El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

viernes, 18 de noviembre de 2016

Reglas de compromiso



Dirección: William Friedkin.
Guión: Stephen Gaghan (Historia: James Webb).
Música: Mark Isham.
Fotografía: William A. Fraker, Nicola Pecorini.
Reparto: Tommy Lee Jones, Samuel L. Jackson, Guy Pearce, Ben Kingsley, Bruce Greenwood, Anne Archer, Blair Underwood, Philip Baker Hall, Dale Dye, Amidou.

Durante una misión de rescate en la embajada de Estados Unidos en Yemen, el coronel Terry Childer (Samuel L. Jackson) ordena disparar contra una multitud de manifestantes, matando a mujeres y niños. De regreso a los Estados Unidos, Childer será sometido a un consejo de guerra acusado de romper las reglas de compromiso al disparar sobre civiles.

Reglas de compromiso (2000) es uno de esos productos norteamericanos creados para enaltecer a sus fuerzas armadas. Un vehículo de propaganda bastante previsible y un tanto tosco, pero con la cuidada envoltura que saben dar en Hollywood a este tipo de películas.

Para empezar, lo más destacado de Reglas de compromiso, y lo que explica que esté ahora aquí escribiendo estas líneas, es el reparto de la cinta, sin duda lo mejor que tiene. La presencia de Tommy Lee Jones y Samuel L. Jackson, éste último sobre actuando por momentos, fue suficiente aliciente para enfrentarme a un film cuyo trasfondo era de sobra conocido por mí. Sin embargo, llega un momento en que el desenlace de la película, anticipado ya casi desde los títulos de crédito, resulta anecdótico. En este tipo de propuestas, donde sabemos de antemano la manipulación argumental y el desenlace final, lo único válido es intentar tomarlo como una mera ficción y disfrutar de la buena factura y algunos detalles sueltos. Porque si nos ponemos con la ética en la mano, todo lo que se nos cuenta resulta bastante impresentable.

Y es que la historia, que al final pretenden decir que se basa en hechos reales, está presentada sin disimulo alguno de una manera del todo tendenciosa. Es evidente que el coronel Childer va a ser presentado como un héroe absoluto al que la manipulación y las mentiras del político de turno, que suelen ser los malos absolutos en cuanto se toca el tema de los militares, intentará desprestigiar sin éxito. Asistimos pues a ese esquema tanta veces visto de un cúmulo de pruebas y mentiras hábilmente urdidas y que da la sensación de que son imposibles de esquivar. Contamos además con la presencia del amigo que va a retirarse, con problemas con la bebida y una autoestima por los suelos (Tommy Lee Jones), para hacer aún más complicado salvar el cuello del coronel. Todo tópicos, como se ve. A partir de aquí, es fácil de adivinar que cuanto peor pintan las cosas, cuando todo está perdido... llegará el vuelco de la situación y asistiremos a un final feliz en que los buenos salen aún con un aura mayor de la que ya tenían, mientras el mal y la mentira son desarmados sin remedio. Y todo en favor de unas fuerzas armadas intachables y abnegadas en el cumplimiento de su deber. Vamos, que corres el peligro de salir disparado a alistarte en el ejército. Cualquiera que haya visto Algunos hombres buenos (Rod Reiner, 1992) entenderá de que estoy hablando.

Quizá lo bueno de Reglas de compromiso, además del reparto ya mencionado, es que el director consigue mantener un buen nivel de tensión a lo largo del elevado metraje de la cinta, de manera que no tenemos tiempos muertos y la película se hace en realidad más corta de lo que es. Y eso gracias a que Friedkin consigue un buen equilibrio entre la primera parte, con la agitada escena del asalto a la embajada, y el siempre atractivo juicio que ocupa la parte final.

