tal vez con el propio Everett, que se queda un tanto desdibujado, y su novia. Sybil Stone (Diane Keaton), la madre de Everett, en cambio, es la única de la que sí que obtenemos un perfíl más o menos claro.

A pesar de esta falta de definición de los personajes, La joya de la familia va ganando peso con el paso de los minutos. Especialmente porque el drama se impone poco a poco a la comedia y entonces sí que tenemos algunas escenas con peso específico, donde sentimos el dolor, los miedos y también los vínculos familiares que mantienen unidos a los Stone a pesar de sus peculiaridades.

Luego, la historia se vuelve mucho más predecible cuando la película gira hacia la comedia romántica de un modo ya descarado. Es cuando entra en acción el personaje de Julie (Claire Danes), la hermana de Meredith. Es evidente que va a haber un cambio de parejas, el caso es comprobar si ello se consigue de un modo creíble. Y la verdad es que esta parte de la película funciona correctamente. Es cierto que queda algo forzado el hecho de que Everett pase de querer pedir en matrimonio a Meredith a enamorarse locamente de Julie nada verla; pero, entre la belleza de Julie y las insinuaciones anteriores sobre los sentimientos del hermano de Everett, Ben (Luke Wilson), hacia Meredith, el caso es que lo forzado del planteamiento termina aceptándose gustosamente en aras de la comedia y del necesario enredo que ha de superarse para ganarnos el final feliz esperado.

Por el medio, Thomas Bezucha nos deja alguna escena de comedia disparatada, en concreto la escena de la cocina, con los personajes pringándose con el desayuno que había preparado Meredith, y la loca persecución de Evereth a Ben. Se trata de un extraño oasis cómico al estilo del cine mudo que desconcierta un poco, pero que aporta una chispa de sencilla comicidad a la historia y que, tras la sorpresa inicial, termina sentándole bien a la película.

Un punto sin duda a favor de La joya de la familia es su reparto. Poder contar con Diane Keaton es un lujo, lo mismo que con Craig T. Nelson. Ambos forman el matrimonio Stone y el resultado es perfecto. También me gustó mucho el trabajo de Luke Wilson, encarnando al hermano más rebelde y díscolo de la familia. Su actuación rebosa frescura y está convincente en todo momento. Rachel McAdams (El diario de Noa), a pesar de tener un papel más secundario, compone con acierto, con unas muy breves pinceladas, a la hermana antipática de Everett, abiertamente hostil a Meredith. Claire Danes presta su gran atractivo al personaje de Julie y su presencia es deslumbrante a la vez que dulce, lo que convierte en más que creíble el flechazo repentino de Everett. En un papel no muy agradecido, Sarah Jessica Parker se muestra muy competente, sin excesos, ni cuando hace de estirada y fría ni cuando se suelta el pelo. Y es quizá Dermot Mulroney el que se termine con menos brillo del reparto. Y no es que esté mal, pero su trabajo resulta un tanto frío.

En resumen, La joya de la familia no es una comedia brillante ni un film memorable. Y sin embargo, tras unos comienzos no muy logrados, va ganando peso lentamente, gracias sobre todo a unos personajes que se van haciendo más nuestros poco a poco, para terminar asentándose como comedia romántica con un puntito de drama que funciona muy bien. No defrauda y se ve de un tirón sin desfallecer nunca.

jueves, 20 de junio de 2013

La tormenta perfecta




Dirección: Wolfgang Petersen.
Guión: Bill Wittliff (Novela: Sebastian Junger).
Música: James Horner.
Fotografía: John Seale.
Reparto: George Clooney, Mark Wahlberg, Diane Lane, John C. Reilly, William Fichtner, John Hawkes, Allen Payne, Mary Elizabeth Mastrantonio, Karen Allen, Cherry Jones, Christopher McDonald, Bob Gunton, Michael Ironside, Rusty Schwimmer, Joe Reitman.

Gloucester (Massachussetts), octubre de 1991. Tras una mala racha, Billy Tyne (George Clooney), el capitán del pesquero Andrea Gail, decide volver a salir a la mar nada más llegar de una campaña poco afortunada. Su idea es ir hasta Flemish Cap, un lugar alejado de su área de pesca pero donde espera encontrar abundantes bancos de peces. Lo que ignora es que se está formando una tormenta gigantesca en su ruta de regreso a puerto.

Vuelta al cine de catástrofes. Viendo La tormenta perfecta (2000) me resulta imposible no recordar La aventura del Poseidón (Ronald Neame, 1972), el primer film del género que vi de adolescente. Naturalmente, los efectos especiales han dado un salto gigantesco, pero la historia de Andrea Gail no difiere mucho de la del Poseidón.

Y es que lo que podemos y debemos reprocharle a La tormenta perfecta es que su historia carece por completo de originalidad. El guión no se aparta ni un milímetro de los cánones establecidos y nos presenta una historia donde lo que cuenta, al final, es el mero espectáculo visual apabullante. Y algo de dramón barato también.

La historia comienza con un hermosa loa al trabajo de los pescadores, plasmado en la llegada a puerto de los dos pesqueros protagonistas, las labores de desgarga y el cálido recibimiento de los familiares y amigos. Un bonito ejercicio narrativo, impecable en la forma. A continuación viene la presentación de los personajes, para lo que se utiliza el bar del pueblo como telón de fondo. Y aquí empiezan los tópicos: marineros duros, esposas complacientes, hijos cariñosos, el ligón, las cervezas y la exibición de hombría. En resumen, un boceto muy elemental que se queda en la superficie de las cosas y de las personas. No estamos ante un film psicológico ni nada que se le parezca. Hay que ir al grano y rápido. Porque lo importante del film es lo que viene a continuación: la explosión de acción y el despliegue de unos efectos especiales asombrosos.

