lunes, 23 de abril de 2012
La maldición del escorpión de jade
Dirección: Woody Allen
Guión: Woody Allen
Música: Dick Hyman
Fotografía: Zhao Fei
Reparto: Woody Allen, Helen Hunt, Dan Aykroyd, Charlize Theron, Brian Markinson, David Ogden Stiers, Elizabeth Berkley, John Doumanian, Wallace Shawn
Fiel a su costumbre de estrenar una película cada año, lo que a veces puede parecer un tanto arriesgado y no siempre ha dado los resultados deseables, Allen nos sorprendió esta vez muy gratamente con La maldición del escorpión de jade (2001), un film bien construido, divertido y muy entretenido, en la línea de sus mejores trabajos.
CW. Briggs (Woody Allen), que lleva muchos años desempeñando con brillantez su trabajo como investigador en una compañía de seguros, se lleva fatal con Betty Ann Fitzgerald (Helen Hunt), una nueva empleada encargada de optimizar los recursos de la empresa. Un día, durante una celebración de un cumpleaños, ambos son hipnotizados durante un número de magia. A partir de entonces comienzan a producirse una serie de inexplicables robos de joyas.
Lo primero que me gustaría destacar en esta película es el magnífico guión, del propio Woody Allen, en que está asentada. La estructura de la película funciona de maravilla; la trama, siendo en cierto sentido secundaria, resulta estar perfectamente trazada, de modo que el film transcurre con una fluidez y una precisión asombrosas y los algo más de cien minutos que dura se pasan en un abrir y cerrar de ojos. Ritmo, cierta emoción, intriga y esa sensación de andar por la cuerda floja en muchos instantes hacen de esta historia un fantástico entretenimiento.
Pero lo que resulta verdaderamente genial, a la altura de las mejores películas de Allen, son los diálogos que sustentan la guerra abierta entre Briggs y la señorita Fitzgerald. Resulta maravilloso poder disfrutar de nuevo de esa catarata de insultos, alusiones, comentarios irónicos y mofas en las que Woody Allen se había explayado con tanto acierto en películas inolvidables como Annie Hall (1977) o Manhattan (1979), para mí, las dos cumbres de su cinematografía. En este enfrentamiento sin cuartel, Allen parece que ha recuperado todo su arsenal de chistes, juegos de palabras e insultos que le caracterizan. Y el resultado es brillante, hilarante, genuino.
Woody Allen de nuevo se va a los años 40 para ambientar esta comedia. Parece que se siente más cómodo trabajando en esos años. El caso es que el resultado, a nivel estético, es perfecto y decididamente atractivo, a lo que ayuda mucho el excelente trabajo de Zhao Fei en la fotografía.
Lo que me cuesta es ver a Woody en el papel. No es problema de edad, pues interpreta a un hombre maduro, sino más bien de actitud, de gestos, que no me remiten a los años 40. Tal vez influya que tenemos asociada la figura de Allen a los papeles de sus comienzos, como neoyorkino algo histérico y paranoico, a lo que nos remite su personaje en algunos momentos con cierta claridad. El caso es que parece como si los diálogos, en general, no sólo los de Briggs, nos situaran inconscientemente en la época actual.
Salvando este detalle, que puede que sea solamente una apreciación exclusivamente personal, el reparto de La maldición del escorpión de jade es asombroso. Helen Hunt está realmente perfecta en su papel. Ella sí que encaja de maravilla en la piel de una ejecutiva algo reprimida, dura por fuera pero sensible en su fuero interno. Y Dan Aykroyd me parece también perfecto. Es un actor que me resulta bastante natural y es una pena que sus apariciones en el cine actual no sean más frecuentes. El resto de secundarios, como Brian Markinson, Elizabeth Berkley o Wallace Shawn, están asimismo perfectos. En cuanto a Charlize Theron, merece un capítulo aparte. Sus escasas apariciones son deslumbrates; es verdad que su trabajo es meramente decorativo, casi prescindible, pero su belleza nos deja sin palabras. Me recordó, en su primera aparación con la melena cubriendo parte de su cara, a Kim Basinger en L.A. Confidential (Curtis Hanson, 1997). Parece que Allen no se ha podido resistir a incluir a una de esas mujeras fatales que poblaban los films de cine negro clásicos, al más puro estilo de Lauren Bacall, por ejemplo. Un guiño, tal vez, a las películas de Humphrey Bogart, cuya estética ronda por la película, que ya se le aparecía a Woody Allen en Sueños de un seductor (Herbert Ross, 1972).
La maldición del escorpión de jade nos devuelve al más agudo e ingenioso Woody Allen en una comedia impecable donde se pone de manifiesto que para hacer buen cine se necesita cuidar de los tres pilares esenciales: una buena historia, unos diálogos inteligentes y un reparto a la altura.
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