El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 8 de abril de 2014

Cotton Club



Dirección: Francis Coppola.
Guión: Francis Coppola, William Kennedy (Novela: Jim Haskins).
Música: John Barry.
Fotografía: Stephen Goldblatt.
Reparto: Richard Gere, Diane Lane, Gregory Hines, Nicolas Cage, Bruce McVittie, Lonette McKee, Bob Hoskins, James Remar, Allen Garfield, Gwen Verdon, Tom Waits, Jennifer Grey, Laurence Fishburne, Fred Gwynne, Lisa Jane Persky, Joe Dallesandro, Gregory Rozakis, Sofia Coppola, Mario Van Peebles.

Nueva York, durante los alegres años veinte. Dixie Dwyer (Richard Gere) es un trompetista de talento que un día salva la vida de un gángster, Dutch Schultz (James Remar), quién en agradecimiento lo toma a su servicio. Sin embargo, ambos se sienten atraídos por la misma mujer, la atractiva Vera Cicero (Diane Lane), lo que generará fuertes tensiones entre ambos. Todos ellos y muchos más se encuentran o trabajan en el Cotton Club, el club de jazz más famoso de Harlem.

Partiendo de una novela de Jim Haskins, que contaba los años gloriosos del más famoso local de jazz de Nueva York, Coppola, que pasaba entonces por dificultades económicas, acepta el encargo de dirigir Cotton Club (1984). La productora encargó el guión a Mario Puzo, guionista de El Padrino (1972), pero a Coppola no le gustó el trabajo de Puzo y rehizo el guión junto con William Kennedy.

El resultado es un film coral donde el director juega con varias historia paralelas donde entremezcla la vida de algunos artistas del Cotton Club con la historia de la mafia que dominaba el mundo del espectáculo y el juego. El resultado, a nivel argumental, es una película quizá un poco larga de más, aunque bien resuelta por Coppola, que sabe dosificar los tiempos y mantener un ajustado equilibrio entre los números musicales que acompañan la acción y la base argumental que aborda el mundo del hampa y el drama romántico.

Sin embargo, a pesar de los buenos momentos y algunas secuencias de buen cine, resulta inevitable que nos surja la tentación de realizar algunos paralelismos con El Padrino, y este nuevo acercamiento al mundo de la mafia por parte de Coppola resulta mucho menos poderoso. Mientras en la obra maestra de Coppola, la mafia se nos presentaba con una visión de realismo absoluto, en Cotton Club los mafiosos parecen de opereta. Incluso Coppola se atreve a introducir algunos detalles cómicos que no terminan de cuajar del todo, dando una imagen un tanto ligera del mundo del crimen organizado.

Por otro lado, la sensación que uno tiene es que el guión pretende abarcar demasiado, con lo que parece que fue necesario simplificar y acortar algunos pasajes, dejando algunas historias un tanto cojas o no del todo bien desarrolladas. Habría sido necesario o un mayor metraje o una mayor simplificación de la historia para no tener a veces la impresión de que Coppola no ha podido terminar de contar la historia como hubiera querido.

Tampoco me terminó de convencer Richard Gere en el papel protagonista. Gere, que estaba consolidando entonces como el nuevo galán de Hollywood, si bien es verdad que tiene una presencia impecable, no es menos cierto que su trabajo deja mucho que desear, abusando ya de sus famosos tics interpretativos, bastante artificiosos. Coppola había querido poder contar con otro actor para ese papel, pero tuvo que contentarse con Richard Gere. Diane Lane, con una belleza deslumbrante, está mucho más inspirada que su compañero. Sin embargo, son los secundarios los que de verdad destacan en la película: desde Bob Hoskins, como propietario del Cotton Club, hasta Fred Gwynne, que encarna a su fiel amigo Frenchy Demange, o Gregory Hines, perfecto en la piel de un bailarín de claqué. También podemos ver a un joven Nicolas Cage, sobrino de Coppola, en una notable actuación como el hermano mafioso de Dixie.

Pero lo realmente interesante de Cotton Club es, desde mi punto de vista, la magnífica parte musical de la película, repleta de momentos geniales, números musicales fascinantes y preciosas coreografías, y todo ello filmado de manera perfecta. La película no abusa de estos números musicales, sino que los dosifica con inteligencia y los utiliza en los momentos justos, como en la lograda secuencia final, donde Coppola realiza uno de esos montajes paralelos entre el baile de Hines y el asesinato de Dutch Schultz, muy bien resuelto.

Sin una gran acogida en su momento, Cotton Club se puede apreciar hoy en día como un brillante film a medio camino entre el musical y el cine de gángsters. No llega a ser una crónica social de los años veinte y la época de la ley seca, pero aún así es una buena reconstrucción de parte de aquellos años.

La película fue nominada en los apartados de mejor dirección artística y mejor mantaje.

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