Y es que, comparado con el núcleo de La tormenta perfecta, la introducción se queda como algo demasiado breve, demasiado superficial. Y es que el film busca el espectáculo y el drama. Y en ello se concentran los esfuerzos de Wolfgang Petersen.

Los preámbulos a la tormenta, ya con el Andrea Gail en faena, siguen con los tópicos y el camino trillado. Se presenta un conflicto entre dos pescadores, saldado con una heroicidad, asistimos a las faenas de pesca, a las dudas de la tripulación sobre la capacidad o la suerte del capitán... pero, como en la presentación, todo es muy superficial, con diálogos banales, escenas filmadas con estilo pero sin genio. Todo muy previsible, todo impecable en la forma y sin apenas alma.

Pero cuando estalla la tormenta, el film gana en empaque. Es el espectáculo en estado puro. Petersen demuestra que se maneja como pez en agua y nos brinda una tormenta como jamás se ha visto. Olas espectaculares, lluvia, viento, el barco sacudido como un corcho... todo brillante, espectacular. Un diez para los efectos. Pero, desgraciadamente, a mí con eso no me llega. Esta parte de la tormenta, además, dura demasiado; se adereza la zozobra del Andrea Gail con otras historia secundarias en las que el guión ni se molesta en presentar debidamente. Al final, confieso que terminé harto de tanta sacudida, con alguna fantasmada por el medio (y es que cuando todo vale para intentar impactarnos se cae en excesos un tanto absurdos). Pienso que a esta parte le sobra tranquilamente media hora. Pero había que echar el resto aquí, que es donde se produce el gran lucimiento técnico que parece que era el principal interés de los productores.

El final, cargando vílmente las tintas para arrancarnos una lagrimita, por lo civil o por lo criminal, tampoco me pareció muy acertado. Y la clave está en que no logró conmoverme porque con anterioridad no se habían tomado la molestia de adentrarse en los personajes. No había tiempo o ganas de hacerlo. Por eso el dramón final resulta forzado, manipulador y falso.

Lo mejor del film sin duda está en el reparto. George Clooney es una garantía; tiene carisma, tiene talento y funciona para la taquilla. Diane Lane demuestra que sigue siendo atractiva y además que sabe dar vida a papeles dramáticos con cierta solvencia. Y en cuanto a los secundarios, todos perfectos, desde Mark Wahlberg o John C. Reilly hasta Mary Elizabeth Mastrantonio, una actriz por la que no siento especial devoción pero que cumple con su trabajo.

La tormenta perfecta funcionó de maravilla en taquilla. Lo cuál viene a dar la razón a sus productores. Es un cine que funciona, aporta espectáculo, entretiene y se ve sin mucho esfuerzo. Otra cosa es si buscamos algo más que un film de palomitas. Personalmente, no lo recomiendo más que para un día aburrido en que no haya nada mejor que hacer.

miércoles, 19 de junio de 2013

Winchester 73



Dirección: Anthony Mann.
Guión: Robert L. Richards y Borden Chase.
Música: Frank Skinner.
Fotografía: William Daniels (B&W).
Reparto: James Stewart, Shelley Winters, Dan Duryea, Stephen McNally, Charles Drake, Millard Mitchell, John McIntire, Jay C. Flippen, Will Geer, Rock Hudson, Tony Curtis.

Lin McAdam (James Stewart) llega a Dodge City persiguiendo a un vaquero, Dutch Henry Brown (Stephen McNally), para ajustar cuentas con él. Precisamente ese día, cuatro de julio, se celebra en la ciudad un concurso de tiro cuyo premio es un Winchester 73, un arma perfecta codiciada por todos.

Winchester 73 (1950) marca el inicio de la fructífera relación entre Anthony Mann y James Stewart, que se extenderá a siete películas más. A lo largo de esta colaboración, James Stewart irá cambiando su personaje típico de sus films de juventud a la par que va madurando como persona. Al individuo ingénuo, bondadoso y amable le irá sucediendo un hombre con más sombras y aristas, con un lado oscuro a veces demasiado inquietante. Este cambio ya comienza a hacerse evidente en Winchester 73, donde el personaje interpretado por Stewart es un ser cuya sed de venganza no se detiene ante nada. Es verdad que Lin McAdam es, en esencia, un buen hombre y su venganza aparece suficientemente justificada (persigue al hombre que mató de un disparo por la espalda a su padre), pero como le dice su amigo en un momento de la película, parece como si ese papel de vengador le empezara a gustar.

El hilo conductor de esta historia de venganza familiar, pues Dutch Henry Brown es en realidad el hermano de Lin, es un Winchester 73, un rifle de una calidad excepcional que va cambiando de mano y sirve así de vehículo de unión entre los diferentes personajes que van apareciendo en la historia. Personalmente, este truco del guión no me convence demasiado, si bien es cierto que está llevado con bastante habilidad. Pero uno termina asistiendo a demasiadas casualidades, cuando menos curiosas, en este cambio de manos del rifle.

Sin embargo, con lo que juega muy bien la historia es con el tema de la venganza. Al principio, solo se expone el tema, sin más detalles. Será poco a poco, conforme vaya avanzando la historia, que iremos descubriendo más detalles del origen del odio de Lin hacia Dutch Henry. Pero no será hasta el mismo final de la película cuando descubramos toda la verdad. Un astuto juego de intriga que está muy bien llevado y que añade un plus de interés a la historia, pues no dejamos de preguntarnos los motivos de la venganza desde el primer instante.

Pero en Winchester 73 tampoco faltan personajes legendarios del oeste, como el General Custer, o el sheriff Wyatt Earp (Will Geer), que aportan una cierta ambientación a la historia.

