El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 31 de enero de 2016

Super 8



Dirección: J. J. Abrams.
Guión: J. J. Abrams.
Música: Michael Giacchino.
Fotografía: Larry Fong.
Reparto: Joel Courtney, Riley Griffiths, Elle Fanning, Ryan Lee, Gabriel Basso, Zach Mills, Kyle Chandler, Ron Eldard, Noah Emmerich, David Gallagher, Glynn Turman, Amanda Michalka.

1979, Lillian (Ohio): tras perder a su madre en un accidente laboral, el joven Joe Lamb (Joel Courtney) está filmando con su pandilla de amigos una película de zombies cuando son testigos de un terrible accidente de un tren militar. Es el comienzo de una serie de extraños sucesos que tendrán lugar en el pueblo.

Super 8 (2011) está producida nada menos que por Steven Spielberg y su productora Amblin. Sirva esta aclaración como explicación y justificación de la vertiginosa y fantástica sucesión de explosiones, carreras, desapariciones misteriosas, huídas en la noche, detenciones, extraños cubos, misteriosas criaturas y amores juveniles que desfilan ante nuestros ojos en un espectáculo desbocado e inigualable, marca de la factoría Spielberg.

El guión y la dirección son, sin embargo, obra de J. J. Abrams, que demuestra una soltura a la hora de llevar esta aventura que es para quitarse el sombrero.

Super 8 cuenta como un grupo de amigos, intentando filmar una película casera para un festival de cine amateur, se ven envueltos en una misteriosa historia donde los militares parecen tener mucho que ver. A base de una acción que va en aumento progresivamente, vamos descubriendo, a la vez que nuestros protagonistas, la presencia de algo o alguien misterioso y amenazador, capaz de provocar cortes de luz, la huída de los perros del pueblo y la desaparición de muchas personas. La intriga, muy bien aderezada con insinuaciones que nunca desvelan del todo el misterio, no nos va a dejar respirar tranquilos hasta el mismo desenlace final, pegándonos a la butaca sin remedio, incapaces de levantarnos ni para tomar un vaso de agua.

Sin embargo, lo que hace de esta película algo mucho más entrañable que un fascinante e intrigante film de aventuras es la capacidad de la historia de conmovernos a través de los sentimientos de los jóvenes protagonistas. Y es que al tiempo que viven esta fascinante aventura exterior, son también víctimas y protagonistas de otras muchas aventuras interiores. En primer lugar, la muerte de la madre de Joe, que marca la relación con su padre Jack (Kyle Chandler) y le hace madurar de pronto. Pero Joe también descubrirá el amor al conocer más estrechamente a la hermosa Alice (Elle Fanning), lo que provocará los celos de su mejor amigo, Charles (Riley Griffiths). Son estas relaciones la base real de la película, quedando la aventura propiamente dicha en un segundo plano, al menos desde mi punto de vista. Y es que películas de aventuras hay muchas, pero el acierto del guión de Abrams es haber sabido dar forma a las relaciones de los protagonistas, más allá de limitarse a dibujarlos más o menos convincentemente. Así, asistimos a su madurez, al descubrimiento de nuevas sensaciones, a cómo van tomando las riendas de sus vidas, como se enfrentan a unos padres que no tienen tiempo de entenderlos y de escucharlos. Sin duda, es lo más sincero y lo más conmovedor de toda la película, dejándonos algunas escenas entre Joe y Alice para enmarcar, por su sinceridad y su emoción a flor de piel.

La parte fantástica no deja de ser un poco surrealista. Incluso el desenlace final necesita de nuestra benevolencia para que obviemos muchas lagunas argumentales. Pero quizá todo eso sea lo de menos. La película nos ha permitido disfrutar, como niños, de un espectáculo maravilloso, de un cine de palomitas de muchos quilates, un espectáculo que inevitablemente nos recordará a E.T. (1982), algo que el propio Spielberg reconoció al admitir que esta historia contenía ideas no filmadas en su película, y naturalmente a Los Goonies (1985) y ese cine juvenil tan encantador de los años ochenta.

Los jóvenes protagonistas además están muy bien interpretados por unos actores que consiguen hacer del todo creíbles a sus personajes, con actuaciones más que destacadas, en especial por parte de Joel Courtney y Elle Fanning, realmente conmovedores ambos.

Una película sin duda muy recomendable, entretenida, bien filmada, llena de energía y emoción y, además, con personajes de carne y hueso que nos conquistarán muy sinceramente.

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