Sin embargo, en lo que flojea más la película es en el simplismo con el que está expuesta la trama, que desde el comienzo identifica a los buenos y los malos con demasiada contundencia. Es tal la simplificación, para que nadie tenga dudas de quienes son los buenos, que algunos momentos resultan un tanto ridículos, dada la falta total del mínimo sentido del equilibrio a la hora de presentar los dos bandos en juego. Tampoco la película alcanza la excelencia durante el juicio, quedando como un poco pobre a la hora de presentar pruebas o de los enfrentamientos entre acusación, defensa y testigo. En esto, la mencionada Algunos hombres buenos es un claro ejemplo de un argumento mucho mejor elaborado y resuelto. Friedkin, por desgracia, se queda a un nivel muy inferior, con un desarrollo más rutinario y mucho menos convincente.

Así pues, desde un punto de vista meramente artístico, Reglas de compromiso es un film entretenido, pero sin grandeza ni genialidad. Buena factura, recurso al efectismo y la sensiblería y una trama judicial que siempre resulta atractiva, pero desaprovechando una parte de los recursos argumentales y abusando de tópicos sin mucha imaginación.  En cuanto al contenido, tremenda propaganda a favor de las fuerzas armadas norteamericanas con una peligrosa justificación muy simplista y tendenciosa del uso de la fuerza. Se comenzaba a utilizar el argumento del peligro de la Yihad, que al final llegó a superar a la ficción.

domingo, 6 de noviembre de 2016

La puerta del cielo



Dirección: Michael Cimino.
Guión: Michael Cimino.
Música: David Mansfield.
Fotografía: Vilmos Zsigmond.
Reparto: Kris Kristofferson, Isabelle Huppert, Christopher Walken, Jeff Bridges, Sam Waterston, John Hurt, Mickey Rourke, Brad Dourif, Terry O'Quinn, David Mansfield.

James Averill (Kris Kristofferson) es un joven de buena familia que tras su graduación en la universidad, en 1870, decide marchar al Oeste, en plena expansión. Veinte años después ejerce de sheriff en un condado de Wyoming donde la poderosa asociación de ganaderos local ha declarado la guerra a los inmigrantes pobres que malviven esperando un trozo de tierra que trabajar.

Si había una película que hacía bastantes años que tenía muchas ganas de ver era La puerta del cielo (1980), por varias razones. Primero, por la fascinación que me produjo El cazador (1978), sin duda el gran éxito de Cimino y una obra de arte terriblemente conmovedora. En segundo lugar, por tratarse de un western de los años ochenta, y es que el western es el género de mi infancia y cualquier intento de resucitarlo, después de su "muerte" tras su época de esplendor, merece mi atención y mi respeto. Y en tercer lugar, por ser la película maldita que arruinó a la United Artists, por provocar el fin de una época de esplendor de la figura del director (desde finales de los sesenta hasta este film), que perdió poder a partir de entonces, y por acabar en la práctica con la carrera de su director. Como se ve, razones más que suficientes para desear poder valorar personalmente esta película tan especial.

Y el caso es que, lamentablemente, creo que sigo sin poder hacer una valoración justa y exacta de La puerta del cielo (maravilloso título que hace referencia al local en que celebraban sus fiestas y reuniones los inmigrantes en el Condado de Johnson). Y es que la versión de dos horas y media que he visto no es la película que había filmado Cimino, cuyo grandioso y excesivo proyecto iba más allá de las cinco horas y que se ha perdido definitivamente. En su estreno, la productora intentó arreglar lo que se presentaba ya como un descomunal fracaso económico (Cimino pasó de un presupuesto inicial de siete millones y medio a cuarenta y cuatro millones al final del rodaje) a base de tijeretazos, dejando la película con poco más de tres horas y media de metraje y visiblemente mutilada. Michael Cimino fue víctima, como tantos otros, de la industria, que no siempre entendió bien las ambiciones de gente más inclinada hacia el arte que hacia los negocios. Esta ambición del director acabó con toda una época de grandes películas (El padrino, Toro salvaje, Apocalipsis Now, etc) donde se perseguía crear algo grandioso. Y de paso, se cerró las puertas de Hollywood. Su carrera posterior, tras un parón de cinco años, ya no tuvo mucho recorrido.