Anthony Mann demuestra su buena mano para contar historias y en este caso no deja que la película decaiga en ningún instante. Mann se muestra firme en las escenas de acción, pero también demuestra su control del tiempo y el ritmo en las escenas más tranquilas, donde prima el diálogo y donde aprovecha para mostrarnos mejor el interior de los personajes. En este punto debemos ensalzar como se merecen los excelentes diálogos de Winchester 73.

Y si los diálogos son buenos, tampoco desmerecen para nada los personajes. Empezando, naturalmente por Lin McAdam, un héroe no tan nítido como venía siendo habitual en el western clásico. Lin es una buena persona, pero el odio se ha apoderado de una parte de su alma y es más fuerte que cualquier otro sentimiento. Así, Lin no deja de ser el bueno de la historia, pero ya no es un ser inmaculado, sino que tiene debilidades, que lo hacen mucho más real y mucho más cercano. El trabajo de James Stewart dando vida a un personaje con ese lado sombrío es excelente, lo que le sirvió para demostrar a algunos críticos una versatilidad, que ponían en duda. Al lado de Lin cabalga su inseparable amigo High Spade (Millard Mitchell), una especie de voz de la conciencia que mantiene a Lin dentro del buen camino. Pero es el personaje de Lola (Shelley Winters) el que me sorprendió más. El western es un género con ciertas connotaciones machistas, lo que hace que en general las mujeres suelan estar muy bien tratadas. Y así es también en el caso de Lola, una mujer sin mucha suerte en la vida pero con un gran coraje y valor, capaz de hacer frente a la adversidad con una entereza encomiable. Y Shelley Winters vuelve a demostrar el gran talento de esta actriz.

Un poco más extremo es el personaje de Waco Johnny Dean, al que Dan Duryea da un toque de locura perfecto que nunca llega a ser excesivo. Del resto del reparto, destacar a Stephen McNally como el hermano perdido y las breves apariciones de Rock Hudson, encarnado al guerrero indio Young Bull, de Tony Curtis, como un soldado yankee, o el excelente John McIntire, como vendedor de armas a los indios.

En resumen, un gran western, para algunos el mejor de su director, que nos enseña el nuevo camino que irá tomando el género en los años cincuenta y que dará lugar a grandes películas de las que Winchester 73 es un muy buen ejemplo.

martes, 18 de junio de 2013

Círculo de fuego



Dirección: Henry Hathaway.
Guión: Marguerite Roberts (Novela: Will James).
Música: Dave Grusin.
Fotografía: Earl Rath.
Reparto: Gregory Peck, Patricia Quinn, Robert F. Lyons, Susan Tyrrell, Jeff Corey, James Gregory, Rita Gam, Dawn Lyn, John Davis Chandler, Pepe Serna.

Clay Lomax (Gregory Peck), un antiguo atracador de bancos, sale de prisión tras cumplir una condena de siete años por su último atraco. Precisamente, durante ese trabajo, su socio Sam Foley (James Gregory) lo traicionó disparándole por la espalda y huyendo con el botín. Ahora, una vez libre, Lomax solo piensa en vengarse.

Henry Hathaway fue un director que se movió con soltura por diferentes géneros, entre los que destaca el western. Círculo de fuego (1971), sin embargo, no figurará entre sus westerns más logrados. Es una de sus últimas películas y eso se nota bastante en el film.

Para empezar, el argumento de Círculo de fuego se mueve en terrenos muy vistos ya, como el de la venganza por una traición. A esta falta de originalidad en la historia se une un tratamiento no demasiado brillante, deudor sin duda de un guión que no sabe profundizar en la historia y se limita a plantear un argumento demasiado sencillo y sin sorpresas.

En general, el guión resulta bastante pobre. Para empezar, hace un tratamiento bastante superficial de toda la historia. Por ejemplo, no se adentra en la amistad de los dos atracadores ni los motivos que llevan a Foley a traicionar a Lomax. Intuimos que lo hace por avaricia, pero es un detalle que merecía una explicación. Y en la misma línea, los personajes son tratados de un modo demasiado esquemático. Ésto es notorio en el caso de los tres matones que Sam Foley contrata para vigilar a Lomax, que son dibujados como meros mequetrefes descerebrados. Es tan burda su definición que más que miedo dan lástima. No resultan creíbles en ningún momento. Su crueldad gratuita se hacerca más al mundo del comic o del spaghetti western que a un film mínimamente serio.

Da la sensación de que Marguerite Roberts se limitó a levantar un entramado muy elemental, sin tomarse el tiempo o el interés en elaborarlo con un mínimo de profundidad. En realidad, no hay tensión en ningún instante, por culpa de un planteamiento demasiado básico y esquemático y por lo previsible del desenlace. Y partiendo de un guión tan débil, es muy complicado sacar adelante la película. Hathaway se limita a filmar las sucesivas escenas sin demasiada originalidad ni brillantez. El flash back en que se recrea la traición que sufre Lomax, por ejemplo, no está nada conseguido.

Tampoco los actores hacen un gran trabajo. Gregory Peck cumple sin más, pero está lejos de ofrecernos uno de sus mejores trabajos. En cuanto a Robert F. Lyons, John Davis Chandler y Pepe Serna, los tres matones descerebrados, su trabajo es tan exagerado y caricaturesco como sus personajes. Por destacar a alguien, la frescura de la pequeña Dawn Lyn, que no es mereciera un Oscar, pero al menos resulta bastante creíble con una actuación muy meritoria para su corta edad.

Círculo de fuego se queda en un western menor, fruto quizá de una década en la que este género vivió un período bastante gris que parecía augurar su desaparición, algo que afortunadamente no sucedió. No se pierden nada en absoluto.

lunes, 17 de junio de 2013

La colina



Dirección: Sidney Lumet.
Guión: Ray Rigby.
Música: Varios.
Fotografía: Oswald Morris.
Reparto: Sean Connery, Harry Andrews, Ian Bannen, Alfred Lynch, Ossie Davis, Roy Kinnear, Ian Hendry, Michael Redgrave, Jack Watson.

