El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 10 de febrero de 2016

Tienda de locos




Dirección: Charles Riesner.
Guión: Sid Kuller, Hal Filmberg y Ray Golden.
Música: Sid Kuller, Ray Golden, Hal Borne, Milton Drake y Artie Shaw.
Fotografía: Charles Lawton.
Reparto: Groucho Marx, Chico Marx, Harpo Marx, Tony Martin, Virginia Grey, Margaret Dumont, Douglass Dumbrille, Virginia O'Brien, Henry Armetta.

Tommy Rogers (Tony Martin), un conocido cantante, acaba de heredar la mirad de los Almacenes Phelps, pensando vender su parte para costear una reforma de un conservatorio de música. Temiendo que su vida corra peligro, la otra heredera de los almacenes, Martha Phelps (Margaret Dumont), decide contratar a un detective privado que lo proteja.

Tienda de locos (1941) iba a ser la última película de los Hermanos Marx en el cine. De hecho, ellos mismos así lo anunciaron antes del rodaje de la película. Los Marx ya tenían cierta edad y económicamente no necesitaban seguir haciendo películas, algo de lo que parecían ya cansados. Solamente la penosa situación económica de Chico hizo que decidieran rodar dos películas más, Una noche en Casablanca (Archie Mayo, 1946) y Amor en conserva (David Miller, 1949), con la presencia de Marilyn Monroe, lo que llevaba a Groucho a afirmar que ellos eran sus verdaderos descubridores.

Tienda de locos pertenece a la etapa de los Marx en la Metro. Como es sabido, bajo esta productora sus películas se domesticaron bastante, con unos guiones más estructurados y donde a sus locuras siempre les acompañaba ya una historia romántica. Para muchos, todo ello amordazó un poco su humor más salvaje e irreverente de la etapa de sus primeros films con la Paramount.

Y la verdad es que el guión de Tienda de locos no es muy diferente de otros anteriores, con los Hermanos Marx intentando ayudar a una pareja de enamorados en apuros, en este caso el heredero de unos grandes almacenes y su novia Joan (Virginia Grey), una empleada de los mismos. Este escueto argumento es el pretexto para que se desplieguen todas las locuras y bromas de los Marx, amén de una espectacular secuencia de persecuciones en los almacenes que es la culminación de todas las bromas desatadas por los cómicos.

Sin ser una de las más memorables películas de los Marx, Tienda de locos tiene algunas secuencias dignas de ser recordadas, como aquella en el despacho del detective Wolf J. Flywheel (Groucho) o la mencionada de la persecución final, además de algunas geniales frases del siempre sorprendente Groucho (Solo lo barato no sale caro). Y tampoco debemos olvidar el conocido coqueteo de Groucho con la maravillosa Margaret Dumont.

También es cierto que en este caso los números musicales son más numerosos y extensos que en otras películas, algo que no me encanta precisamente, además de ser donde más se nota el envejecimiento de la película. Sin duda, eran un elemento que servía para alargar la cinta, además de sacar partido a la presencia de Tony Martin, famoso cantante norteamericano.

Sin embargo, lo que es evidente es que, a pesar del tiempo transcurrido, aún hoy en día el humor surrealista y disparatado de los Marx sigue resultando fresco, sorprendente y maravilloso. Un humor personal e irrepetible que nadie ha sido capaz de imitar.

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