El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 27 de septiembre de 2015

Sin identidad



Dirección: Jaume Collet-Serra.
Guión: Oliver Butcher, Stephen Cornwell (Novela: Didier Van Cauwelaert).
Música: John Ottman, Alexander Rudd.
Fotografía: Flavio Martínez Labiano.
Reparto: Liam Neeson, Diane Kruger, January Jones, Bruno Ganz, Aidan Quinn, Frank Langella, Sebastian Koch, Karl Markovics, Eva Löbau, Mido Hamada, Olivier Schneider, Stipe Erceg, Michael Baral.

El doctor Martin Harris (Liam Neeson) sufre un accidente de coche nada más llegar con su mujer (January Jones) a Berlín para acudir a un congreso científico. Al despertar del accidente, tras cuatro días en coma, descubre que su esposa no lo reconoce y que otro hombre dice ser el doctor Harris.

El comienzo de Sin identidad (2011) es de esos que me gustan especialmente: una persona que, de repente, ve como todo lo que era su mundo se desvanece en cuestión de segundos; su mujer dice no conocerlo, otro hombre lleva su nombre y él no logra poner en orden sus recuerdos. Sin duda una situación intrigante que nos incita a permanecer pegados al televisor para desvelar el misterio.

La clave en este tipo de situaciones es conseguir mantener el interés a lo largo de todo el metraje de la película y, sobre todo, no defraudar con el desenlace. Y hemos de reconocer que Jaume Collet-Serra sale airoso en ambos casos.

Para lograr mantenernos pegados a la pantalla, el director prolonga con habilidad la intriga a cerca de la identidad del protagonista, creando más dudas sobre quién es realmente con gran acierto, a la vez que añade a un par de matones que quieren liquidarlo. El interés está garantizado. Si a ello añadimos algunas escenas de acción muy bien filmadas, el resultado es que la película avanza de manera ágil y la intriga nos mantiene en vilo.

En cuanto al desenlace, clave sin duda para la nota final de la película, es cierto que no es tan bueno como lo visto anteriormente, pero al menos tiene la virtud de que parece plausible, dentro de lo rebuscado que es, y, sobre todo, no hace que nos sintamos engañados. Además, al final tenemos la convicción de que el desenlace no es realmente lo importante, sino que la historia haya logrado mantenernos entretenidos de principio a fin. Que el protagonista sea una persona u otra se queda en un segundo plano, lo mismo que el final feliz, algo que se adivinaba desde el principio.

Es cierto, sin embargo, que la historia no es muy original que digamos. Si al principio, la presencia de un médico con su esposa en una ciudad extranjera nos recuerda vivamente a Frenético (1988) de Roman Polanski, el problema de la amnesia de Harris y su desvelada identidad al final de la historia nos remite directamente a El caso de Bourne (Doug Liman, 2002). Y no es que el guión de Sin identidad busque referencias en ambos títulos, es que las similitudes son demasiado evidentes. Como vemos, la historia carece de originalidad. Es por ello que Sin identidad puede perder unos cuantos puntos de interés, sin duda, pero el mérito está en que, a pesar de todo, la película resulta bastante entretenida, con lo que uno puede mostrarse indulgente y perdonar de buen grado esas coincidencias; y más teniendo en cuenta que en el caso del film de Liman, no descubrimos la filiación de la historia hasta el último tramo del film, cuando ya hemos pasado un buen rato de acción e intriga.

En cuanto al reparto, notable presencia de Liam Neeson, perfecto en su papel y con una actuación destacable. Diane Kruger y January Jones ponen la nota de glamour y belleza de manera muy convincente. Pero quizá quien destaca especialmente es Bruno Ganz, con el personaje más interesante de la historia y un trabajo impecable. Hemos de agradecer a las co-producciones que nos regalen la presencia de actores así, y esta película es una especie de Babel donde participan Gran Bretaña, Alemania, Francia, Japón, Canadá y Estados Unidos; ahí es nada.

Para los que les gusten los thriller de intriga con buenas dosis de acción, sin duda Sin identidad no les defraudará. Es una película sin demasiadas pretensiones, un film comercial sin más, pero está bien realizado y garantiza un entretenimiento casi de principio a fin.


domingo, 20 de septiembre de 2015

Soy leyenda



Dirección: Francis Lawrence.
Guión: Akiva Goldsman, Mark Protosevich (Novela: Richard Matheson).
Música: James Newton Howard.
Fotografía: Andrew Lesnie.
Reparto: Will Smith, Alice Braga, Sally Richardson-Whitfield, Paradox Pollack, Charlie Tahan, Willow Smith, Darrell Foster, Emma Thompson.