Durante la Segunda Guerra Mundial, un grupo de soldados británicos acusados de diferentes delitos es enviado a un campo de prisioneros donde deberán cumplir condena hasta que estén de nuevo aptos para el servicio. Allí estarán bajo las órdenes del sargento Wilson (Harry Andrews), un sádico que les hará la vida imposible.

La colina (1965) es un film antimilitarista que cuando menos sorprende por su novedoso tratamiento, bastante alejado de los estándares norteamericanos. En este sentido, La colina es un film típicamente británico, con sus ventajas y sus inconvenientes.

La película arranca de un modo un tanto desconcertante. No hay preámbulos ni explicaciones. La primera parte del film, con la llegada de los cinco presos protagonistas, me pareció un tanto fría. Además, se alarga en exceso el momento de la llegada del grupo y su primer contacto con sus guardianes. Para ser sincero, daba la impresión de no haber un gran guión detrás y que era necesario estirar un poco esas secuencias introductorias.

Poco a poco, sin embargo, el drama va ganando intensidad a medida que los castigos de los carceleros se van endureciendo, hasta el desenlace fatal del fallecimiento del soldado Stevens (Alfred Lynch), momento que precipitará los acontecimientos. Es esta parte central del drama la más interesante, sin duda. Es aquí cuanto la crítica al sistema militar, la disciplina, la anulación del individuo, la crueldad camuflada de códigos y reglamentos es mostrada en toda su absurda crudeza.

Sin embargo, la película vuelve a desconcertarnos con el desenlace, donde de nuevo tenemos la sensación de que el guión cojea un tanto. Es un final demasiado brusco, inesperado pero desconcertante que nos deja con la sensación de algo terminado sólo a medias.

En lo que también constatamos el típico tratamiento de un film británico, en contraposición a los enfoques mucho más clásicos del cine de Hollywood, es que en La colina no podemos hablar de héroes propiamente dichos. Dentro de un argumento en el que el protagonismo está bastante repartido, la figura principal es Joe Roberts (Sean Connery), que es precisamente el recluso que ha cometido el delito más grave de entre los cinco reclusos que comparten celda: se ha negado a ir al combate. Por lo tanto, no tenemos un héroe que sirva de modelo o al que podamos agarrarnos. Todos, tanto presos como carceleros, son moralmente reprobables. Todos, cada uno en su medida, cometen o han cometido actos censurables, aunque la crueldad de los carceleros es a todas luces intolerable y los convierte claramente en los malos de la historia.

La colina es también un film bastante deudor de los años en que fue rodado y digo ésto no como una virtud del film precisamente. Y es que las opciones de Sidney Lumet en cuanto a encuadres, contrapicados y movimientos de la cámara resultan, para mi gusto, demasiado forzadas. El resultado son muchas secuencias en las que el contínuo movimiento de la cámara llega a resultar fatigante y confuso y no creo que aporten dramatismo alguno a las secuencias.

Otro de los aspectos que no terminaron de convencerme son algunas escenas marcadamente teatrales y exageradas. Y ello no es achacable al trabajo de los actores, sino a un intento de marcar demasiado algunas aristas, dando como resultado algunos momentos no del todo convincentes.

Y hablando del reparto, creo que no podemos ponerle ningún pero. Sean Connery, que demostró sus inquietudes profesionales saliéndose del papel de James Bond, está perfecto, lo mismo que sus compañeros de celda. Sin embargo, si alguien se lleva la palma en este caso es Harry Andrews, sobresaliente en su papel de militar estricto, cruel e inhumano. Su actuación es impresionante.

Así pues, La colina es un interesante film antibelicista que, por desgracia, resulta demasiado deudor del momento en que fue filmado. Sin embargo, a pesar de no ser un film perfecto ni lo mejor de su director resulta un film honesto y bastante interesante.

domingo, 16 de junio de 2013

El séptimo sello



Dirección: Ingmar Bergman.
Guión: Ingman Bergman.
Música: Erik Nordgren.
Fotografía: Gunnar Fischer (B&W).
Reparto: Max von Sydow, Gunnar Björnstrand, Nils Poppe, Bibi Andersson, Bengt Ekerot, Gunnel Lindblom, Maud Hansson, Ake Fridell.

Siglo XIV, tras diez años en las Cruzadas, el caballero Antonius Block (Max von Sydow) y su leal escudero Jöns (Gunnar Björnstrand) regresan de Tierra Santa a Suecia, su patria. Nada más llegar, la Muerte (Bengt Ekerot) se le presenta a Blovk reclamándolo. Éste, sin embargo, necesita algo de tiempo aún y le propone jugar una partida de ajedrez; si él la gana, la Muerte deberá perdonarle la vida.

El séptimo sello (1957) es uno de los films más conocidos a nivel mundial del cineasta sueco Ingmar Bergman; en parte debido a la famosa escena del caballero y la Muerte jugando al ajedrez, que ha sido parodiada y citada en muchos films. Sin embargo, El séptimo sello es mucho más que esa mítica escena.

En esencia, la película es un vehículo para exponer las dudas existenciales del director y sus reflexiones sobre el significado de la vida o la existencia de Dios. Para ello, Bergman tiene el acierto de ambientar la acción en plena Edad Media, una época dominada por la religión y el miedo al juicio divino. Además, sitúa a los personajes en medio de una epidemia de peste que asolaba Europa. Este escenario sirve de base para las reflexiones de Antonius Block, un hombre que ante la llegada de la muerte siente que ha desperdiciado su vida e intenta encontrar alguna certeza sobre la existencia de algo más allá de la muerte. Su cabeza le dice que existen muchas posibilidades que tras la muerte no exista más que la nada; pero él necesita creer que eso no será así. Desesperado, intenta sonsacarle la verdad a la misma Muerte e incluso a una bruja a la que acusan de hablar con el diablo.

