El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 23 de abril de 2016

La noche es nuestra



Dirección: James Gray.
Guión: James Gray.
Música: Wojciech Kilar.
Fotografía: Joaquín Baca-Asay.
Reparto: Joaquin Phoenix, Mark Wahlberg, Eva Mendes, Robert Duvall, Danny Hoch, Alex Veadov, Oleg Taktarov, Dominic Colon, Joe D'Onofrio, Antoni Corone, Moni Moshonov.

Bobby Green (Joaquin Phoenix) es el encargado de un local de moda en Brooklyn propiedad de un ruso al que la policía investiga en relación con el tráfico de drogas. Lo que Bobby oculta a su jefe y a sus amigos es que su padre y su hermano pertenecen a la policía de Nueva York y le presionan además para que colabore con ellos en la lucha contra el narcotráfico.

La noche es nuestra concitó en su momento un buen número de críticas bastante dispares. Desde las más elogiosas, alabando un film con muchos elementos clásicos; hasta las más demoledoras, ahondando en las irregularidades de la cinta. Sin decantarme claramente por ningún bando, mi impresión se acerca más al grupo de los críticos.

La noche es nuestra (2007) se presenta como un film policíaco más, con la trama de lucha contra el narcotráfico, tantas veces vista, como elemento de tensión principal. Sin embargo, tal vez en busca de un enfoque diferente y un punto de vista más dramático, el guión mete de por medio un drama familiar que termina por ser el eje principal de la película. El principal problema que encuentro es que el conflicto familiar entre Joseph (Mark Wahlberg), el policía e hijo modélico, y Bobby, la oveja negra, carece de la fuerza suficiente como para implicarnos y emocionarnos decididamente en él. Y ello por culpa de un guión que no termina de dibujar en profundidad y con la entidad suficiente a los protagonistas, limitándose a un esquemático diseño que deja más sombras que luces y que, en mi caso, me impidió vivir ese conflicto con el interés que hubiera sido necesario. En especial, la transformación de Bobby, si bien se comprende, not termina de resultar tan convincente como me hubiera gustado. Todo queda un poco cogido por alfileres.

Y al fallar ese elemento, toda la película se resiente. Está claro que el film contiene momentos muy interesantes y algunas escenas están filmadas con originalidad, apoyándose en una muy interesante fotografía. Pero si nos falta la emoción...

Y si el guión falla con los protagonistas, tampoco se muestra muy acertado con los malos. Y está claro que la fuerza de una historia radica muy a menudo en la fuerza de sus villanos. En este caso, ninguno de ellos llega a parecer lo bastante peligroso como para asustarnos realmente. O quizá se deba a que el guión se orienta demasiado hacia los problemas de los protagonistas, dejando un tanto de lado la definición de los villanos. Incluso el viejo Marat (Moni Moshonov) parece un amable abuelito incapaz de hacer daño a nadie. Es el riesgo de jugar al despiste, dejando la sorpresa para el desenlace final.

Si además de estas lagunas del guión le añadimos unos diálogos muy poco impactantes, el resultado es que la intriga de la película me dejó bastante indiferente, pasando las escenas más cruciales de la historia sin llegar a atraparme en el drama de los personajes.

Y tampoco la dirección de James Gray me resultó del todo convincente. Su trabajo es correcto, pero un tanto impersonal. En ningún momento me llegó a trasmitir la tensión del momento ni tampoco me sentí conmovido, sino más bien sorprendido, en algunos de los momentos más dramáticos de la película. Su recurso a los movimientos nerviosos de la cámara en las escenas de acción, además de estar ya muy vistos, tan solo aportaban cierta confusión a dichas escenas.

La elección de los actores no es ni buena ni mala. Personalmente, ninguno de los dos protagonistas me convencen, si bien sus trabajos no son malos. Es algo personal, pero no les encuentro demasiado carisma. Robert Duvall aporta una veteranía que se agradece y Eva Mendes es más una figura decorativa que otra cosa. El resto de secundarios se mantienen en la línea de toda la película: no destacan por nada en concreto, pero no se puede decir que desentonen.

