miércoles, 20 de octubre de 2010
El ángel exterminador
El ángel exterminador (Luis Buñuel, 1962) es, para muchos, la obra maestra de este peculiar cineasta, ejemplo perfecto del surrealismo cinematográfico. No soy un experto en cine, tan sólo un mero aficionado. Pero reivindico mi derecho a opinar en función de si una película me gusta o no, me dice algo, me entretiene o me sacude. Y El ángel exterminador me aburrió bastante, por lo que mi punto de vista será bastante menos complaciente que lo solemos encontrar a propósito de Buñuel y su obra.
Al término de una cena en la mansión de los Nóbile, un grupo de elegantes burgueses descubre que por alguna extraña razón son incapaces de abandonar el salón en donde acaban de escuchar un recital de piano. El tiempo pasa y la tensión comienza a aumentar y la falta de comida y de agua hará que empiecen a aflorar los más primitivos instintos de supervivencia.
El ángel exterminador puede interpretarse como una crítica hacia la burguesía, con su elitismo, su cerrazón a las clases inferiores, su gusto por el lujo y la etiqueta, su refinamiento y sus poses pero que, en el fondo, está sujeta a las mismas pasiones y los mismos instintos que cualquiera. Sin duda, esta la lectura más evidente del film. Sin embargo, Buñuel evitaba racionalizarlo todo. La película sería diferente en función de quién la viera y, de todos modos, nunca podría quedar explicada del todo. La intención del cineasta no era darnos todas las claves, sino más bien sembrar dudas.
Personalmente, me parece un crítica de las clases altas bastante certera pero, a la vez, anticuada. Se nota cierta ingenuidad en el planteamiento que, más de cuarenta años después de su estreno, resulta un tanto desfasado. Cualquier persona, sea burgués o no, perdería seguramente su refinamiento si se viera empujado a una situación límite donde su propia vida corriera peligro. Pero no es este el principal problema de la película.
La limitación de la acción a unos personajes concretos y un espacio único termina por ser un lastre insalvable. Quizá faltó más tensión, más variedad de situaciones o, sencillamente, acortar un poco la historia; quizá el trabajo de los actores, algunos muy poco convincentes, no ayude a que nos impliquemos más en su drama, que queda bastante frío. Así, por momentos la película resulta aburrida y se hace demasiado larga; pierde ritmo y por momentos deseamos que avance hacia el desenlace en busca de algo novedoso que nos sacuda un poco en la butaca. Pero tampoco la solución final resulta del todo brillante; es tan absurda, eso sí, como el origen del problema, lo cuál no es una crítica necesariamente, pero tampoco ayuda a cerrar la historia de manera brillante. Y el epílogo de la iglesia, además de previsible, tampoco aporta nada nuevo.
Es indudable el mérito de la propuesta de Buñuel por un cine diferente y atípico, irracional y surrealista. Ha quedado como un hito en la historia de este arte. Pero ello no implica que, en pleno siglo XXI, no resulte una propuesta un tanto desfasada y de una cierta ingenuidad que, por suerte o por desgracia, el cine actual se ha encargado de poner en evidencia con historias mucho más perturbadoras o impactantes.
El ángel exterminador seguramente fascinará a un nutrido grupo de críticos y estudiosos que valorarán aspectos muy particulares de la película. Pero yo, como mero aficionado, aprecio la propuesta en lo que de novedosa tiene, pero reconozco su caducidad y no puedo dejar de señalar los defectos que a día de hoy me parecen evidentes.
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