El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 18 de junio de 2016

Carta de una desconocida



Dirección: Max Ophüls.
Guión: Howard Koch (Relato: Stefan Zweig).
Música: Daniele Amfitheatrof.
Fotografía: Franz Planer.
Reparto: Joan Fontaine, Louis Jourdan, Mady Christians, Marcel Journey, Art Smith, Carol Yorke.

Lisa Berndle (Joan Fontaine) es todavía una adolescente cuando un joven pianista, Stefan Brand (Louis Jourdan), se muda a su mismo inmueble. Fascinada por su música, Lisa se enamorará perdidamente de Stefan cuando finalmente lo conoce.

Estamos ante uno de esos dramas románticos imperecederos que nos deja un tremendo poso de tristeza por el fatal desenlace de una historia marcada desde el comienzo por la tragedia. Y es que el relato, narrado en un largo flash-back, ya nos avisa, al comienzo de la película, que cuando Stefan lea la carta de Lisa, ella puede ya estar muerta.

La historia es sencilla: Lisa se enamora perdidamente de su vecino siendo aún una chiquilla. Pero lo que podría ser un amor pasajero e infantil, se convierte en un amor eterno y absoluto que ella alimenta sin descanso. Cuando al fin Lisa alcance la mayoría de edad, volverá en busca de Stefan y vivirá con él un corto pero intenso romance, fruto del cuál ella dará a luz a un hijo de ambos. Pero el pianista, alocado y mujeriego, desaparecerá de la vida de Lisa sin saber siquiera que está embarazada. Solo mucho tiempo después volverán a coincidir, pero él no recuerda quien es esa mujer que le resulta tan familiar como atractiva. La muerte de ella y un duelo del que sabemos que Stefan no saldrá bien parado pondrá el punto y final a un drama colosal.

Hay que destacar, naturalmente, la elegante y cuidada puesta en escena de Max Ophüls, un director especializado en este tipo de temática y caracterizado por su cuidada ambientación y un gusto exquisito por el detalle. El director crea un universo elegante y sofisticado donde nada se deja al azar. Maneja además con gran cuidado tanto los movimientos de la cámara como los encuadres y el ritmo de la película, recreándose especialmente en el idilio de los protagonistas, donde nos ofrece los mejores momentos de la película.

Sin embargo, parece evidente que el paso del tiempo ha dejado algunas huellas en el argumento. Visto con cierta frialdad, el enamoramiento de Lisa no parece del todo justificado y hasta podría parecer, en algún momento, un comportamiento un tanto obsesivo. Algo que podría justificarse por el tono abiertamente trágico de la historia, más cercana a una visión de un romanticismo desatado que a una historia de tintes más reales. Y es que todo en la película parece marcado por un signo trágico que los protagonistas no parecen poder controlar.

Resulta interesante también la economía de medios y tiempo que emplea el director para retratar a los personajes principales. Hay muchos detalles que no quedan del todo explicados, con lo que tendremos que completar el cuadro nosotros mismos, en función lo que nos sugieran las imágenes. Lisa se nos presenta como una joven romántica que idealiza la figura de Stefan, pero tampoco el guión aporta muchos más detalles de su personalidad, salvo una pasión que se impone por encima de cualquier otra consideración. Y en cuanto al pianista, intuimos una vida de placeres un tanto irresponsable, pero también algunos detalles revelan a una persona sensible y algo atormentada, infeliz en lo más profundo de sí mismo.

No sé si la elección de los protagonistas es la más acertada para dar vida a ambos personajes. En el caso de Joan Fontaine creo que sí, aportando un aire frágil y desvalido a su personaje, además de un aire romántico realmente especial. Sin embargo, Louis Jourdan, a pesar de un atractivo que cuadra muy bien con su personaje, me parece un actor sin carisma y un tanto plano, que no aporta demasiada fuerza a su personaje.

Carta de una desconocida (1948), a pesar de ciertas huellas por el paso del tiempo, creo que sigue siendo un buen ejemplo de cine trágico, donde la felicidad de los protagonistas es tan efímera como inevitable su fracaso. Lo mejor, la elegancia de la puesta en escena. Un clásico del género para románticos empedernidos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario