miércoles, 9 de junio de 2010
La soga
En 1948, Hitchcock rueda su primera película en color, que al tiempo produce él mismo, La soga. Basada en una pieza teatral de Patrick Hamilton que se basa a su vez en unos hechos reales acaecidos en 1923, cuando dos muchachos asesinan a otro sin motivo alguno y que también inspirará otro film, Impulso criminal, de Richard Fleischer, en 1959, con Orson Welles de protagonista.
El principal interés del director a la hora de enfrentarse a este proyecto era meramente técnico: poder rodar toda la película en un solo plano, de ahí el aspecto tan teatral de la película. Como era inevitable efectuar los cortes necesarios para el cambio de cada rollo, Hitchcock utiliza el recurso de enfocar de cerca a un personaje para tener un plano negro con el que comenzar el siguiente rollo. Sin embargo, una vez realizado el film, el director no se mostró muy contento con el resultado, pues iba, según el propio Hitchcock, contra todo lo que el creía: la fragmentación del film y las posibilidades del montaje para contar una historia.
Si se piensa bien, La soga no es una mala película, pero es verdad que la manera de filmarla no ayuda demasiado. Algunas escenas pierden dinamismo y algunos encuadres, al necesitar reunir a los actores en un breve espacio, resultan un tanto artificiales. Hitchcock siempre experimentó, desde sus comienzos, pero el problema aquí es que la experimentación abarca todo el film, no solamente un instante o una secuencia.
A pesar de todo, la película funciona bastante bien. Hubiera resultado increíble sino fuera cierta y así adquiere además todo el dramatismo del mundo, pues es algo que tuvo lugar realmente. Al tener un tratamiento tan teatral, toda la fuerza de la película recae en los diálogos y los actores y en este sentido me gustaría destacar la presencia de James Stewart, prodigioso y poderoso, en especial en algunos primeros planos en que solamente con su mirada nos trasmite todo un repertorio de sentimientos y miedos. Decía que la película se apoyaba en los diálogos, que resultan bastante buenos en general y, sin embargo, me quedo con la escena en que la cámara nos muestra cómo se produjo verdaderamente el crimen, siguiendo los movimientos al ritmo de las suposiciones de James Stewart, lo que sin duda es un magnífico recurso narrativo.
Así pues, La soga no es tan mala como el propio director parecía dar a entender y plantea unos dilemas y unas reflexiones interesantes a cerca de la condición humana y el respeto de la vida y como una mente enferma puede llegar a conclusiones y actos terribles. Y lo peor es que fue cierto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario