miércoles, 21 de abril de 2010

Dersu Uzala (El cazador)



Akira Kurosawa es el realizador japonés más conocido en Occidente. Se ha ganado una merecida reputación a base de un trabajo honesto durante años, con títulos como Rashomon (1950), Los siete samurais (1954), que inspiró el remake Los siete magníficos (1960), o Ran (1984), versión de El Rey Lear de Shakespeare. Sin embargo, no todo ha sido sencillo para este director, y precisamente el film anterior a  Dersu Uzala (1975), Dodes'Ka-Den (1970), fue un fracaso tal que llevó al director a pensar en suicidarse. Y este detalle no hace sino realzar el mensaje de este film entrañable y hermoso como pocos, pues se trata de un maravilloso canto a la vida, a la amistad y a la naturaleza.

La película está basada en las exploraciones que el geógrafo ruso Vladimir Arseniev realizó a comienzos del siglo XX por Siberia y que recogió en unos cuadernos de viaje, base de un libro publicado en 1923 y donde relata su encuentro con Derzu, solitario cazador de la taiga.

Filmado casi como un documental, la sensación de realidad es absoluta. Hasta la interpretación de los actores, tan cercana a la perfección, nos hace dudar que se trate realmente de una actuación. El gran mérito Akira Kurosawa reside en haber sabido contarnos esta historia desprovista de cualquier artificio, de cualquier dramatización excesiva. El material de partida era tan excepcional que sólo era necesario tener la sesibilidad suficiente para intentar plasmarlo en imágenes y dejar que éstas contaran lo que tenían que contar. Parece sencillo, pero es lo más complicado de hacer y muy pocos directores hubieran sido capaces de ello.

No sólo las imágenes son preciosas, el film cuenta con algunas de las frases más sorprendentes y hermosas que he oído y que se quedan repiqueteando en la memoria para siempre y un día, cuando parecían medio olvidadas, si algo nos las recuerda, brotan de pronto con toda su carga de emociones y con la misma fuerza del primer día que las escuchamos y un 
"No disparen, soy gente" nos produce un escalofrío en todo el cuerpo al traernos de nuevo a la mente la imagen diminuta y alegre del entrañable cazador.

Recuerdo como si fuera hoy mi sensación al terminar de ver por primera vez esta película y era como si hubiera presenciado casi un milagro. La sencilla humildad de Dersu, su respeto absoluto hacia la vida, su amor por todas las cosas fue como una dulce sacudida que me dejó la mirada perdida y el alma temblando. Había tenido la suerte de contemplar algo excepcional, una película única, una obra de arte conmovedora.

A pesar de todo lo que he escrito, tengo la impresión de que cualquier cosa que diga es insuficiente para describir todo lo que encierra este film. Hay que ver esta película. Hay que dejarse llevar de la mano de este humilde cazador y desear y esperar que su sabiduría y su amor haga de nosotros mejores personas.

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