En el año 2009, un virus se extiende por todo el planeta infectando a más del 90% de la población. Robert Neville (Will Smith), un científico, tras ver morir a su familia, es el único ser vivo sano de Nueva York. Mientras intenta sobrevivir, busca desesperado una vacuna contra el virus.

Soy leyenda (2007) es la tercera adaptación al cine de la novela apocalíptica de Richard Mathewson, tras El último hombre sobre la Tierra (Ubaldo Ragona y Sidney Salkow, 1964) y El último hombre... vivo (Boris Sagal, 1971), y la demostración una vez más de que el cine actual está basado de un modo muy importante en los aspectos visuales. Soy leyenda es una prueba más del desarrollo tecnológico que permite unas escenas de acción espectaculares apoyadas en unos formidables efectos especiales. ¿Pero es verdaderamente eso lo más importante? En el caso de Francis Lawrence parece que sí. La película plantea una interesante reflexión sobre el desarrollo irresponsable de la ciencia, pero Lawrence prefiere dejar ese camino sin explorar, quedando sólo como mera base argumental para lo que realmente le interesa: un film de acción pura y dura.

El problema es que al descuidar tanto el argumento, reduciéndolo al mínimo, nos queda muy poca cosa. Y eso se evidencia con gran claridad en algunos pasajes de la película donde parece que el director se encalla. Ni el recurso a los flash-backs, donde el protagonista recuerda la pérdida de su familia, parece dotar de la energía necesaria a una historia carente de nervio. Lawrence sólo parece lucir toda su fuerza en las escenas de acción. Ahí, gracias a la tecnología, consigue dotar al fin a la historia de un ritmo trepidante. Incluso los pasajes con Anna (Alice Braga) y su hijo, que hubieran dado mucho juego dramático, me parecieron en gran parte desaprovechados; de la misma manera que se desaprovecha la presencia de los infectados por el virus, reducidos a meras bestias salvajes, si explotar sus posibilidades dramáticas más allá de su fiereza.

La película sigue de un modo bastante fiel el argumento de El último hombre... vivo, y si bien es cierto que la película de Charlton Heston acusa claramente le paso del tiempo, también es verdad que Soy leyenda parece superarla solamente en el apartado técnico, prueba de que argumentalmente no es un film que nos vaya a sorprender en absoluto.

De lo que ya no cabe duda alguna es de que Will Smith tiene algo especial para encarnar a este tipo de héroes. Su sola presencia llena la pantalla y, aunque creo que tiene otros trabajos mucho más acertados, es sin duda el actor perfecto en la actualidad para estos papeles.

Soy leyenda consiguió unas recaudaciones millonarias en su estreno, demostración palpable del tipo de entretenimiento que parece colmar las expectativas del público actual. Solamente la puedo recomendar si deseas pasar un rato más o menos entretenido, pero incluso en propuestas de acción hay películas mucho más logradas. En ésta, se conformaron con lo mínimo indispensable para hacer un film comercial. Una pena.

jueves, 17 de septiembre de 2015

La trama (Broken City)



Dirección: Allen Hughes.
Guión: Brian Tucker.
Música: Joseph S. DeBeasi, Season Kent.
Fotografía: Ben Seresin.
Reparto: Mark Wahlberg, Russell Crowe, Catherine Zeta-Jones, Jeffrey Wright, Barry Pepper, Kyle Chandler, Justin Chambers, Natalie Martínez, Alona Tal, Griffin Dunne, James Ransone.

Siete años atrás, Billy Taggart (Mark Wahlberg) fue expulsado de la policía por haber matado a un violador en circunstancias un poco dudosas. Ahora trabaja como detective privado y recibe un encargo nada menos que del alcalde de Nueva York.

A veces el envoltorio lo es casi todo. Es una de las máximas del marketing, saber vender el producto. Y esto mismo es lo que sucede con La trama (2013), un film que, bien analizado, es un thriller más, pero que con un reparto atractivo y una trama intrigante consigue salir adelante con cierta soltura.

El argumento de la La trama no ofrece nada excesivamente original. Es más, desde el comienzo adivinamos que en el encargo del alcalde Hostetler (Russell Crowe) al bueno de Billy hay gato encerrado. Ya son tan habituales los guiones retorcidos, tramposos y con sorpresa que estamos sobre aviso desde el primer momento. No es posible, pensamos, que el meollo de la cuestión sea un simple caso de adulterio. Sin embargo, el mérito de Hughes reside en que, aún teniendo un material no excesivamente novedoso, logra crear un ambiente lo suficientemente intrigante como para captar nuestra atención, aún a sabiendas que es posible que nos llevemos un cierto desencanto final. Desencanto que viene más por esa moralidad barata de Hollywood, que obliga a pagar las culpas a cualquiera que quebrante los códigos éticos tradicionales (en este caso Taggart es culpable, aunque le movieran buenas razones para hacer lo que hizo), que a un desenlace malo, que no lo es. Sencillamente, estamos ante un argumento un tanto banal y un desenlace acorde con el mismo.