En medio de esta desesperada búsqueda de respuestas del caballero Block, Bergman nos brinda una lúgubre visión de la Edad Media: la precariedad de la vida, la miseria, el miedo de las gentes ignorantes, los lúgubres presagios de los monjes..., pero también, en contraposición a tanto miedo, Bergman nos ofrece una visión menos pesimista a través del escudero Jöns, ateo y pragmático, que prefiere disfrutar de la vida tal y cómo viene. Jöns critica el miedo y a sus valedores, que no hacen sino empujar a las pobres gentes a los brazos de una religión que se nutre de sus miedos. Sus palabras finales, censurando la necedad de su amo por no haber sabido disfrutar de la vida, preocupado como estaba por lo que habría de encontrar tras la muerte, vienen a representar una visión mucho más práctica y optimista de la existencia.

Sin embargo, no todo es tristeza y trascendencia en este film. Bergman no renuncia a la parodia, el chiste y la comedia. En especial con la presencia de los cómicos ambulantes o a la hora de tratar el tema de la infidelidad. La disputa del herrero y el cómico centran y resumen esta visión más alegre que a menudo se olvida.

Además de estas profundas reflexiones, El séptimo sello destaca por una reconstrucción muy cuidada de la Edad Media, asombrosamente alejada de los tópicos y lujos de tantas películas de Hollywood. Gran mérito también hay que atribuirlo a la preciosa fotografía en blanco y negro de Gunnar Fischer.

En cuanto al reparto, destaca por encima de todos la figura de Bengt Ekerot, que con su rostro y su inquietante mirada encarna de un modo perfecto a la muerte, hasta el punto que ha quedado como su imagen más reconocida y lograda. Max von Sydow está perfecto también en su papel de caballero atormentado. Pero también Gunnar Björnstrand y el resto del reparto, ciertamente desconocido del gran público, logran unos trabajos totalmente convincentes.

El séptimo sello logró asentar la figura del director sueco en el cine mundial además de convertirse en un clásico de la cinematografía mundial. Lejos de las temáticas y tratamientos habituales, merece una visión de todos aquellos amantes del otro cine.

Taxi driver



Dirección: Martin Scorsese.
Guión: Paul Schrader.
Música: Bernard Herrmann.
Fotografía: Michael Chapman.
Reparto: Robert De Niro, Cybill Shepherd, Jodie Foster, Albert Brooks, Harvey Keitel, Peter Boyle, Leonard Harris, Martin Scorsese, Joe Spinell.

Travis Bickle (Robert De Niro) es un veterano de Vietnam que padece de insomnio crónico. Para poder sobrellevarlo, decide solicitar trabajo como taxista en el turno de noche. El contacto con los bajos fondos y los maleantes que pueblan las noches de Nueva York van sembrando su mente de ideas radicales para limpiar las calles de esa basura.

Para muchos la obra maestra de Scorsese, Taxi driver (1976) sigue creciendo con los años como un film muy personal y extrañamente fascinante.

Lo primero que nos entra por los ojos es la peculiar y muy lograda estética de Taxi driver merced a una fantástica fotografía de Michael Chapman. En especial, son memorables las secuencias nocturnas, con los primeros planos de Travis y de su taxi, su peculiar universo desde el que contempla asqueado la ciudad en la que vive. Nueva York visto desde el punto de vista de un hombre enfermo, solitario e inadaptado. Y esta atmósfera tan especial, de humedad, humo y suciedad, se nos muestra bajo las notas de la excelente banda sonora de Bernard Herrman, que compone una melodía triste pero muy hermosa que enfatiza la amarga visión que se nos muestra de Nueva York. Por cierto, este será el último trabajo de Herrman, que moría inmediatamente después de terminar de componer la banda sonora.

Martin Scorsese se apoya en un guión excelente de Paul Schrader, en la primera de sus varias colaboraciones, para mostrarnos el viaje a los infiernos del protagonista. Schrader escribió este guión basándose en sus propias vivencias a raiz de una depresión motivada por una crisis sentimental que le llevó al mundo de las drogas, la pornografía y las armas.

Taxi driver es la historia de un ser solitario, incapaz de mantener unas relaciones normales con otras personas, y como esa soledad y sus problemas de adaptación van llevando al protagonista a un aislamiento cada vez mayor. Travis llena su vida con jornadas interminables al volante de su taxi, bebiendo, acudiendo a cines porno y comiendo porquerías. Intenta buscarle un sentido a su existencia vacía, pero sin tener muy claro cómo hacerlo. Será, finalmente, el contacto con dos mujeres lo que acabará por trastornar definitivamente el delicado equilibrio mental de Travis. Primero fracasa en su intento de conquistar a Betsy (Cybill Shepherd), una mujer que le fascina pero a la que no sabe cómo tratar. Perteneciente a un mundo totalmente opuesto al de Travis, éste ingenuamente intenta atraerla a su universo particular llevándola a un cine porno. El resultado no puede ser más que el fracaso total. Betsy ya no querrá saber nada más de él. Después conoce a Iris (Jodie Foster), una prostituta adolescente que le pide ayuda una noche sin que Travis reaccione.

A partir de entonces, Travis entra en una espiral fatal. Compra un pequeño arsenal de armas, cambia su dieta y decide ponerse en forma. En su mente enferma comienza a tomar forma la idea que tiene que limpiar el mundo. Y comienza a concretar su misión en la persona de un candidato a la presidencia. Años después, el individuo que atentó contra el presidente Ronald Reagan confesó que había visto esta película muchas veces y que con su atentado buscaba impresionar a Jodie Foster.

