El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 4 de octubre de 2015

Confesiones de una compradora compulsiva



Dirección: P.J. Hogan.
Guión: Tim Firth, Tracey Jackson (Novelas: Sophie Kinsella).
Música: James Newton Howard.
Fotografía: Jo Willems.
Reparto: Isla Fisher, Hugh Dancy, Krysten Ritter, Joan Cusack, John Goodman, John Lithgow, Kristin Scott Thomas, Julie Hagerty, Lynn Redgrave.

Rebecca Bloomwood (Isla Fisher) es una joven que sueña con trabajar en su revista de moda favorita. Y es que Rebecca es una gran entendida en ropa y complementos, sobre todo porque es una compradora compulsiva. Por casualidades de la vida, acabará trabajando para una revista de economía.

Aparentemente Confesiones de una compradora compulsiva (2009) es una de esas películas que tachamos de un plumazo sin más contemplaciones. Intuimos que se trata de una comedia superficial, algo pija y taquillera enfocada hacia adolescentes y asimilados. Y en realidad, si pensamos así no es que estemos muy desencaminados. Y sin embargo..., es una comedia que funciona. Empecé a verla uno de esos días en que no hay nada mejor que hacer, pero me enganchó por un comienzo original, alegre, algo alocado y, especialmente, por unos breves destellos de humor muy oportunos y bastante ingeniosos. Luego, el argumento se va acomodando a caminos más trillados, con la previsible y muy poco original historia de amor entre los protagonistas, pero siempre con esos detalles simpáticos y la alegre presencia de Isla Fisher, sin duda el alma de la película.

Como decía, Confesiones de una compradora compulsiva es lo que parece: una comedia superficial y un tanto pija. Sin embargo, no se queda solamente en eso, sino que el guión consigue darle un tono alocado y, sobre todo, crear situaciones originales (los maniquíes que hablan son el mejor ejemplo) y diálogos llenos de ingenio que elevan sin duda el nivel y nos regalan algunas escenas realmente divertidas y originales. El acierto, además, está en que la protagonista, que es una consumista un tanto pija, nos cae bien desde el principio. Parece una chica superficial, se comporta como tal, pero es simpática, tiene ángel y es muy natural. Y eso es fundamental para que su historia nos enganche, para que estemos de su lado incluso en sus mentiras más idiotas. Y es que Rebecca se hace querer, así de sencillo.

Si buscamos algún mensaje en la película, éste iría en el sentido de criticar a la sociedad de consumo, el materialismo y la superficialidad. Sin embargo, creo que no es lo fundamental. Pienso que no debemos darle demasiadas vueltas a la historia, al mensaje. Para mí, no es necesario justificar el qué quiere trasmitir la película. Y es que todo es realmente básico, no se trata de una crítica profunda al capitalismo o al mundo de la moda (y eso que las críticas existen), es simplemente un juego que busca divertirnos, una comedia sencilla sin demasiadas pretensiones. Y como tal, funciona.

Quizá donde resulta menos lograda es en su apartado romántico: la historia de amor entre Rebecca y Luke (Hugh Dancy) es demasiado obvia y no tiene la chispa ni la imaginación de la otra vertiente del film. Sabemos de antemano lo que va a suceder y, además, el enamoramiento está en un segundo plano durante toda la película. Es quizá más relevante incluso la relación Rebecca con su compañera de piso Suze (Kristen Ritter).

En lo que sí que funciona de maravilla la película es cuanto al reparto. Isla Fisher resulta una encantadora y alocada compradora compulsiva a la que es difícil no cogerle cariño. Hugh Dancy, si bien es mucho menos expresivo y vital que Isla, compone un empresario cercano, alejado del tipo empalagoso de guaperas perfecto. Y los secundarios (John Goodman, Kristen Ritter, Kristin Scott Thomas o Joan Cusack) cumplen sus cometidos con absoluta perfección. Un reparto culpable, sin duda, de que la historia funcione tan bien.

Dentro del panorama actual, donde es verdad que el nivel no es muy alto, Confesiones de una compradora compulsiva termina por ofrecernos un buen rato de entretenimiento sencillo, sin muchas pretensiones, pero bien planificado y con un guión con la suficiente chispa para sorprendernos y divertirnos sin complicaciones.

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