Incluso echamos de menos un mejor desarrollo de los personajes secundarios, como el comisario Fairbanks (Jeffrey Wright) o la propia esposa del alcalde (Catherine Zeta-Jones), pero el relato está excesivamente centrado en la historia principal, con lo que deja un poco de lado otras tramas secundarias que hubieran podido dar cierto juego. Hasta el personaje de Billy deja algunas preguntas en el aire: está claro que se trata de un tipo íntegro y honrado, pero tiene un lado oscuro (y violento) que parece chocar un poco con su faceta más humana.

De lo que sí peca La trama es de cierto nivel de confusión argumental por culpa de un defecto un tanto evidente y que, sin embargo, viene siendo bastante habitual: ofrecer las explicaciones en diálogos cargados de nombres sin un apoyo visual que clarifique las cosas. Hay que utilizar el vídeo para ir hacia atrás en busca de una mejor comprensión de quién es quién en la historia. Un defecto que puede ser exasperante y que hubiera tenido fácil solución de haberla buscado.

Lo que no cabe duda es que el director ha sabido buscar a los protagonistas adecuados, pues Mark Wahlberg representa a la perfección al detective Taggart, con un trabajo muy eficaz, apoyado en un rostro que ha ganado fuerza en la madurez; en cuanto a Russell Crowe, tengo que confesar mi debilidad por este actor, aún cuando en esta ocasión su trabajo sea mucho menos espectacular que en otras películas. Aún así, su presencia se impone en la pantalla gracias una personalidad muy definida. Ambos son los que aportan solidez y presencia entre un reparto llenos de rostros femeninos muy atractivos y de secundarios solventes.

La trama, como decíamos al principio, tiene el mérito de que, partiendo de un argumento no demasiado novedoso y en el que adivinamos las trampas, consigue entretenernos gracias a una dirección más que correcta y una historia que engancha. Es de esos films que se dejan ver con facilidad.

lunes, 14 de septiembre de 2015

Intocable



Dirección: Olivier Nakache, Eric Toledano.
Guión: Olivier Nakache, Eric Toledano.
Música: Ludovico Einaudi.
Fotografía: Mathieu Vadepied.
Reparto: François Cluzet, Omar Sy, Anne Le Ny, Audrey Fleurot, Clotilde Mollet, Joséphine de Meaux, Alba Gaia Bellugi, Cyril Mendy, Christian Ameri, Marie-Laure Descoureaux, Gregoire Oestermann.

Philippe (François Cluzet), un millonario que se ha quedado tetrapléjico a causa de un accidente, está buscando un asistente personal. Ante una variada oferta de aspirantes, le llama la atención la persona menos capacitada de todas y que además parece no querer el empleo: Driss (Omar Sy), un negro de la zona marginal con antecedentes penales.

Comienza Intocable (2011) con la advertencia de que la película está basada en una historia real. El aviso es oportuno para que el espectador acepte esta fábula sobre la cooperación y amistad entre dos seres opuestos sin demasiadas suspicacias. Aún así, hay que aclarar que la realidad fue un tanto diferente a la historia que se nos cuenta en la película, mucho más positiva y edulcorada.

Hecha esta aclaración, y mirando la película con una obra de ficción, más allá de su base real, hemos de reconocer que Intocable es un film gratificante por muchos motivos. Por una parte, tenemos al joven marginal que es capaz de encauzar su vida de un modo nada ortodoxo, como es asistiendo a un tetrapléjico millonario. Por otra parte, la película nos reconforta con las posibilidades de amistad y entendimiento del ser humano, capaz de sobreponerse a barreras y diferencias como la clase social o la raza para construir una relación sincera y libre de prejuicios. El mensaje es edificante, sin duda, más allá de que en algunos instantes pueda parecer que todos los problemas que plantea la película se resuelvan con demasiada facilidad (los problemas del hermano pequeño de Driss con las drogas, la mala educación de la hija de Philippe, etc.) Es en estos detalles donde nos damos cuenta de que se trata de una ficción, ni más ni menos. Sin embargo, hemos de reconocer que la idea de los guionistas es positiva y, sobre todo, que su puesta en escena es impecable y funciona correctamente.

La clave de que el film funcione está en la naturalidad con que es presentada y se desarrolla la relación entre los dos protagonistas. Uno de los peligros de la historia, al tratarse de contar la vida de un minusválido, era sin duda la de cargar las tintas en la vertiente dolorosa y dramática de la vida de Philippe. Sin embargo, los directores sortean con maestría este escollo, pues se decantan por un tono de comedia que funciona perfectamente. Y eso que las bromas de Intocable no son realmente geniales, pero es ese tono ligero lo que permite que el film transcurra con alegría y que disfrutemos del aire fresco que supone la presencia de Driss en la vida tan enclaustrada de Philippe. La relación entre ambos resulta natural y es la clave para que la historia cuaje y nos agrade.

