domingo, 16 de junio de 2013

El séptimo sello



Dirección: Ingmar Bergman.
Guión: Ingman Bergman.
Música: Erik Nordgren.
Fotografía: Gunnar Fischer (B&W).
Reparto: Max von Sydow, Gunnar Björnstrand, Nils Poppe, Bibi Andersson, Bengt Ekerot, Gunnel Lindblom, Maud Hansson, Ake Fridell.

Siglo XIV, tras diez años en las Cruzadas, el caballero Antonius Block (Max von Sydow) y su leal escudero Jöns (Gunnar Björnstrand) regresan de Tierra Santa a Suecia, su patria. Nada más llegar, la Muerte (Bengt Ekerot) se le presenta a Blovk reclamándolo. Éste, sin embargo, necesita algo de tiempo aún y le propone jugar una partida de ajedrez; si él la gana, la Muerte deberá perdonarle la vida.

El séptimo sello (1957) es uno de los films más conocidos a nivel mundial del cineasta sueco Ingmar Bergman; en parte debido a la famosa escena del caballero y la Muerte jugando al ajedrez, que ha sido parodiada y citada en muchos films. Sin embargo, El séptimo sello es mucho más que esa mítica escena.

En esencia, la película es un vehículo para exponer las dudas existenciales del director y sus reflexiones sobre el significado de la vida o la existencia de Dios. Para ello, Bergman tiene el acierto de ambientar la acción en plena Edad Media, una época dominada por la religión y el miedo al juicio divino. Además, sitúa a los personajes en medio de una epidemia de peste que asolaba Europa. Este escenario sirve de base para las reflexiones de Antonius Block, un hombre que ante la llegada de la muerte siente que ha desperdiciado su vida e intenta encontrar alguna certeza sobre la existencia de algo más allá de la muerte. Su cabeza le dice que existen muchas posibilidades que tras la muerte no exista más que la nada; pero él necesita creer que eso no será así. Desesperado, intenta sonsacarle la verdad a la misma Muerte e incluso a una bruja a la que acusan de hablar con el diablo.

En medio de esta desesperada búsqueda de respuestas del caballero Block, Bergman nos brinda una lúgubre visión de la Edad Media: la precariedad de la vida, la miseria, el miedo de las gentes ignorantes, los lúgubres presagios de los monjes..., pero también, en contraposición a tanto miedo, Bergman nos ofrece una visión menos pesimista a través del escudero Jöns, ateo y pragmático, que prefiere disfrutar de la vida tal y cómo viene. Jöns critica el miedo y a sus valedores, que no hacen sino empujar a las pobres gentes a los brazos de una religión que se nutre de sus miedos. Sus palabras finales, censurando la necedad de su amo por no haber sabido disfrutar de la vida, preocupado como estaba por lo que habría de encontrar tras la muerte, vienen a representar una visión mucho más práctica y optimista de la existencia.

Sin embargo, no todo es tristeza y trascendencia en este film. Bergman no renuncia a la parodia, el chiste y la comedia. En especial con la presencia de los cómicos ambulantes o a la hora de tratar el tema de la infidelidad. La disputa del herrero y el cómico centran y resumen esta visión más alegre que a menudo se olvida.

Además de estas profundas reflexiones, El séptimo sello destaca por una reconstrucción muy cuidada de la Edad Media, asombrosamente alejada de los tópicos y lujos de tantas películas de Hollywood. Gran mérito también hay que atribuirlo a la preciosa fotografía en blanco y negro de Gunnar Fischer.

En cuanto al reparto, destaca por encima de todos la figura de Bengt Ekerot, que con su rostro y su inquietante mirada encarna de un modo perfecto a la muerte, hasta el punto que ha quedado como su imagen más reconocida y lograda. Max von Sydow está perfecto también en su papel de caballero atormentado. Pero también Gunnar Björnstrand y el resto del reparto, ciertamente desconocido del gran público, logran unos trabajos totalmente convincentes.

El séptimo sello logró asentar la figura del director sueco en el cine mundial además de convertirse en un clásico de la cinematografía mundial. Lejos de las temáticas y tratamientos habituales, merece una visión de todos aquellos amantes del otro cine.

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