La catársis final de Taxi driver llevó a algunos a atacar la película por fascista y por exaltar la violencia. Es un punto de vista que, desde luego, no comparto. Creo que muy poca gente puede ver el estallido de violencia final de Travis, un hombre visiblemente enfermo, como algo mínimamente justificable. No es más que la reacción extrema de una mente enferma y ésto queda del todo claro en el film. Es más, Scorsese no escatima en detalles desagradables, que no hacen sino enfatizar la crueldad y lo repulsivo de ese ataque de furia. El extraño giro final que convierte a un perturbado en un héroe no deja de ser una advertencia de cómo la sociedad puede terminar deformando la realidad, de la misma manera que la mente enferma de Travis deformaba cuanto veía.

Martin Scorsese eligió para el papel de Travis a Robert De Niro, con quién ya había trabajado en Malas calles (1973). El trabajo de De Niro es sencillamente perfecto. De Niro, que se sacó la licencia de taxista para meterse en su papel, hace una composición soberbia de su personaje. Nos va adentrando en su locura de una manera implacable y algunas escenas ya han quedado como imborrables en la historia del cine. Recuerdo especialmente aquella en que Travis habla con un agresor imaginario frente al espejo (¿Hablas conmigo?) o cuando se apunta con el dedo chorreando sangre en la sién. Pero también debemos destacar el gran trabajo de una jovencísima Jodie Foster, en uno de los papeles que se han quedado ya para la historia del cine. Jodie tenía trece años, la misma edad que su personaje, al que dota de una vitalidad y un encanto especial. Gracias a su actuación recibió una nominación al Oscar como mejor actriz secundaria. También me gustaría destacar el trabajo de Harvey Keitel en el papel del chulo de Iris. Keitel también había trabajado en Malas calles, de ahí que Scorsese recurriera también a él para esta película.

Taxi driver es un film que sigue vigente hoy en día y que seguirá vigente pase el tiempo que pase. Y no sólo por la excelente puesta en escena o la extraña fascinación que puede producir la visión nocturna de Nueva York envuelto en la banda sonora de Bernard Herrmann. Una de las claves de Taxi driver es que la soledad de Travis resulta muy familiar para los espectadores. Lógicamente, sin llegar a sus extremos, todos nos hemos sentido solos, necesitados de afecto, intentando buscar un sentido a nuestra vida, queriendo romper la rutina, persiguiendo a una mujer hermosa que nos rechaza. De ahí que comprendamos a Travis y lleguemos a identificarnos con su dolor.

El tiempo ha ido poniendo las cosas en su sitio. Pero en el año del estreno de la película, el Oscar fue a parar a Rocky (John G. Avildsen, 1976). Tampoco De Niro se llevó el Oscar al mejor actor, que fue para Peter Finch, a título póstumo, por Network (Un mundo implacable) (Sidney Lumet, 1976). Hoy en día, Rocky se ha quedado como un título correcto que dio origen a una saga patética y De Niro es mucho más conocido y reconocido que el malogrado Finch.

Taxi driver también recibió una cuarta nominación, esta vez por la banda sonora. Pero tampoco se vio recompensada en este apartado. Sí que ganó la Palma de Oro en Cannes.

Premios aparte, Taxi driver es uno de los títulos imprescindibles de la historia de cine. Un film enorme sobre la soledad, el vacío existencial, el trauma de una guerra y la locura que sigue conmoviendo porque no deja de ser un relato de cómo la vida puede arrastarnos sin piedad hasta lugares y situaciones imposibles.

domingo, 9 de junio de 2013

Asesinato...1-2-3



Dirección: Barbet Schroeder.
Guión: Tony Gayton.
Música: Clint Mansell.
Fotografía: Luciano Tovoli.
Reparto: Sandra Bullock, Ben Chaplin, Ryan Gosling, Michael Pitt, Chris Penn, R.D. Call, Agnes Bruckner.

Una pareja de adolescentes compañeros de clase, Richard Haywood (Ryan Gosling) y Justin Pendleton (Michael Pitt), ambos de buena familia y con una mente fría y siniestra, tienen sus propias y radicales teorías sobre la libertad personal que llegan a justificar el asesinato. Un día deciden ponerlas en práctica, convencidos que cometerán el crimen perfecto.

Asesinato...1-2-3 (2002) es un intento por parte de Sandra Bullock de ofrecernos un registro diferente al de sus películas románticas. En este caso es una policía atormentada por un pasado traumático que deberá enfrentarse a dos asesinos muy inteligentes y fríos. Un thriller cuya base argumental, la de dos estudiantes que deciden comenter el crimen perfecto apoyándose en una supuesta superioridad intelectual, recuerda inevitablemente al crimen real cometido por los jóvenes Nathan Freudenthal Leopold, Jr. y Richard A. Loeben en 1924 y que sirvió de base, por ejemplo, a La soga (Alfred Hitchcock, 1948).

Sin embargo, en este caso el guión de Tony Gayton no sólo no sabe aprovechar la base argumental con inteligencia, sino que se limita a crear un thriller ramplón, vulgar, lleno de tópicos y tan previsible que termina por aburrir. Y es que desde el principio vemos que la historia comienza a flojear por la pobre definición de los personajes. Los asesinos son meros psicópatas dibujados de una manera elemental, una simple presentación para dar pie al crimen y poco más. En cuanto a Cassie Mayweather, la policía que encarna Sandra Bullock, Gayto se limita a recurrir al tópico de una mujer atormentada por un hecho acaecido en el pasado, del que va dejando detalles al azar para intrigarnos, y que deberá superar al tiempo que resuelve el caso para poder encontrar la paz interior. Lo que sucede es que este añadido argumental secundario tan poco original y está tan mal presentado que no resulta muy creíble y lo percibimos desde el principio como un mero truco para intentar enriquecer la historia principal, pero sin que llegue a funcionar realmente bien.