Parte fundamental del éxito de esta historia es la sólida actuación de los dos protagonistas. Cluzet es un veterano actor con muchas tablas, y demuestra aquí su talento con un trabajo impecable en el que su actuación se reduce a la expresividad del rostro. Consigue sin esfuerzo aparente trasmitir con naturalidad sus estados de ánimo de un modo totalmente convincente. Su compañero Omar Sy, habitual de los dos realizadores, aporta una actuación natural y que contagia a los espectadores esa frescura y alegría que parecen fusionarse con las de su personaje.

Intocable fue un éxito total de taquilla en Francia y en todo el mundo, con unas recaudaciones millonarias y prolongados números uno en las taquillas.

Sin ser una obra redonda, Intocable es un acierto de principio a fin: cuanta una bonita historia, es sencilla y edificante y está narrada con naturalidad y buen gusto. No se puede pedir casi nada más.


viernes, 11 de septiembre de 2015

El jardín de la alegría



Dirección: Nigel Cole.
Guión: Craig Ferguson y Mark Crowdy (Historia: Mark Crowdy).
Música: Mark Russell.
Fotografía: John de Borman.
Reparto: Brenda Blethyn, Craig Ferguson, Martin Clunes, Tcheky Karyo, Jamie Foreman, Bill Bailey, Valerie Edmond, Tristan Sturrock, Clive Merrison, Leslie Phillips, Phyllida Law.

Tras enviudar, Grace (Brenda Blethyn) descubre que está completamente arruinada. Su marido ha empeñado todos sus bienes, casa incluida, en dudosos negocios que no han dejado más que deudas.

La clave para que una comedia funcione es, evidentemente, que nos haga gracia. Esta afirmación de perogrullo es tan cierta como incuestionable. Y el problema de El jardín de la alegría (2000) es que no me provocó ni la más leve sonrisa.

La trama es bastante sencilla: una viuda al borde del desahucio recurre desesperada a la marihuana como única salida a su grave situación financiera. Con la ayuda de su jardinero (Craig Ferguson), la viuda creará una gran plantación en su invernadero. Y ya no hay nada más. El argumento se limita a esto y los posteriores intentos de vender la producción a un traficante en Londres. Muy poca cosa para alargarla durante noventa y cuatro minutos. A mitad del metraje tenía la impresión de que el argumento ya no daba para más, que no tenía nada interesante que contar, una sensación que el paso de los minutos no hacía más que incrementar. Con el agravante, como decía, de que la cinta carece de humor, con que como comedia nunca llega a funcionar.

Si a todo esto le añadimos un desarrollo de los acontecimientos del todo previsible (menos el desenlace, es cierto), tenemos un film que avanza torpemente sin demasiado interés y muy poco atractivo. Incluso los personajes secundarios, cuya finalidad debería ser aportar gracia y sorpresas en la historia, resultan un tanto vulgares, con comportamientos bastante predecibles y sin pizca de gracia. Las bromas, por ejemplo, derivadas del consumo de marihuana son tan poco originales que te sonrojan.

Solamente el final contiene un giro argumental un tanto inesperado, pero para mí tampoco satisfactorio. Es tal la ñoñería del argumento, la moralidad trasnochada, que no puede permitir que la viuda triunfe en su negocio por tratarse de un tema de drogas, aunque sea marihuana. Por ello, sus planes han de venirse abajo pero, en busca del soñado final feliz, Grace se verá de todos modos recompensada económicamente con un giro argumental tan tonto como tramposo. El caso es cerrar la historia de un modo positivo, aunque no pegue ni con cola.

Quizá lo más salvarle de todo sea el grupo de actores que, sin ser primeras figuras, dotan a sus personajes de una verosimilitud muy agradecida. Sin duda, son lo mejor de la película.

Pero como esto del cine es algo muy personal, he de señalar que El jardín de la alegría se llevó el Premio del Público en el festival de Sundance del año 2000, prueba evidente de que esta crítica mía no deja de ser un punto de vista muy personal.

De lo que no creo que haya dudas es de que se trata de un film menor, más allá de que nos guste más o menos. A cada uno de emitir su veredicto.

martes, 8 de septiembre de 2015

Ni en sueños



Dirección: Jim Field Smith.
Guión: Sean Anders, John Morris.
Música: Michael Andrews.
Fotografía: Jim Denault.
Reparto:  Jay Baruchel, Alice Eve, T.J. Miller, Kim Shaw, Nate Torrance, Mike Vogel, Krysten Ritter, Lindsay Sloane, Debra Jo Rupp, Jasika Nicole, Geoff Stults, Hayes MacArthur, Trevor Eve.

