El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 5 de noviembre de 2015

En el valle de Elah



Dirección: Paul Haggis.
Guión: Paul Haggis (Historia: Paul Haggis, Mark Boal).
Música: Mark Isham.
Fotografía: Roger Deakins.
Reparto: Tommy Lee Jones, Charlize Theron, Susan Sarandon, Jason Patric, James Franco, Josh Brolin, Wes Chatham, Rick Gonzalez, Jonathan Tucker, Jake McLaughlin, Victor Wolf.

Mike, el hijo de Hank Deerfield (Tommy Lee Jones), un veterano de guerra, regresa de la Guerra de Iraq y, misteriosamente, desaparece de su base sin permiso. Hank, sorprendido y preocupado, decide presentarse allí e investigar personalmente la desaparición de su hijo.

Tras el éxito de Crash (Colisión), Paul Haggis se embarcó en este proyecto del que él mismo es guionista. La película quedó muy lejos en taquilla de su obra anterior. Tal vez porque es un film un tanto pesimista y muy crítico con algunos detalles de los militares y las recientes guerras norteamericanas.

Hay que reconocer el valor y el mérito de Haggis a embarcarse en un film que va un tanto contra corriente de ese cine comercial de films de acción tan fáciles de hacer y con resultados asegurados para la taquilla. Por ello, aplaudo la decisión de Haggis y hemos de valorar en su justa medida esta elección.

En el valle de Elah (2007) cuenta la búsqueda de un padre de su hijo desaparecido y, aunque el argumento incluya una investigación policial, no hemos de dejarnos confundir por ese detalle pensando que estamos ante un thriller al uso. La historia no va por ahí. De hecho, pronto descubrimos que Mike ha muerto asesinado, dejando ya aparcado un posible punto de interés narrativo. Solamente queda por averiguar quién y por qué mató al soldado, pero incluso ese detalle acaba por resultar secundario. La clave del film, su esencia, es adentrarnos en el dolor de un padre (y de una madre, aunque de un modo más secundario) y su lucha por intentar comprender qué salió mal, si podría haber evitado de alguna manera el comportamiento de su hijo, que va conociendo mientras intenta aclarar lo ocurrido. Porque Hank, en su búsqueda, comienza a descubrir a un hijo diferente del que él conocía; un joven amargado por la guerra, adicto a las drogas y con rasgos de crueldad impensables en alguien a quién creía conocer bien. Poco a poco, la fotografía que va componiéndose de Mike es la un hombre casi desconocido para su padre. ¿Podía haber hecho algo más por su hijo?, ¿por qué no vio las señales del cambio a tiempo o no las valoró como debía? El viaje que emprendemos junto a Hank es muy descorazonador. Al mismo tiempo que él, vamos descubriendo los traumas que la guerra deja en las mentes aún infantiles de unos soldados que no han de pelear de una manera heroica, sino en un país desolado que los odia y al que odian y donde combaten sus miedos por medio de una huída hacia adelante de violencia gratuita, drogas y alcohol.

La crítica hacia estas guerras modernas de los Estados Unidos es brutal, dejando una sensación de amargura y dolor a partes iguales, perfectamente reflejadas en el rostro ajado de un grandísimo Lee Jones. Sin duda, él soporta todo el peso de la cinta y lo hace con una naturalidad conmovedora. También habría que mencionar el gran trabajo de Susan Sarandon, por desgracia bastante desaprovechada, pues su papel es demasiado corto, casi secundario, a pesar de la conmovedora secuencia en que va a ver el cadáver de su hijo.

Sin embargo, todas las buenas intenciones de Paul Haggis pierden algo de fuerza con algunos detalles que quizá podrían haberse evitado. Por un lado, el personaje de Charlize Theron parece metido en el argumento de un modo un tanto forzado, por esa manía de tener que contar con una protagonista femenina; y si es atractiva, mejor. Tampoco ayuda mucho a la película su excesiva duración, con algunas escenas que podrían haberse acortado, con lo que se evitarían algunos momentos en que el film se hace algo pesado, tal vez por la excesiva redundancia en ciertas escenas donde se pretende reflejar la soledad y el dolor de Hank y que terminan por resultar demasiado parecidas entre sí.

Tampoco me gustó especialmente esa manía de algunos directores por dejar detalles aquí y allá en sus películas que después vuelven a aparecer como elementos dramáticos que intentan cerrar un círculo emocional o narrativo. El caso de la bandera que hondea hacia abajo, al comienzo del film, sería el caso más representativo. Si bien no se puede negar cierta carga dramática, ese tipo de efectos convierten a una idea de film natural y verídico en algo más peliculero, con lo que termina por ser un tanto contraproducente. Incluso la sonrisa final en el rostro de Hank, cuando contempla la foto de su hijo de nuevo en el marco, está de más. Si lo que se pretendía era dulcificar el final, creo que se trata más de un error que de un acierto. La película es triste, es dolorosa, y así debe ser hasta el final.

Aún así, y a pesar de esos pequeños detalles, En el valle de Elah resulta una película más que interesante, con una muy inteligente reflexión sobre las guerras y sus secuelas y, sobre todo, una hermosa y dolorosa reflexión sobre las consecuencias de la pérdida de un ser querido y cómo todo ello puede derrumbar el mundo y las vidas de cualquiera de manera irremediable.

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