En resumen, La noche es nuestra resulta un film más de policías, sin nada en particular que justifique, desde mi punto de vista, algunas críticas demasiado buenas que he visto por ahí. Su principal defecto es un guión que se queda en la superficie de los personajes y sus conflictos, de ahí que no funcione del todo. Tampoco es un film desdeñable. Simplemente, lo calificaría como un buen pasatiempo, quizá un poco excesivo en su duración, sin más.

jueves, 14 de abril de 2016

Rambo: Acorralado Parte II (Rambo 2)



Dirección: George Pan Cosmatos.
Guión: Sylvester Stallone y James Cameron.
Música: Jerry Goldsmith.
Fotografía: Jack Cardiff.
Reparto: Sylvester Stallone, Richard Crenna, Steven Berkoff, Charles Napier, Julia Nickson-Soul, Martin Kove.

Mientras John Rambo (Sylvester Stallone) cumple condena por la violencia desatada en Hope, recibe la visita del coronel Trautman (Richard Crenna) que le propone una nueva misión a cambio de salir de la prisión: volver a Vietnam en busca de prisioneros de guerra norteamericanos.

Tras el éxito de Acorralado (Ted Kotcheff, 1982), Stallone de embarca en una continuación de aquella película. El guión lo escribe James Cameron, si bien el actor decide cambiar algunas partes del mismo, algo que no gustaría demasiado a Cameron, que declararía que finalmente a él habría que atribuirle las escenas de acción, pero que la parte más comprometida políticamente era obra de Stallone.

Lo que es evidente, es que esta segunda entrega tiene un espíritu totalmente distinto de la primera. Si en Acorralado el guión se acercaba a los traumas de los veteranos del Vietnam y sus problemas para adaptarse a la vida civil, en esta película lo que se busca es una mera revancha. La Guerra de Vietnam fue una espina dolorosa clavada en el orgullo del pueblo norteamericano, la primera gran derrota militar de ese país. Por tanto, en plena era Ronald Reagan (cuya fotografía se puede ver en un par de escenas), Rambo 2 pretende, a su manera, reescribir la historia ofreciendo una cumplida revancha de aquella derrota nunca asimilada; esta vez, además, a manos de un solo hombre: Rambo. El solito se encarga de rescatar a unos prisioneros americanos y mandar al otro mundo a vietnamitas y soviéticos a la vez, los enemigos jurados de Estados Unidos en los años ochenta.

El corte militarista, el mensaje revanchista y un aire un tanto fascista son pues las señas de identidad de esta película, mero vehículo propagandístico hecho para la mayor gloria de Sylvester Stallone, convertido de nuevo en un militar casi indestructible, que se dedica a lucir su impresionante musculatura mientras defiende, a su manera, una visión muy simplificada del honor, el deber y la lealtad a su país. Y es que en Rambo 2 no hay lugar para sutilezas: los soldados son los auténticos héroes; personas que lo dieron todo por su patria y a los que la política ha traicionado, olvidándolos y engañándolos. Pero si los políticos no son muy bien tratados, los enemigos de Estados Unidos son, sencillamente, el demonio. Tanto los vietnamitas como los soviéticos aparecen como seres crueles, inhumanos, traicioneros y sanguinarios, además de tener una apariencia no muy atractiva en el caso de los asiáticos. La visión sectaria es tan evidente como superficial y torpe.

Si dejamos de lado los aspectos panfletarios, la película tampoco es un portento en otros apartados. Es cierto que contiene escenas de acción espectaculares, pero también es verdad que se percibe un aire algo cubre en muchos momentos, como si todo fuera un montaje de estudio aparatoso pero no del todo convincente. No basta con llenar la pantalla de explosiones, es necesario saber crear tensión, tener unos personajes con entidad y fuerza y todo ello está ausente en esta película. Los malos son meros figurantes que mueren aparatosamente llegado el momento, con una coreografía muy cinematográfica y bastante previsible. El personaje de Rambo, que en la primera entrega presentaba un trasfondo de dolor y amargura, de traumas de guerra, es ahora un Geyperman rocoso al que cuesta descubrir un sentimiento más allá de la venganza ciega.

El trabajo en la dirección de Cosmatos tampoco me convenció demasiado. Prácticamente se limita a filmar una sucesión de escenas de acción cada vez más intensas y espectaculares, pero sin llegar a emocionarme realmente ni a hacerme sentir tensión o peligro. Y cuando tiene que mantener el relato, se limita a intercalar escenas de la base de operaciones, añadidos que resultan forzados, artificiosos y un tanto vacíos de contenido. Lo que mantiene el ritmo, que no la tensión argumental, son solo la sucesión de las escenas violentas y explosiones.

