El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 29 de enero de 2015

Vaya par de productorex



Dirección: Stephen Surjik.
Guión: Phil Hughes, Pete Hewitt, Jamie Minoprio, Jonathan Stern.
Música: Murray Gold.
Fotografía: Crighton Bone.
Reparto: Tom Riley, Tom Burke, Carmen Electra, Michelle Ryan, Eddie Marsan, Mackenzie Crook, Jimmy Carr, Simon Woods.

Dos jóvenes amigos, estudiantes de cine, sueñan con poder rodar su primera película.
Sin embargo, todas las puertas parecen cerradas salvo una: una productora de películas porno; pero para tener una oportunidad deberán convencer a Candy Fiveways (Carmen Electra), una célebre estrella porno, para que protagonice su película.

Vaya par de productorex (2007) podría catalogarse como la típica comedia de adolescentes norteamericana si no fuera por un pequeño detalle: es un film británico. Ello le da un ligero toque que, para mi gusto, la sitúa un peldaño por encima de las típicas comedias de Hollywood sobre jóvenes y sexo. Aún así, tampoco estamos ante una película de nivel ni mucho menos.

El argumento no es un derroche de originalidad. Desde el principio la idea está clara: aprovechar las posibilidades cómicas que ofrece un tema tan manoseado (perdón por la imagen) como es el sexo, y encima centrándose en jóvenes un tanto inexpertos. Prepárense para ver algunas niñas bonitas, escenas picantes y juegos con el tema de las relaciones sexuales. Nada nuevo. Y es que parece ser que mucha gente sigue pensando que lo mejor para hacer comedias graciosas es hacer bromas sobre el sexo.

Por lo tanto, no es que la cosa sea demasiado original. Muchas situaciones se pueden anticipar fácilmente pero, y esto es lo importante, la película contiene pequeños momentos de inspiración que sí que funcionan realmente bien; son breves oasis en medio de un desarrollo un tanto plano, pero que tiene realmente gracia y demuestran que, con un poco de inspiración, el tema aún puede dar bastante de sí.

Tampoco los personajes principales están demasiado logrados, limitándose a mostrarnos a unos jóvenes más o menos estereotipados dónde es fácil adivinar sus miedos, sus debilidades y sus motivaciones. Solamente algún personaje secundario aporta un ligero aire fresco al cóctel.

Lo peor de todo, sin embargo, es que la película decide dejar de lado cualquier posibilidad realmente transgresora y opta por un final un tanto anodino y bastante previsible que no termina de funcionar. Y es que uno echa de menos algo más rompedor, más alocado, que pudiera cerrar con cierta originalidad un argumento no precisamente sorprendente. No entiendo esa especie de obsesión de algunos guionistas en atarlo todo en un bonito paquete, aunque quede un regalo tan aburrido como insípido.

Vaya par de productorex es una película simple, quizá demasiado, Y es una pena porque pienso que en el fondo podría haber dado lugar a algo mejor de lo que finalmente es. Lo mejor, esos pequeños detalles que me permitieron reírme con ganas en un par de ocasiones, algo que no suele sucederme con este tipo de películas. Lástima que no sean más que breves destellos de inspiración.

Marcado a fuego



Dirección: Rudolph Maté.
Guión: Sydney Boehm (Novela: Max Brand).
Música: Roy Webb.
Fotografía: Charles Lang.
Reparto: Alan Ladd, Mona Freeman, Charles Bickford, Robert Keith, Joseph Calleia, Peter Hansen, Tom Tully.

Choya (Alan Ladd), un pistolero sin fortuna, conoce a un forajido que lo convence para que se haga pasar por el hijo de un rico ganadero que fue secuestrado de niño y poder, de esta manera, hacerse con un buen botín.

Marcado por el fuego (1950) es un film típico de la denominada serie B, y con esto ya podría quedar dicho todo. La película, cuyo título ya nos anuncia el melodrama poderoso que encierra en sus entrañas, es de una simplicidad bastante evidente.

El comienzo, sin embargo, promete un poco más de lo que luego nos ofrece el guión de Sydney Boehm, que ya no debió parecer gran cosa en su momento pero al que el paso del tiempo ha afectado demasiado, convirtiendo la historia en un drama un tanto ridículo e infumable. De hecho, el encorsetar  la historia en el género del western queda un tanto forzada, pues el argumento se presta más a otro tipo de géneros.

Como decimos, el comienzo de la película es quizá lo único salvable, mientras Alan Ladd encarna al villano que intenta estafar a una familia que ha visto como secuestraban a su hijo varón con sólo cinco años de edad. Sin embargo, pronto el guión toma un giro moralista y edificante que sumerge la película en una espiral bastante patética. Choya empieza a sentirse mal en su papel de estafador, como no podía ser de otra manera al ser el héroe de la cinta,  y termina por convertirse en una especie ángel benefactor dispuesto a todo para reunir de nuevo al hijo perdido con su familia. Aquí la historia ya pierde el norte definitivamente y asistimos a giros argumentales bastante rebuscados, secuencias del todo increíbles, huídas inverosímiles y conversaciones de una vulgaridad y una torpeza alarmantes.

El final, precipitado y torpe, con los protagonistas a punto de llorar conmovidos por el discurso ramplón y sensiblero del pistolero arrepentido, es para enmarcar como ejemplo de un cine burdo y elemental que se ha quedado del todo desfasado.

Lo único que realmente puede salvarse de la película es su reparto más o menos convincente. Y digo más o menos porque, por nombres, Marcado por el fuego tiene actores de cierto peso, si bien ninguno termina de resultar convincente, marcados todos por un guión tan pobre y una absoluta falta de definición de los personajes, enmarcados en estereotipos un tanto torpes.

Dirige el engendro Rudolph Maté, al que le habría ido mejor si se hubiera quedado en director de fotografía, donde podemos recordarlo en películas como Ser o no ser (Ernst Lubitsch, 1942) o Gilda (Charles Vidor, 1946).

Definitivamente, una película que no hace mucho por el western y de la que es mejor pasar directamente.