Kirk (Jay Baruchel), un chico bastante normalito, al que le ha dejado plantado su novia, conoce accidentalmente a Molly (Alice Eve), una mujer espectacularmente guapa. Contra toda lógica, Kirk descubre que Molly se siente atraída hacia él.

El género de la comedia romántica es uno de los más complicados que hay. No parece que su temática se preste a demasiadas novedades hoy en día y al final es frecuente que nos topemos con más películillas de bajo nivel que obras reseñables. Puede que la culpa resida en que quizá los espectadores nos conformamos con bien poco, con pasar el rato, soltar unas risas y contentarnos con el final feliz de siempre, como si con él nos pudiese tocar algo de felicidad a nosotros también.

Algo de todo ello puede sucedernos con Ni en sueños (2010), una comedia sencilla, con algunos toques más o menos simpáticos, pero que en líneas generales no deja de ser una pequeña tontería.

El meollo de la cuestión está en que una chica despampanante se siente atraída por un joven vulgar, sin un gran futuro y físicamente del montón. La premisa suena a imposible, así que parte de los esfuerzos del guión se dedican a convencernos de que tal milagro es posible. Y si somos sinceros, hemos de reconocer que los esfuerzos por hacer verosímil la relación entre Molly y Kirk terminan funcionando, de manera que llega un momento en que esa atracción nos resulta posible.

Luego, el argumento retoma las pautas más socorridas de los romances y asistimos, sin sorpresa alguna, al período romántico, salpicado de alguna que otra escena graciosa, el conflicto entre la pareja y, como no, la reconciliación final. Como se ve, nada nuevo bajo el sol. Todo demasiado previsible.

Así pues la clave para que esta historia funcione reside en el grado de empatía del público con los protagonistas y en la mayor o menor gracia de los toques de humor que salpican la película. La empatía puede que termine produciéndose, más porque queramos creer en esa atracción imposible de Molly hacia Kirk que en la posibilidad real de que algo así suceda. Y en cuanto al tema de los toques de humor... la verdad es que son escasos y muy poco originales. El humor debe ser inteligente, oportuno, agudo; sin embargo, aquí lo que abunda son las bromas fáciles y los personajes un tanto ridículos. En general, muy poca cosa. El colmo del humor de sal gorda llega con la escena final, donde parece que el guionista se vino arriba dejándose llevar por una extraña euforia y nos ofrece una especie de apoteosis entre cómica y romántica un poco pasada de rosca.

Para añadir un toque serio, que no está mal, al menos en su intención, la película reflexiona sobre el tema de la autoestima como base para el éxito, aunque tampoco aquí el planteamiento es demasiado original ni tampoco está expuesto con mucho rigor.

El reparto funciona bastante bien y al menos en eso el protagonista masculino, si bien está claro que está muy lejos del canon de belleza que encarna Alice Eve, da la talla sin resultar ridículo al lado de su hermosa compañera. Alice Eve, además de ser una actriz deslumbrante, resulta bastante natural, fundamental para que la comedia funcione correctamente al menos en este tema.  Los secundarios juegan también un papel importante y todos ellos cumplen con solvencia, más allá de lo acertado o no que nos puedan parecer algunos los personajes que han de encarnar, algunos de los cuales presentan tintes demasiado gruesos.

Personalmente me hubiera gustado que Ni en sueños tuviera un tono menos cómico y se tomara a sí misma un poco más en serio, pues creo que algunos de los chistes o personajes simpáticos de la película no son especialmente graciosos. Pero bueno, es lo que hay. Al final, estamos ante un mero pasatiempo sin demasiado interés que nos puede hacer pasar un rato agradable, pero que no sale del nivel mediocre de tantas y tantas propuestas parecidas. Y es que parece que a lo que se va en este tipo de películas es a lo fácil.
   

lunes, 7 de septiembre de 2015

El tiempo en sus manos



Dirección: George Pal.
Guión: David Duncan (Novela: H.G. Wells).
Música: Russell Garcia.
Fotografía: Paul C. Vogel.
Reparto: Rod Taylor, Alan Young, Yvette Mimieux, Sebastian Cabot, Tom Helmore, White Bissell, Doris Lloyd.

Inglaterra, 1899: George (Rod Taylor) ha creado una máquina que le permite viajar en el tiempo. Pero cuando le enseña a sus amigos un prototipo en miniatura de la misma, éstos no terminan de creerle. Pero George, venciendo sus miedos, decide probar la máquina esa misma noche, el 31 de diciembre, y viajar al futuro.