Y tampoco el reparto es para lanzar las campanas al vuelo. Stallone nunca destacó por sus dotes interpretativas, especialmente en sus comienzos, algo que deja muy claro en esta película, con un trabajo torpe, inexpresivo y muy poco convincente. Richard Crenna, que ya no gustó en la primera entrega por acartonado e hierático, con una pulcritud en su vestuario un tanto ridícula, sigue aquí en la misma línea, dando vida a un coronel sin alma ni sangre en las venas. Y el resto del reparto se dedica a dar vida a  meros estereotipos con un trabajo muy limitado.

En este caso se cumple pues, al pie de la letra, lo de que segundas partes nunca fueron buenas. No es que sea muy partidario de este tipo de sentencias tan lapidarias y rotundas, pero está claro que Rambo 2 se queda a años luz de Acorralado, que aportaba algo más que la mera violencia desatada. Por desgracia, el éxito de la película fue colosal, con recaudaciones millonarias, lo que propiciaría nuevas entregas de la serie.

Rambo 2 fue nominada a los mejores efectos de sonido.

sábado, 2 de abril de 2016

Sospechosos habituales



Dirección: Bryan Singer.
Guión: Christopher McQuarrie.
Música: John Ottman.
Fotografía: Newton Thomas Sigel.
Reparto: Gabriel Byrne, Kevin Spacey, Chazz Palminteri, Stephen Baldwin, Benicio del Toro, Pete Postlethwaite, Giancarlo Esposito, Dan Hedaya, Suzy Amis, Frank Medrano, Ron Gilbert, Kevin Pollak.

Roger "Verbal" Kint (Kevin Spacey), un estafador lisiado, es el único superviviente de una matanza ocurrida en un barco en el puerto de San Pedro de Los Ángeles. Interrogado por la policía, Kint se remonta a seis semanas atrás, en Nueva York, cuando fue detenido junto a cuatro sospechosos habituales en relación a un robo de un camión con armas.

Sospechosos habituales (1995) puede inscribirse en esa nueva tendencia del cine actual de darle una vuelta de tuerca a los géneros tradicionales, en busca de un enfoque novedoso. A veces el resultado es un film original, a veces es solo un intento fallido.

Lo mejor que puede decirse de esta película es que te atrapa. Con un guión enrevesado a propósito y una puesta en escena que parte de un flash-back y es un relato subjetivo del protagonista, el director se recrea en despistar al espectador, en mantenerlo en vilo intentando atar cabos, esperando descubrir la identidad de un misterioso capo de la droga, Keyser Soze, y aguardando un desenlace inquietante.

Es cierto que, bien mirada, la intriga es bastante elemental y que el guión está lleno de trucos y trampas que podrían desesperarnos. Incluso, quién logre adivinar el desenlace, verá mermada la intensidad de la intriga. Sin embargo, y a pesar de estos detalles, el mérito de Singer es hacer un relato intenso, apoyado en un buen reparto y una puesta en escena muy cuidada, donde todo va funcionando sin fisuras. De esta manera, descubierto el engaño final, uno está más predispuesto a aceptar las mentiras que pueblan el guión, porque al menos ha pasado un buen rato.

El director realiza un trabajo impecable tras la cámara, con una dirección precisa al servicio de la historia, donde logra momentos de máxima tensión que nos mantienen pegados a la butaca con pegamento del bueno. Otro punto a favor de Bryan Singer es que no ha basado la película en el impacto de las escenas violentas, algo a lo que es habitual recurrir para suplir otras carencias argumentales. En esta ocasión, existiendo algunas escenas violentas, Singer opta por evitar los detalles morbosos, recurriendo a elipsis o pequeños trucos, como apagar las luces de un ascensor, para no resultar excesivamente explícito.

En cuanto al reparto, sin duda hay que destacar a un genial Kevin Spacey, ganador además del Oscar al mejor secundario. Spacey es un actor especial, con una fuerza que a veces contradice su aparente falta de expresividad, y que realiza en esta ocasión un trabajo excepcional, componiendo a un villano absolutamente convincente.

Sospechosos habituales demuestra que aún no está todo dicho en el género. Que con un guión inteligente se pueden hacer películas entretenidas y que aporten algo nuevo. La clave, como siempre, es la inteligencia y el talento.

La película, además del Oscar de Spacey, ganó el premio al mejor guión original.