La historia transcurre sin muchas sorpresas. Es más, cae sin cesar en lugares comunes (inevitable una escena de sexo entre los protagonistas, pero tan casta y banal que resulta sonrojante), en escenas sin demasiado interés y no depara ninguna sorpresa que logre sacar al desarrollo del film del marasmo de la banalidad. Si encima añadimos un final de lo más previsible, con la típica sorpresa de última hora incluida, que de tan manoseada ya no es ni sorpresa, tenemos un thriller que en ningún instante consigue engancharnos ni mucho menos interesarnos.

Sandra Bullock intenta mostrar un registro más ácido, dando vida a una policía un tanto rebelde a la que no soporta ningún compañero. Incluso aborda un rol dominante con su compañero, invirtiendo las pautas: ella es el macho que acosa y él es el lado femenino, que se resiste a sexo sin nada más. Quizá un intento de modernidad, quizá un intento más de Sandra Bullock de romper con su pasado más rosa. Sin embargo, su personaje no llega a calarnos y su trabajo tampoco. Se limita a cumplir pero sin más; ni emociona ni convence. Ben Chaplin, su compañero, sí que resulta más convincente dentro de un papel bastante más secundario. En cuanto a los villanos de turno, la verdad es tanto Ryan Gosling (El diario de Noa) como  Michael Pitt me gustaron bastante. Sin duda son lo mejor del film. El primero borda su papel de chulo suficiente y prepotente mientras que Pitt compone de manera muy brillante a un estudiante tímido pero muy inteligente. Lástima que el guión no permita exprimir mucho más a sus dos personajes.

Es encomiable el intento de Sandra Bullock de afrontar nuevos retos en su carrera. La pena es que no haya sabido escoger la mejor opción, y es que Asesianto...1-2-3 termina siendo un intento fallido se mire por donde se mire. Ni la historia ni los personajes están bien trabajados, el ritmo es flojo y la intriga mínima. Se nos queda en un pobre pasatiempo para días en los que no se ocurra nada mejor que hacer.

Berlín Occidente



Dirección: Billy Wilder.
Guión: Charles Brackett, Billy Wilder, Richard L. Breen (Relato: David Shaw).
Música: Frederick Hollander.
Fotografía: Charles Lang Jr. (B&W).
Reparto: Jean Arthur, Marlene Dietrich, John Lund, Millard Mitchel, Peter von Zerneck, Stanley Prager, Bill Murphy, Raymond Bond.

Tras terminar la Segunda Guerra Mundial, un comité de congresistas de los Estados Unidos es enviado a Berlín para evaluar la moral de las tropas norteamericanas. Entre los congresistas viaja Phoebe Frost (Jean Arthur), una estricta representante del estado de Iowa. Cuando averigua que un oficial norteamericano protege a una exnazi reconvertida en cantante de cabaret, se pondrá como objetivo descubrir quién es.

Berlín Occidente (1948) no es de las comedias más conocidas de Billy Wilder. Tampoco, desde mi punto de vista, es de las mejores. Pero aún así, contiene pequeños momentos excepcionales que justifican su visionado.

Andaba el director trabajando en colaboración con el ejército estadounidense en Europa cuando le surgió la oportunidad de dirigir una película sobre la ocupación aliada en Alemania. Nace de este modo Berlín Occidente a partir de un relato de David Shaw y en cuyo guión trabaja Wilder con la ayuda de su colaborador habitual Charles Brackett y la participación también de Richard L. Breen.

El film se diseña como una amable comedia romántica en torno a un clásico trío amoroso aunque, naciendo de la pluma de Billy Wilder y Brackett, la historia contiene no pocas insinuaciones y críticas más o menos evidentes. El guión no desaprovecha la ocasión para poner en entredicho la labor de las fuerzas de ocupación así como el puritanismo trasnochado de algunas ideas, encarnadas en la figura de la estricta congresista Frost, la cuál se redimirá por amor; un mensaje no demasiado original pero que funciona bastante convincentemente. Sin embargo, Wilder le sabe buscar los tres pies al gato, dándole la vuelta a las situaciones a su antojo y mostrándonos que todo puede ser visto desde otro punto de vista. A las necesidades del pueblo alemán se corresponden también las de los soldados de ocupación. Así que nace una especie de acuerdo de colaboración no muy ortodoxo, pero sí necesario y humano. El caso es que ese juego de lo que es y lo que puede ser la verdadera colaboración entre vencedores y vencidos termina funcionando bastante bien y al final, sin omitir ciertas críticas, la visión que se ofrece de la labor de las tropas de ocupación no es tan demoledora como parecía a primera vista. Como en toda comedia, termina imponiéndose el lado más amable de la situación.

Más comprensivo parece ser el mensaje sobre la actitud de los alemanes en la postguerra. El mensaje que termina llegándonos es que, como dice el personaje de Marlene Dietrich, cuando la necesidad aprieta termina imponiéndose el instinto de conservación.

Lo curioso de Berlín Occidente es que, tratándose de una comedia, es precisamente la parte de comedia la que peor funciona. El comienzo del film cae en banalidades y en un dibujo caricaturesco de los personajes que no termina de convencerme. Tampoco el ritmo es el adecuado y los diálogos parecen metidos a la fuerza. Incluso a la historia parece que le cuesta definirse. Y no es hasta que llegan los momentos más dramáticos de la historia, hacia la mistad de la misma, cuando la película gana de pronto en consistencia. Los personajes cobran vida y se hacen reales y asistimos a los mejores momentos del film, como la escena en los archivos o cuando el capitán John Pringle (John Lund) y  Phoebe Frost van a cenar al cabaret donde trabaja Erika von Schlütow (Marlene Diestrich) y ésta se sienta en su mesa. Es en esta parte de la película cuando la historia gana peso y asistimos a los momentos más conmovedores y convincentes.