Sin duda, El tiempo en sus manos (1960) es uno de esos curiosos films que han resistido el paso del tiempo y han permanecido en la historia del cine como todo un hito del género de la ciencia-ficción. Es un ejemplo de como un film modesto, su presupuesto inicial fue muy pequeño, puede convertirse en todo un referente para la posteridad.

Si he de ser sincero, la película me hizo reír a carcajadas en no pocos momentos. Y es que si hay un género que se ve especialmente afectado por el paso del tiempo éste es el de la ciencia-ficción. Las elucubraciones de otros tiempos sobre el futuro pocas veces resultan acertadas. Y hemos de reconocer que El tiempo en sus manos es, vista hoy en día, un prodigio de simplicidad e ingenuidad. Si en el momento de su estreno pudo asombrar o asustar a alguien es algo que desconozco, pero hoy en día resulta una película simpática e increíble en muchos aspectos. Es evidente, por ejemplo, lo que hemos avanzado en el apartado de los efectos especiales. Los de El tiempo en sus manos son toscos y tan primitivos que no podemos menos que reírnos imaginando el despliegue técnico de la época y cómo pretendieron ser lo más verosímiles posible. El diseño de los Morlocks es realmente único.

Pero vayamos por orden. La película tiene su origen en la versión de La Guerra de los Mundos de H.G. Welles llevada al cine en 1953 por Byron Haskin y producida por George Pal. Ante el éxito de la cinta, la familia de Wells le propone a George Pal llevar al cine otra novela del escritor y éste se decanta por El tiempo en sus manos. La película tomará algunas licencias respecto a la novela, pero en esencia sigue el argumento de ésta de un modo fiel.

Lo que resulta bastante evidente en ambas obras es su carácter anti belicista: de nuevo asistimos a un panorama desolador en el futuro de la humanidad por culpa de las guerras, hasta el punto de que, en la película, la sociedad ha retrocedido a una época en la que se han perdido los conocimientos y donde los humanos se ha dividido en dos especies: una que ha sobrevivido viviendo bajo tierra, los Morlocks, y que se dedica a críar a los Eloi, la otra mitad de los humanos, para alimentarse de ellos. Es cierto que el mensaje es demasiado simplista, lo mismo que su puesta en imágenes, pero en ello reside gran parte del encanto del film. Pero quizá el elemento que mejor ha sobrevivido al paso de los años y que ha quedado como un referente y un ícono del género es la fantástica máquina del tiempo con forma de trineo. El diseño de la misma se benefició de la indefinición de la misma en la novela, lo que permitió una gran libertad creativa a sus diseñadores, entre los que se encontraba el propio director. Su curiosa forma es todo un símbolo del género.

Si el mensaje resulta muy simple, tampoco la puesta en escena se toma demasiadas complejidades. Sin ocuparnos del tema de los efectos especiales, al que ya me referí anteriormente, el desarrollo de la historia es también bastante claro. George Pal, con el limitado presupuesto con el que contaba, opta por un mensaje directo que busca ante todo la claridad expositiva, lo que hace que algunas escenas, como las explicaciones sobre la cuarta dimensión, sean de una ingenuidad bastante notoria. No hay que dar nada por sentado, el espectador debe poder comprender sin ninguna duda el fantástico relato que va a presenciar. Es evidente que muchos conceptos del cine de ciencia-ficción que hoy el público asume sin problema no debían resultar tan familiares entonces.

Con el mínimo de elementos y decorados, Pal expone una pesimista visión del futuro de la humanidad, llegando a niveles tan pobres de conocimiento que los hombres del futuro no conocen ni la lectura, pudriéndose los libros en sus apolilladas estanterías. Eso sí, al final la película deja abierta una puerta a la esperanza, algo más acorde con el mundo del cine y su tendencia a los finales esperanzadores, un detalle en el que sí que se aleja más de la obra de Wells.

El reparto de la película denota también lo limitado del presupuesto. Solamente la presencia de Rod Taylor le da cierto lustre a un elenco de actores de segunda fila que, realmente, hacen unas interpretaciones bastante ajustadas.

El tiempo en sus manos, dada su absoluta simplicidad, ha de verse con cierta perspectiva, inevitablemente. Para generaciones actuales no puede dejar de ser una curiosidad más graciosa que aterradora. Lo que no cabe duda es que es de esas películas que han dejado su huella y que, a pesar de su simpleza, debemos valorar más allá de sus evidentes carencias.

jueves, 3 de septiembre de 2015

Dead Man Down (La venganza del hombre muerto)



Dirección: Niels Arden Oplev.
Guión: J.H. Wyman.
Música: Jacob Groth.
Fotografía: Paul Cameron.
Reparto: Colin Farrell, Noomi Rapace, Dominic Cooper, Terrence Howard, F. Murray Abraham, Isabelle Huppert, Armand Assante, Raymond Mamrak, Raw Leiba, Jennifer Butler, Stu Bennett, Franky G, Luis Da Silva Jr. 

