jueves, 4 de octubre de 2012

Los caballeros las prefieren rubias



Dirección: Howard Hawks.
Guión: Charles Lederer (Novela: Anita Loos).
Música: Varios.
Fotografía: Harry J. Wild.
Reparto: Marilyn Monroe, Jane Russell, Charles Coburn, Tommy Noonan, Elliott Reid, George Winslow.

Lorelei (Marilyn Monroe) y Dorothy (Jane Russell) son dos bailarinas de cabaret que se dedican a actuar en diferentes lugares. De las dos, Lorelei es la más superficial y solo le interesa poder casarse con un millonario. Gracias a sus persuasivas cualidades consigue enamorar a Gus Esmond (Tommy Noonan), quien es capaz de hacer cualquier cosa por ella. Sin embargo, será el padre de Gus el verdadero problema para Lorelei, pues intentará impedir que su hijo sea atrapado por una cazafortunas como ella.

Los caballeros las prefieren rubias (1953) no es la más famosa ni la mejor comedia musical de Hollywood ni el mejor film de Howard Hawks; sin embargo, contiene el mítico número musical Diamonds are a girls best friend que casi justifica por el solo el detenerse a ver esta película.

Si soy sincero, dejando a un lado la mitificación de esta película por la presencia de la bellísima Marilyn Monroe, hay muchos motivos hoy en día para criticar el film. Podríamos comenzar afirmando que el guión es bastante machista, superficial y transmite un mensaje muy poco edificante, dejando a las mujeres en un no muy buen lugar. Tampoco se trata de una gran comedia: los diálogos no derrochan ingenio y en contadas ocasiones me hicieron sonreir. Creo que este estilo de comedias, donde los personajes están dibujados de un modo tan elemental (el mejor ejemplo serían el panoli de Gus y la propia Lorelei), son un producto de una época muy concreta y acusan en exceso el paso del tiempo. Quizá el curioso final sea el mejor resumen del efecto del paso de los años sobre este tipo de producciones.

Y sin embargo, Los caballeros las prefieren rubias me hizo pasar un rato agradable. La película se me hizo muy corta y consiguió que me metiera por completo en ella, olvidándome de cualquier otra cosa durante toda su duración. Pienso que, como ocurre en muchas otras películas legendarias, al final debemos admirarlas por lo que son, sin intentar buscar una explicación coherente ni mucho menos valorarlas en base a nuestra mentalidad actual. Pasa como con la historia: jamás debemos juzgarla desde el presente o no la comprenderíamos.

Y así, salvando la imagen que podamos obtener de un film ciertamente simple y anticuado, reconozco que la película es un espectáculo de principio a fin. El vestuario, el uso del color, los números musicales, la sencillez del argumento, la claridad expositiva, el gran ritmo... todo hace que disfrutemos con una comedia tan alocada e irreal como esta. Cada aparición de Marilyn y Jane Russell, embutidas en ceñidos y coloridos vestidos, es todo un espectáculo en sí mismo. Hawks exprime el encanto de su presencia y pinta sus labios de rojos imposibles y la melena de Marilyn parece desprender luz propia. Además, Howard Hawks consigue que los números musicales encajen perfectamente en la historia, sin cortar jamás el ritmo. Son todos ellos muy buenos, pero naturalmente el de los diamantes eclipsa un poco a los demás.

La película sirvió para encumbrar a Marilyn Monroe, creando el modelo de rubia tonta que tanto recorrido ha tenido. Pero dejando a un lado a su personaje, la verdad es que Marilyn estaba en la cima de su belleza. Hawks supo sacar todo el partido a una mujer espectacular, exuberante y una magnífica actriz. Es lógico que ha su lado Jean Russell palidezca un poco, a pesar de ser también muy guapa y desprender en algunas escenas un marcado erotismo; pero en la divertida secuencia en que se hace pasar por Lorelei podemos apreciar claramente la distancia que mediaba entre ambas.

Más que por su valor actual o su sencilla y alocada historia, Los caballeros las prefieren rubias nos queda como testimonio de toda una época y de un tipo de hacer cine que ha muerto definitivamente, pero que nos ha dejado espectáculos que, como éste, han quedado como hitos en la historia del cine. Ineludibles e imprescindibles.

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