Es verdad también que el guión juega un poco al despiste en cuanto a las verdaderas intenciones o sentimientos del capitán Pringle hacia Erika y Phoebe. Mientras nos hace creer en un primer momento que la engañada es la segunda, al final se saca de la chistera la historia del cebo al amante nazi de Erika y nos sorprende con el doble juego de Pringle que, al final, más que un Don Juan resulta ser casi un héroe. No es que resulte demasiado convincente este último giro, pero como estamos ante un film ligero, que pretende divertir, uno acepta el engaño sin demasiados problemas.

La vuelta a la comedia en el momento del desenlace, para dejarnos con el buen sabor de boca de un final feliz, si bien con la amenaza del matrimonio de por medio, hace que se rompa el buen clima dramático anterior, que para mí es lo más acertado del film. El final, por lo tanto, tampoco resulta demasiado brillante, pero imagino que era una premisa necesaria.

En cuanto al trabajo de los actores, en general su actuación es más que correcta. Quizá Jean Arthur, a quién Wilder convenció para que abandonara su retiro para hacer la película, esté algo forzada al comienzo del film, lo que achaco a que es la parte en que los personajes son dibujados con trazos más gruesos. La que destaca por encima del resto es Marlen Dietrich. Se puede pensar que se la encasilla en un papel que recuerda al de Lola-Lola de El ángel azul (Josef von Sternberg, 1930), pero de todos modos esa mujer tenía una mirada única y una voz de terciopelo.

En resumen, si bien Berlín Occidental no es de los mejores films de Billy Wilder, y definitivamente tampoco es de sus mejores comedias, tiene suficientes alicientes para que le echemos un vistazo y disfrutemos de algunos momentos muy logrados y algunas frases para recordar.

La película recibió una nominación por guión y otra por la fotografía.

martes, 4 de junio de 2013

El sabor de la muerte



Dirección: Barbet Schroeder.
Guión: Richard Price (remake).
Música: Trevor Jones.
Fotografía: Luciano Tovoli.
Reparto: David Caruso, Nicolas Cage, Samuel L. Jackson, Michael Rapaport, Stanley Tucci, Helen Hunt, Ving Rhames, Kathryn Erbe, Anthony Heald, Philip Baker Hall.

Jimmy Kilmartin (David Caruso), antiguo ladrón de coches, intenta rehacer su vida tras un tiempo en la cárcel. Sin embargo, por ayudar a un primo suyo en apuros (Michael Rapaport), Jimmy se embarca en una operación de tráfico de coches robados por la que vuelve a prisión.

El sabor de la muerte (1995) es un remake del film de Henry Hathaway El beso de la muerte (1947). No he visto el film de Hathaway, pero esta versión de Barbet Schroeder no pasará desde luego a la historia del cine.

El problema principal de El sabor de la muerte es que no termina de convencerme en ningún momento. Durante todo el film he tenido la sensación de que lo que estaba viendo no era auténtico, es decir, que se trataba de una ficción con muy poco de creíble. Y la verdad es que todo lo que se cuenta en la película es seguramente probable que haya sucedido. Es más, estoy convencido que la realidad seguramente superaría a esta ficción. El problema es que es un film tan endeble que uno nunca termina de creérselo.

Para empezar, el guión es bastante pobre. En realidad es un cúmulo de clichés más o menos vistos en muchos films de este estilo. Y como son clichés, pues suenan a falsos y no resultan convincentes. Empezando por los personajes, que están tan llevados al extremo que resultan un tanto caricaturescos. Por ejemplo, el guión se empeña en mostrarnos a un Jimmy Kilmartin como una pobre víctima del sistema cuando en realidad es un buen hombre con un gran corazón y que ama a su familia. Tantos esfuerzos en idealizarnos al héroe de la película resultan demasiado infantiles. En el otro extremo, Little Junior Brown (Nicolas Cage) es presentado como el típico psicópata cruel y desalmado. Ambos personajes son meros estereotipos.

Y tampoco ayuda a hacerlos más convincentes el trabajo de David Caruso y de Nicolas Cage. El primero es hierático, abusa de su mirada ladeada y apenas logra expresar sentimiento alguno. Tenemos que hacer un gran esfuerzo para adivinar lo que está sintiendo en cada momento. Nicolas Cage es víctima de su personaje. Su actuación es excesiva, llena de tics muy vistos para expresar su lado más violento. Y conste que no hace un mal trabajo. De hecho, el personaje encaja perfectamente con su fisonomía. El problema es que parece un personaje de comic, por lo que la teatralidad de la interpretación es todo menos convincente.

Mucho mejor está Samuel L. Jackson. Tal vez porque su personaje es mucho más normalito. Eso sí, seguimos en un nivel bastante elemental en cuanto a la definición de los personajes, que se quedan todos en un plano muy elemental. Meros bocetos.

La historia, sin renunciar a la violencia, pues la película es básicamente un film de acción, pretende también mostrarnos el peor lado de la política, la justicia y la policía. Jimmy es una víctima de todo el sistema. Cada uno lo intenta utilizar en su propio beneficio y el pobre hombre termina siendo una marioneta en manos del fiscal, los federales y la policía. Eso sí, la cosa termina bien. Jimmy conseguirá solucionar su vida cuando parecía que estaba al borde del precipicio. El final también resulta muy poco convincente y en la línea del resto de la película. Es predecible, bastante traído por los pelos y resulta un tanto precipitado.

Y es que El sabor de la muerte es un claro ejemplo de cómo se puede desaprovechar una historia con cierto interés por culpa de un guión muy poco trabajado, que prefiere ir a lo sencillo y termina brindándonos un mero entretenimiento del montón, sin muchas luces. Un producto correctamente servido, pero de muy escasa calidad.