domingo, 23 de mayo de 2010
Jezabel
Julie Marsen (Betre Davis) es una joven de la alta sociedad sureña un tanto caprichosa y orgullosa. Está prometida con un banquero, Preston Dillard (Henry Fonda), que está muy enamorado de ella, si bien chocan contínuamente por los caprichos de ella. El colmo de los cuales es cuando Julie obliga a Preston a que la lleve a un reputado baile vestida de rojo, algo impensable para una señorita decente, que debía ir vestida de blanco. Preston la lleva al baile, pero acto seguido rompe con ella y se marcha al Norte. Cuando finalmente regrese al Sur, un año después, lo hará casado con una hermosa joven de Nueva York.
Jezabel (William Wyler, 1938) es un drama de los antes, intenso y apasionado, trágico y exquisito. Recuerda inevitablemente a Lo que el viento se llevó, pues ambos se desarrollan en el Sur con el tema de la Guerra de Secesión en el aire. Naturalmente, Wyler no consigue la grandiosidad ni la épica de la película de Victor Fleming, algo realmente imposible de lograr. Pero sí que realiza un retrato muy interesante de una mujer de carácter, terriblemente manipuladora, y al tiempo que no resigna al papel sumiso que una sociedad anquilosada en las tradiciones le impone, interpretada de manera colosal por Bette Davis, que borda el papel y obtiene un merecido Oscar por su excelente trabajo. El otro premio de la película fue para Fay Bainter como mejor actriz secundaria.
Wyler también ofrece una visión muy crítica de la sociedad sureña, con unos códigos del honor desfasados y absurdos y que ha perdido el tren de la modernidad, como se pone de manifiesto con la inútil manera de combatir una epidemia a base de cañonazos.
Quizá el film peca de no desarrollar demasiado los personajes secundarios, que quedan en un muy segundo plano. Incluso el personaje de Henry Fonda palidece un poco al compararlo con el de Bette Davis, que éste sí que está elaborado a conciencia. En cambio, la puesta en escena es espectacular, en especial el vestuario.
Wyler, eso sí, maneja la historia con maestría y nos sitúa un paso por delante de los acontecimientos, de manera que estamos expectantes esperando para ver cómo reaccionarán los protagonistas cuando descubran lo que nosotros ya sabemos. Esto es patente cuando Preston regresa del norte casado y Wyler tensa la situación hasta que Julie descubre la verdad. La escena, desde luego, es uno de los momentos cumbres de la cinta, con una interpretación genial de Bette Davis. Y el director también consigue rematar la película a lo grande, con un final abierto en que se deja a nuestra imaginación el desenlace definitivo.
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