El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 11 de abril de 2015

Dos hombres contra el Oeste



Dirección: Blake Edwards.
Guión: Blake Edwards.
Música: Jerry Goldsmith.
Fotografía: Philip Lathrop.
Reparto: William Holden, Ryan O'Neal, Karl Malden, Lynn Carlin, Tom Skerritt, Joe Don Baker, Moses Gunn, Rachel Roberts, James Olson, Leora Dana, Victor French.

Ross Bodine (William Holden) y Frank Post (Ryan O'Neal), cansados de trabajar como vaqueros y seguir viviendo en la miseria, deciden un día atracar el banco del pueblo y huir a México con el botín. No cuentan con que su patrón, Walter Buckman (Karl Malden), decida que dicho robo no puede quedar impune.

Primera y última incursión de Blake Edwards en el mundo del western, donde además escribe también el guión. El resultado es un film irregular, curioso al menos.

Lejos del mundo de la comedia, tenemos la impresión de que el director se mueve en un terreno que no le resulta muy familiar. De hecho, Dos hombres contra el Oeste (1971) recurre en no pocos momentos y con su planteamiento general a un enfoque muy próximo a la comedia, en especial con los personajes principales: vaqueros amables, juerguistas y, en el caso del personaje de O'Neal, un tanto infantíl. En este sentido, la película puede recordarnos a El club social de Cheyenne (1970), curiosamente obra de otro director ajeno al género como era Gene Kelly. Sólo cuando llega la hora de pasar a la acción, Edwards se muestra más dramático, aunque sobrevuela siempre un tono amable en toda la cinta.

Y el caso es que los parecidos con otros westerns no terminan ahí. Si el tono recuerda a la película de Gene Kelly, las formas nos remiten directamente a Sam Peckinpah, con el recurso a la cámara lenta en las escenas de acción y la abundancia de sangre. Por si ello no fuera bastante, el tema de dos fugitivos perseguidos sin descanso nos hará acordarnos inevitablemente de Dos hombres y un destino (George Roy Hill, 1969).

En todas estas comparaciones, Edwards lleva las de peder.

Pero quizá el principal problema de la película sea su tremenda falta de ritmo. Las escenas se alargan interminablemente sin motivo, los diálogos a veces resultan cansinos, algunas secuencias parecen estar ahí casi de relleno y en otras uno espera que terminen ya y, por el contrario, el autor las estira sin que ello aporte nada especial a la historia. Si a ésto le añadimos que la película se alarga hasta los ciento nueve minutos, entenderemos que en algunos pasajes se nos haga cuesta arriba mantener en interés por las aventuras de los protagonistas.

Como pasa en muchas películas de tono parecido, el querer tratar de un modo ligero los acontecimientos, con cierta amabilidad, resta intensidad al drama y hace que veamos la película de un modo excesivamente relajado. Incluso cuando la tensión se hace patente, nos cuesta meternos en el drama y vivirlo con intensidad. Tampoco se logra librar Edwards de ciertos tópicos del género, con lo que muchas secuencias resultan demasiado previsibles y planas, al redundar en clichés algo forzados. El caso más evidente es el del personaje de O'Neal, al que, al ser joven, se le carga con un tono infantíl y que roza la caricatura.

Pero además, Edwards quiere nutrir la trama principal con otras secundarias, en principio para enriquecer a la primera y al film en general, se supone, pero lo único que hace es aumentar el metraje sin que esas tramas secundarias (pienso en la oposición de ganaderos con pastores de ovejas) lleguen a integrarse convenientemente con la principal.

Aún así, algunos instantes merecen la pena, si bien son pequeños detalles en un conjunto que no termina de resultar ni coherente del todo ni apasionante. Lo mejor, el reparto, con un soberbio William Holden acompañado por un Ryan O'Neal en la cima de su carrera. También podemos disfrutar de la presencia del gran Karl Malden, si bien resulta un tanto desaprovechado, limitándose a un rol muy secundario.

Dos hombres contra el Oeste (título castellano bastante ridículo) no deja de ser un film menor que poco aporta al género. Una incursión no muy exitosa en el western del irregular Blake Edwards.

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