martes, 7 de mayo de 2013

La casa de Carroll Street



Dirección: Peter Yates.
Guión: Walter Bernstein.
Música: Georges Delerue.
Fotografía: Michael Ballhaus.
Reparto: Kelly McGillis, Jeff Daniels, Jessica Tandy, Mandy Patinkin, Jonathan Hogan, Kenneth Welsh, Christopher Rhode, Remak Ramsay.

Años 50. Durante la época de la caza de brujas del senador McCarthy una periodista de la revista Life, Emily Crane (Kelly McGillis), es citada por una comisión del Senado que le pide que les revele ciertos datos confidenciales. Al negarse a ello, la dirección de la revista decide despedirla.

El principal problema de La casa de Carrol Street (1987) es que resulta un film sin alma, apagado, sin nervio. Y eso, para un thriller, es decididamente malo.

La idea de la que parte el film, sin embargo, es muy interesante: cómo los Estados Unidos dan refugio a criminales de guerra nazis para poder servirse de sus conocimientos médicos, unos hechos con base real. Pero este detalle argumental no será aprovechado del todo, sino que se queda como disculpa o Macguffin sobre el construir un thriller bastante convencional que prefiere centrarse en la mera acción y las relaciones personales entre los protagonistas a adentrarse en terrenos políticos, mucho más ricos en posibilidades.

Pero aún despreciando esa vertiente más escabrosa o polémica, la película podía haber aprovechado la intriga propia del argumento y construir un film intenso y emocionante. Sin embargo, no es así y la culpa creo que se debe al pobre trabajo de Peter Yates al frente de la película.

Porque tanto la ambientación, con una reconstrucción meticulosa y preciosista de los años 50, como la cuidada fotografía ponen de su parte para lograr un envoltorio brillante y atractivo. Pero Yates no es capaz de insuflarle vida. Tras un comienzo interesante, con la secuencia de la comisión del Senado y el despido de Emily, el film comienza a decaer y ello es notable en cuanto la película entra en el terreno de la intriga y cuando se supone que el film debe comenzar a emocionarnos, intrigarnos y sobresaltarnos. Pero, por el contrario, asistimos a una sucesión de escenas sin garra, con diálogos banales, situaciones desaprovechadas y escenas de acción mal filmadas que no logran que nos metamos en la piel de Emily en ningún momento. Ni tememos por su vida ni nos implicamos para nada en sus desgracias, pues en todo momento reina un ambiente frío y un desarrollo plano que no encuentra ni ritmo ni intensidad.

Parte de la culpa radica en la dirección tan poco vibrante de Peter Yates, pero también en que el argumento no termina de dibujar convenientemente a los malos, con lo que no terminamos de comprender su peligrosidad o hasta dónde pueden llegar; es decir, no nos asustan realmente. Y es evidente que una de las claves de un buen thriller es contar con unos villanos de peso, lo que aquí se olvida lamentablemente.

Tampoco es que Kelly McGillis resulte demasiado convincente, no solo por su trabajo, sino por lo incoherente del comportamiento de su personaje. Está muy hermosa en algunos planos, gracias también a un vestuario precioso, pero no termina de enamorarnos con su trabajo. Jeff Daniels, por el contrario, me gusta un poco más, aunque de nuevo volvemos a encontrarnos con que su personaje, como el de Emily, carece de un buen desarrollo, con lo que nos quedamos un poco en el aire al no estar muy bien definido.

En definitiva, un film que tenía muchas posibilidades pero que lamentablemente Peter Yates no ha sabido explotar, quedándose en una dirección anodina y sin interés que hace que no lleguemos a vivir con la mínima emoción necesaria una historia que sentimos desaprovechada. Para ver en una tarde lluviosa como mero pasatiempo.

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