El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 9 de abril de 2015

Black Hawk derribado



Dirección: Ridley Scott.
Guión: Ken Nolan (Historia: Mark Bowden).
Música: Hans Zimmer.
Fotografía: Slawomir Idziak.
Reparto: Josh Hartnett, Eric Bana, Ewan McGregor, Tom Sizemore, William Fichtner, Sam Shepard, Brendan Sexton III, Jeremy Piven, Brian Van Holt, Carmine Giovinazzo, Ewen Bremner, Ron Eldard, Kim Coates, Hugh Dancy, Jason Isaacs, Orlando Bloom, Tom Guiry, Tom Hardy, Matthew Marsden, Nikolaj Coster-Waldau, Enrique Murciano.

Somalia, 1993. Con el fin de terminar con la guerra civil que sufre el país, soldados de élite norteamericanos son enviados a Mogadiscio con la misión de capturar al caudillo Aidid.

La historia siempre cambia según el bando del cronista. Y en el caso del cine bélico americano, ya sabemos dónde están los héroes, dónde la razón y dónde la verdad. Hollywood, desde siempre, se ha servido del género de guerra para hacer propaganda de sus tropas, de su ideología y de sus principios, aún a costa de falsear la verdad, mentir y manipular. Lo que pasa es que a veces el resultado era tan bueno que uno tendía a perdonar ciertas "licencias" como parte del espectáculo. Sin embargo, en muchas otras ocasiones, nada parece justificar ciertos ejercicios de glorificación de la labor del ejército americano, como es el caso de Black Hawk derribado (2001), un film impecable técnicamente pero muy criticable ideológicamente.

El film se basa en unos hechos reales ocurridos en Somalia durante las guerras civiles que asolaron el país a principios de los años noventa. Con la excusa de proteger a la población civil (según se nos cuenta en el prólogo de la película), el ejército americano intervino en el conflicto, lo que le sirve a Ridley Scott para montar un festival de cine bélico de nueva generación donde prima el tono documental, una puesta en escena de lo más cuidada y mucha violencia filmada con un virtuosismo que nos recuerda al mejor Spielberg de Salvar al soldado Ryan (1998). Desde el punto de vista visual, la película es casi perfecta, logrando que sintamos la guerra como si estuviéramos en ella.

El problema viene cuando se tiene que dar un sentido a tanta violencia, cuando hay que construir una historia que aguante el despliegue técnico y visual. Y por aquí es por donde Black Hawk derribado hace aguas miserablemente. Toda la modernidad de la puesta en escena se pierde con un planteamiento argumental anclado en los clichés más burdos y trillados del género, con redundancia en el valor más allá del deber, la camaradería entre las tropas (salvando pequeños desencuentros iniciales), el sacrificio, el honor y, lo peor de todo, una justificación de tanta barbarie y tanta matanza en la simple idea de ayudar al compañero. Y, claro está, esas escenas dramáticas, de dolor y valor sin límites se ven edulcoradas con una banda sonora un tanto empalagosa y cursi a cargo de Hans Zimmer. En el fondo, un film propagandístico más, de una torpeza ideológica manifiesta, que se revela en toda su crudeza y vulgaridad en la escena del general limpiando la sangre de un soldado vertida en el suelo. Una imagen, aquí sí, que vale más que mil palabras.

Por cierto, dentro de la tónica habitual en este tipo de películas, el enemigo es simple carne de cañón, cuando no una masa despiadada, sin alma ni conciencia. El dolor, el valor y el honor descansan sólo en un bando.

Pero además de un hilo argumental tan delgado como frágil, otro de los problemas de la película reside en su excesiva duración. Si visualmente la película es impactante en las escenas de acción, el hecho de que ésta se extienda durante la mayor parte de los ciento cuarenta minutos que dura la película termina por resultar un ejercicio agotador. Es verdad que Scott nos ofrece algunas escenas de calma, para que nos repongamos de tanta violencia, pero son a todas luces insuficientes, de manera que hacia la mitad de la película yo sufría ya una sobredosis de disparos y sangre, sintiéndome agotado y desesperado al no vislumbrar el final de tanta sacudida.

Película ambiciosa, con un reparto bien nutrido, Black Hawk derribado consiguió llevarse dos Oscars de sus cuatro nominaciones: mejor montaje y mejor sonido.

Para amantes de la acción pura y dura, muy bien filmada, es cierto, pero un tanto excesiva. Si eres de los que buscan algo más detrás de la acción, esta película te defraudará.

No hay comentarios:

Publicar un comentario