En cuanto a la versión que nos ha llegado, la verdad es que se constata que era una película ambiciosa donde Cimino quería superarse a sí mismo y su maravillosa El cazador. No solo el metraje delata las intenciones del director, sino el tiempo que se toma en cada escena, aunque sean escenas "menores". Intuimos que todo estaba medido, calculado, todo era necesario en la mente del director para crear un relato intenso y cuidado de una página muy oscura de la historia de los Estado Unidos, como fue la expansión hacia el Oeste y el trato no siempre justo ni compasivo con los miles de inmigrantes que iban a intentar salir adelante en el Nuevo Mundo. Pocas veces hemos visto en el cine expuestos con tanta crudeza y sinceridad los intereses económicos de la clase dominante y su falta de escrúpulos a la hora de imponer sus intereses. Se trata de una visión muy crítica sobre la reciente historia norteamericana, que desmitifica el sueño americano y nos muestra el desprecio por la vida de una oligarquía despiadada.

Pero no solo en el cuidado en el desarrollo de la historia advertimos la magnitud del proyecto del director. Este también se adivina en la meticulosa ambientación, hasta los más pequeños detalles, apoyada en una fotografía espectacular y una asombrosa movilidad de la cámara, sin duda anticipándose a la moda reciente de la cámara en mano, pero aquí con una intencionalidad más allá del mero alarde estético carente de contenido. La cámara se mueve con los personajes, "baila" con ellos para hacernos partícipes e integrantes también del baile; y es que el baile es algo fundamental en esta película. Primero, en la graduación en Harvard, con el Danubio Azul vigoroso e hipnotizador, como un carrusel colorido. Después, con la maravillosa escena del baile con patines de los inmigrantes, precioso espectáculo en el que la cámara es un personaje más. Y finalmente, el baile macabro final, el de los inmigrantes alrededor de los matones a sueldo de los ganaderos, de nuevo filmado con un talento genuino y una violencia extrema. Aprovecho para llamar la atención sobre la maravillosa banda sonora de David Mansfield, que es quien toca el violín en el baile de los patinadores.

En el reparto, el director confió en Christopher Walken, que ya había trabajado con él en El cazador, y que vuelve a realizar un trabajo genial aquí, y en el cantante Kris Kristofferson, que años atrás había empezado a asomarse al mundo del cine. La gran sorpresa es Isabelle Huppert, verdaderamente cautivadora, si bien parece más una dulce joven que una prostituta.

Los recortes en el metraje de la película son evidentes en algunas transiciones un tanto bruscas y en pequeños detalles en los que el argumento parece dar algunos saltos, lo que perjudica lógicamente al conjunto de la historia. Pero también hay otro elemento que no terminó de convencerme y es la excesiva frialdad que recorre toda la película. Incluso la romántica historia de amor de los tres protagonistas carece de la calidez necesaria y la vivimos con cierto distanciamiento, lo que no ayuda mucho para que nos impliquemos más en sus vicisitudes. Incluso el desenlace, aquí no sé si por los cortes de la productora, me parece también un tanto precipitado, sin el peso dramático necesario.

Aún así, La puerta del cielo me parece un western honesto y muy cuidado, donde se adivina un gran trabajo en todos sus apartados. Siendo evidente la desmesura de Cimino en esta película, opino que está muy lejos de las pobres valoraciones de crítica y público que recibió en su estreno. Afortunadamente, en la actualidad empiezan a alzarse algunas voces defendiendo la calidad de La puerta del cielo.


viernes, 4 de noviembre de 2016

Sombras tenebrosas



Dirección: Tim Burton.
Guión: Seth Grahame-Smith.
Música: Danny Elfman.
Fotografía: Bruno Delbonnel.
Reparto: Johnny Depp, Michelle Pfeiffer, Helena Bonham Carter, Eva Green, Jackie Earle Haley, Jonny Lee Miller, Chloë Grace Moretz, Bella Heathcote, Gulliver McGrath, Christopher Lee, Ray Shirley, Alice Cooper.

