viernes, 20 de agosto de 2010
El sargento de hierro
El sargento de hierro (Clint Eastwood, 1986) está lejos de ser un gran film, como los últimos dirigidos por Eastwood, en los que nos ha acostumbrado a disfrutar casi una obra maestra tras otra. La película que nos ocupa parece pertenecer a otra persona, tan lejos se queda del buen nivel de los films más recientes del director.
Tom Highway (Clint Eastwood) es un sargento veterano de varias guerras lleno de condecoraciones al valor. Sin embargo, su indisciplina le ha impedido ascender más en el escalafón. Al mismo tiempo que su dedicación al cuerpo le ha costado el matrimonio. Ahora, cerca ya de la jubilación, lo destinan al frente de un grupo de reclutas sin mucho amor a la disciplina y el sacrificio.
El sargento de hierro es un film bastante mediocre. Duele decir esto de una película de Clint Eastwood, pero es evidente que aún no había desarrollado el talento que muestra ahora. La película es una suma de tópicos y no llega a concretarse en ninguna dirección. Comienza con el tono ligero de la comedia, pero resulta demasiado incongruente y muy poco original para sorprendernos y para gustarnos. Después va derivando hacia el drama personal de un hombre desplazado, aparentemente con méritos más que suficientes para ser respetado y admirado por todos pero que, al contrario, parece crearse enemigos y problemas por donde quiera que vaya. Una ex-mujer especialmente hostil parece poner la guinda al pastel. Todo un tanto manido y narrado con una asombrosa falta de convicción, a base de escenas un tanto inconexas y con ciertas transiciones un tanto bruscas, como si el montaje no se hubiera pulido convenientemente.
Al final, se añade un poco de épica a base de una mini guerra con el desembarco en Granada y tampoco esta parte consigue engancharnos de veras. Las escenas de lucha carecen de intensidad, de credibilidad y hasta de gloria. El desembarco sirve también para resolver pequeños conflictos planteados a lo largo de la película, para darle más sustancia se supone al argumento, como el enfrentamiento que el sargento Highway ha tenido durante todo el film con un superior estúpido (de nuevo caemos en el tópico más elemental), que se salda finalmente, como no podía ser de otra manera, a favor del protagonista; también el sargento terminará felizmente reconciliado con su ex-mujer en un final un tanto soso.
Los diálogos son soeces y de una simplicidad que asusta; en otros momentos resultan hasta forzados y ridículos. Incluso cuando la cosa se quiere poner seria y se cuentan algunas de las hazañas del sargento, tenemos la impresión que la situación no tiene ni la fuerza ni el interés que hubiera necesitado para emocionarnos o implicarnos más.
Al final, nos queda una película un tanto descafeinada, sin fuerza, aburrida por momentos, larga, más que nada por el poco interés que despierta, y con un tufillo poco saludable hacia la grandeza de las fuerzas armadas de los Estados Unidos. El sargento de hierro no tiene, en resumen, demasiado interés, salvo el conocer la obra menos lograda del director.
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