El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 17 de septiembre de 2016

Argo



Dirección: Ben Affleck.
Guión: Chris Terrio.
Música: Alexandre Desplat.
Fotografía: Rodrigo Prieto.
Reparto: Ben Affleck, John Goodman, Alan Arkin, Bryan Cranston, Taylor Schilling, Kyle Chandler, Victor Garber, Michael Cassidy, Clea DuVall, Rory Cochrane, Scoot McNair.

Irán, 1979: tras la victoria del Ayatolá Jomeini, las relaciones con Estados Unidos se vuelven muy tensas hasta el punto que la Embajada de Estados Unidos en Teherán será asaltada por los seguidores del nuevo líder del país en represalia por el asilo otorgado por los Estados Unidos al depuesto Sha. Sin embargo, seis norteamericanos logran escapar en el último momento, refugiándose en el domicilio del embajador canadiense. La CIA estudiará entonces la manera de sacarlos de Irán.

Tercera película tras las cámaras de Ben Affleck y premio gordo: Oscar a la mejor película del año, además de dos recompensas más al mejor guión adaptado y mejor montaje, de un total de siete nominaciones. Parece claro que al actor se le da mejor ponerse tras la cámara que delante.

Argo (2012) es un film que recréa un oscuro episodio del imperialismo norteamericano. Sin embargo, hemos de reconocer que uno de los aciertos de Argo es el tratamiento bastante equilibrado que da la situación política de ese conflicto, huyendo de los discursos moralistas al uso. Asi, los americanos no son presentados como los maravillosos defensores de la libertad y todo ese rollo. Ya en el prólogo de la historia queda claro que fueron los intereses económicos norteamericanos los que llevaron a colocar en Irán a un títere como el Sha. Pero también es cierto que la dictadura de Jomeini no fue precisamente un dechado de virtudes. Desde el punto de vista histórico, la película se presenta bastante exacta y equilibrada.

Dicho esto, lo primero que me gustaría destacar es la magnífica puesta en escena, con una recreación de la época perfecta, de tal manera que en algunas escenas se podría llegar a pensar que estamos viendo un documental. Incluso la elección de los actores me pareció excelente, lejos de otras cintas históricas donde se realiza una notable idealización estética de los protagonistas. La sensación de realismo es total, desde la vestimenta hasta los peinados. Soberbia pues la puesta en escena, apoyada por una fotografía sobresaliente.

Y si Ben Affleck es un actor bastante inexpresivo y hasta soso, es admirable comprobar su transformación cuando se pone a dirigir. Y es que uno de los mayores logros de Argo reside en el trabajo del director, consiguiendo un film dinámico, ágil, preciso y con las dosis de emoción justas, sin necesidad de exagerar nada y, al tiempo, sin perder jamás una tensión que recorre la cinta de arriba abajo y cobra su mayor expresión en la secuencia del aeropuerto. Es cierto que notamos, en esas escenas, una cierta concesión al espectáculo y, en realidad, la salida de los seis norteamericanos de Irán no fue tan aparatosa como se cuenta en el film. Bien, son licencias poéticas que se pueden tolerar, pues no llegan a ser excesivas y hemos de reconocer, también, que no se trata de un documental, sino de una ficción con unas reglas claras en cuanto a emoción y narración. Creo que el resultado justifica plenamente esas libertades.

Sin embargo, lo que sí que me pareció que sobraba fue el largo epílogo de la historia. Largo por tener la impresión de que era un añadido innecesario, no por su duración real. Daba la impresión de que el director tenía como pena de terminar el relato y se agarraba a él con unas escenas que ya no aportaban gran cosa.

A pesar de ello, creo que Argo funciona perfectamente como thriller histórico y consigue además un muy buen equilibrio entre la intención de ser riguroso y la necesidad de entretener y emocionar al espectador. Sin duda un trabajo notable de un actor no muy bueno que puede encontrar su verdadero lugar lejos de los primeros planos.

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