En 1752, los Collins abandonan Liverpool en busca de una nueva vida en el Nuevo Mundo, logrando crear una próspera empresa familiar. Pero cuando su hijo Barnabas (Johnny Depp) rechaza el amor de su doncella Angelique Bouchard (Eva Green), una bruja, ésta lo maldice, convirtiéndolo en un vampiro.

Sinceramente, mientras que otros espectadores seguramente se han inclinado a ver Sombras tenebrosas (2012) por su director, Tim Burton, ese no ha sido mi caso. No soy fan de este hombre ni he visto, por lo tanto, muchas de sus películas más celebradas. Como tampoco he visto ningún capitulo de la serie televisiva en que está basada la película. Por lo tanto, me considero libre de prejuicios para poder opinar de este film exclusivamente por lo que me ha trasmitido, sin comparaciones odiosas de por medio.

Como tampoco soy un admirador del cine de terror, mucho menos del subgénero de vampiros, el comienzo de Sombras tenebrosas no me resultó demasiado prometedor. Sin embargo, el ambiente de la película, muy logrado, así como la presencia de Johnny Depp, un actor que me encanta, me animaron a darle un voto de confianza a esta historia gótica que tiene, al menos para mí, en su sorprendente humor el ingrediente esencial que convierte un argumento no demasiado original en un espectáculo gratificante y divertido.

Y es que la historia del vampiro que ha perdido al amor de su vida es algo muy visto ya. Por ello, una historia tan poco sorprendente y fantástica sin el acierto de darle un toque especial, no pasaría de ser un film normal y corriente. Pero como Tim Burton no es un director normal y corriente, logra transformar una historia sencilla en un espectáculo maravilloso.

Quizá el mayor acierto resida en haber sabido darle un toque de humor a la historia. A un film tan irreal creo que le sienta de maravilla el no tomárselo demasiado en serio. Y la verdad es que la película me sorprendió por sus continuas bromas, sus excentricidades bien llevadas y unos personajes  verdaderamente bien diseñados. En especial Barnabas, con su cómico aterrizaje en el siglo XX y su continua sorpresa ante un mundo nuevo y desconocido. La elegancia de sus modales, lo refinado de su lenguaje y el choque brutal con la vulgaridad de 1972 resultan deliciosos. Y más aún si se trata de Johnny Depp, un actor lleno de talento, que da vida al por momentos ridículo vampiro con un encanto y un carisma especiales. Pero también los niños Collins como la doctora aportan un punto surrealista nada despreciable a la historia. Y es que nada es normal en esta historia, pero sin caer tampoco en excesos, sin recrearse en lo anómalo. Hay un punto de equilibrio que mantiene la historia, en su irrealidad, dentro de unos límites aceptables.

Si a ello añadimos unos diálogos muy cuidados, una ambientación perfecta y una banda sonora fantástica, el resultado es una película muy entretenida, no por la historia en sí, sino por esa manera tan especial y original de Tim Burton de ponerla en escena.

Aunque no todo es perfecto y en el debe yo pondría una excesiva duración, que penaliza un poco el ritmo, pues en algunos momentos parece que el hilo narrativo pierde fuerza. Y es que la historia tampoco es que sea demasiado original como para sorprendernos y mantenernos en vilo, pues el desenlace es más que evidente, por lo que por ese lado se pierde algo de emoción. Incluso, algunos personajes no terminan de desarrollarse del todo, como si no encajaran del todo bien o faltaran minutos para que se concretaran mejor. Y como decía, minutos no le faltan al film. Más bien parece que el argumento no terminó de afinarse del todo.

Aún así, me pareció una película fabulosa, donde asistimos a un despliegue de buen humor y mucha imaginación al servicio de un divertimento sencillo pero que, realizado con gusto y elegancia, consigue hacernos pasar un muy buen rato. Sin duda, una agradable sorpresa, más apreciada por lo inesperada.