Victor (Colin Farrell) es un pistolero que trabaja para un mafioso de Nueva York al que le están llegando misteriosas notas amenazadoras, al tiempo que están liquidando a sus hombres uno a uno. Un día, Víctor conoce a Beatrice (Noomi Rapace), su vecina, que ha sufrido un accidente de coche que le ha dejado profundas cicatrices en la cara... y en el alma.

Para aquellos que piensan que ya está todo dicho en cine, Dead Man Down (2013) puede echar por tierra esas ideas. Si hacemos un resumen rápido, esquemático y torpe del argumento, el resultado podría parecerse bastante a un film de serie B protagonizado por Charles Bronson. Sin embargo, hay mucho más, y ahí está la clave de todo.

Dead Man Down es, en esencia, la historia de un hombre que perdió a su hija y a su mujer y al que dieron por muerto y que regresa para vengar esas pérdidas, para lo que se infiltrará en la banda del culpable de esas muertes. Sin embargo, el guión de Wyman se aleja de la línea más convencional de este tipo de propuestas y nos ofrece un film mucho más pausado y más profundo, sin las consabidas escenas de acción en cascada típicas de este tipo de argumentos. Wyman casi pervierte la esencia del género con un film intimista, psicológico y tierno, desgarrador y conmovedor. Al final, claro, tiene lugar la catarsis, la dosis de acción. Pero es ya algo más anecdótico que funcional. Un final esperado y necesario. 

Dead Man Down es una película sobre el dolor de dos seres que han sufrido pérdidas irreparables y que, sin ningún motivo aparente por el que seguir viviendo, se aferran a la venganza como tabla de salvación. Sin embargo, pronto descubrirán que vengarse no les llevará más que a un vacío irresoluble, peor casi que la muerte. Entonces, descubrirán que la única salvación está en abrir una ventana de nuevo a la esperanza, en apoyarse el uno en el otro, en quererse. Eso, o morir. Dead Man Down es una triste historia de dos personas que han dejado de vivir, aún sin saberlo. El destino, la casualidad, hará que encuentren una salida inesperada en el dolor del otro. 

Colin Farrel y Noomi Rapace dan vida a estas dos personas amargadas, tristes y cargadas de odio. Y consiguen convencernos de su soledad con un trabajo notable. Al señor Farrel le va muy bien este personaje parado y poco expresivo, pero es Noomi Rapace (que fue Lisbeth Salander en las películas suecas basadas en la saga Millenium) la que brilla con luz propia encarnando a una mujer que ha perdido su belleza y sus ganas de vivir. Resulta conmovedora y con su mirada comprendemos en cada momento el laberinto de su dolor, y las primeras huellas de esperanza. Terrence Howard, F. Murray Abraham e Isabelle Huppert completan un más que acertado reparto.

Sin duda, Dead Man Down constituye una grata sorpresa, en especial contando con un argumento tan visto y ofreciendo sin embargo un punto de vista novedoso, apoyado en una dirección muy acertada y una puesta en escena perfectamente acorde con el tono triste de la historia. Recomendada.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Efectos secundarios



Dirección: Steven Soderbergh.
Guión: Scott Z. Burns.
Música: Thomas Newman.
Fotografía:  Steven Soderbergh.
Reparto: Rooney Mara, Jude Law, Catherine Zeta-Jones, Channing Tatum, Vinessa Shaw, David Costabile, Andrea Bogart, Polly Draper, Mamie Gummer.

Con la salida de su marido de la cárcel, Emily (Rooney Mara) cae en una profunda depresión. El psiquiatra que se encarga de tratarla probará con diversos medicamentos con el fin de aliviar su situación.

Efectos secundarios (2013) es una película que, de entrada, te descoloca: la depresión de la protagonista no es un tema demasiado habitual en el cine y uno se siente un poco perdido, expectante, sin saber qué camino van a tomar los acontecimientos. Gracias a esta expectación, permanecemos atentos a cuanto sucede en la pantalla, sin duda un gran mérito de un guión un tanto extraño.

Pero además, Soderbergh consigue construir una atmósfera un tanto peculiar, con encuadres sorprendentes y creando una especie de ambiente cerrado, algo opresivo incluso. Las imágenes enganchan.

El argumento se va abriendo progresivamente hacia diversos escenarios, como es el poder de las compañías farmacéuticas y cómo sobornan a los médicos para que receten sus productos; o también se toca el tema de los nuevos fármacos y sus inexplorados posibles efectos secundarios. Sin embargo, finalmente el tema no va por ahí; la película deja de lado la posible crítica social o económica y gira hacia el género del thriller sin complejos. Y al principio, el giro consigue mantener nuestra atención. De nuevo el guión resulta intrigante, las posibles salidas confusas y nosotros expectantes ante un desenlace incierto.

Por desgracia, es más fácil enredar que desenredar, más sencillo el engaño que un final inteligente. Cuando el guión tiene que desenredar la madeja, descubrimos una trama un tanto improbable, unas explicaciones toscas y un desenlace rutinario y sin interés. Una verdadera desgracia para un film que en sus tres cuartas partes se había revelado notable, con una impecable puesta en escena y un inteligente juego de posibilidades.

Aún así, nos queda el buen rato que se nos ha hecho pasar y, especialmente, el brillante trabajo de Jude Law, uno de los mayores talentos del cine actual, y de Rooney Mara, que consigue engañarnos perfectamente, mostrando una camaleónica capacidad de inspirarnos lástima o asustarnos con un simple cambio en su mirada. Maravillosa.

¿Compensan los buenos momentos de la película el que el final sea tan pobre? Cada uno decidirá llegado el caso. Desde mi punto de vista, compensa; pero siempre que seamos benévolos y nos tomemos el desenlace con una sonrisa.

martes, 1 de septiembre de 2015

Equipo Marshall



Dirección: McG.
Guión: Jamie Linden (Historia: Jamie Linden, Cory Helms).
Música: Christophe Beck.
Fotografía: Shane Hurlbut.
Reparto: Matthew McConaughey, Matthew Fox, David Strathairn, Ian McShane, Anthony Mackie, Kate Mara, January Jones, Brian Geraghty.

En noviembre de 1970, cuando regresaba de jugar un partido, el equipo de fútbol americano de la Universidad de Marshall sufre un accidente de avión. Mueren setenta y cinco miembros del mismo, entre jugadores, cuerpo técnico y aficionados.

Basada en hechos reales, Equipo Marshall (2006) es una película en recuerdo y para honrar la memoria del equipo de fútbol de Marshall, víctima de un trágico accidente. Era pues de esperar un film con algunos pasajes verdaderamente emocionantes y conmovedores, aunque también hay que reconocer que el director no se recrea especialmente en los momentos más susceptibles de cargar las tintas; un rasgo que debemos reconocerle. Sin embargo, lo que no logra evitar es lo previsible de la historia, con la apoteosis final incluida, algo que sin duda resta un poco de interés a la película. Pero vayamos por partes.

El film arranca con un rápida y algo confusa presentación del equipo de fútbol, con sus entrenadores, seguidores y animadoras, presidente y aficionados para, sin mucho preámbulo, meternos de lleno en el drama del accidente. Éste y cómo afecta al pueblo de Marshall es sin duda la parte más emotiva y más interesante de la película. Tras este clímax emocional, resultaba sin duda complicado mantener el nivel y de hecho, la historia comienza a decaer a partir del momento en que se decide reconstruir el equipo de la universidad. Por un lado es lógico pensar que no se puede mantener un punto de tensión tan elevado como el del accidente, pero el principal problema es que la película se mete en un terreno que resulta bastante predecible, como es el de los problemas para formar un nuevo equipo, las reticencias de muchos, la imposible elección de jugadores de nivel y la consiguiente derrota en el primer partido de liga. El desarrollo está tan claro que el interés por la historia sufre un bajón tremendo. Y más cuando, en escenas clave de la película, descubrimos una falta total de inspiración en los diálogos que nos deja con la miel en los labios: cuando esperamos una frase mágica o una reacción interesante, el personaje de turno se limita a decir una banalidad que nos deja fríos. Sin duda, una gran debilidad de un guión muy poco original y nada brillante. Y donde más notamos esa falta de originalidad y talento es con un final demasiado empalagoso y largo en exceso donde cierto tratamiento como de héroes hacia algunos personajes resulta a todas luces excesivo.

Otro punto flaco de Equipo Marshall es su exagerada duración. Si la historia se vuelve previsible, si la emoción decae desde el arranque de manera evidente y si el final carece de sorpresa alguna, prolongar la historia con escenas del todo prescindibles resulta un error evidente.

Quizá lo mejor sea un reparto bastante atractivo y con unos secundarios que están a un muy gran nivel. Hay que reconocer que consiguen que en muchos momentos te olvides que es una película. No tan bien parado sale el director, que muestra una clara predisposición por cierta belleza formal un tanto forzada y que recurre en las escenas de fútbol a ese molesto recurso de la cámara epiléptica. Tampoco acierta con la tensión argumental y se pasa un poco alargando la emoción artificialmente en un final un tanto largo y poco original.

Equipo Marshall te puede servir como mero entretenimiento en una tarde de invierno y poco más. No es una película que deje huella, si bien es un producto correcto, de buen factura, pero sin nervio.