lunes, 24 de junio de 2013

La boda de mi novia



Dirección: Paul Weiland.
Guión: Adam Sztykiel, Deborah Kaplan, Harry Elfont (Historia: Adam Sztykiel).
Música: Rupert Gregson-Williams.
Fotografía: Tony Pierce-Roberts.
Reparto: Patrick Dempsey, Michelle Monaghan, Sydney Pollack, Kathleen Quinlan, Kevin McKidd, Busy Philipps, Kelly Carlson, Chris Messina.

Tom (Patrick Dempsey) es un ligón empedernido. Su éxito con las mujeres viene ya desde su etapa estudiantil. Sin embargo, Tom evita comprometerse a toda costa. Él es feliz sin ataduras, disfrutando de su libertad y de su amistad con Hannah (Michelle Monaghan), confidente de sus múltiples conquistas. Sin embargo, cuando Hannah se ausenta seis semanas por motivos de trabajo, Tom empieza a darse cuenta que la quiere como algo más que como amiga. El problema es que durante esa ausencia, Hannah se ha comprometido con otro hombre.

La comedia es un género muy complicado. Es infinitamente más fácil hacer llorar que hacer reir. Y sino que se lo digan a Paul Weiland; La boda de mi novia (2008) es un claro ejemplo de comedia fallida.

La verdad es que el guión de la película tiene gran parte de la culpa en que La boda de mi novia no nos provoque ni una sonrisa. Basar la comicidad, a estas alturas, en el ridículo de algunos personajes, un par de caídas forzadas y algunas alusiones sexuales resulta muy pobre bagaje. Y aún sorprende más si observamos que han participado tres guionistas en la historia. Basta mencionar el detalle de que Hannah le pida a Tom que sea su dama de honor, lo cuál se supone que nos debe hacer partirnos de risa, para comprobar el nivel intelectual de esta comedia. Incluso se nota cierta mofa hacia los escoceses y sus costumbres. Y no creo que se trate de algo premeditado, simplemente es el estilo de humor de la cinta, que recurre a los más tonto y facilón en busca de una sonrisa del espectador.

Bien, dejemos de lado el tema de la comicidad. Una comedia puede resultar simpática sin que tengamos que reirnos abiertamente. A veces, basta con una bonita historia para que pasemos un rato agradable. Además, en una comedia romántica importan más, muchas veces, los momentos de conflicto amoroso que los meramente graciosos. Pero en este caso, de nuevo el guión no está a la altura. Es verdad que el tema del enamorado que está a punto de perder a su chica por negligencia o torpeza está ya muy visto. Pero aún así se puede escribir un guión ameno, tierno, sincero y entretenido. El problema es que nada de eso acurre aquí. La historia es banal, su tratamiento también, los personajes carecen de encanto, los diálogos no tienen chispa y, para colmo, la historia es absolutamente predecible desde el minuto uno. Sólo nos resta esperar a ver cómo se resuelve la unión final de los protagonistas y una vez más el guión opta por lo aparatoso, lo trillado y lo ridículo.

Fruto de todo ésto es que ni siquiera el trabajo de los actores nos aporta alguna recompensa. Y no porque no cumplan con su cometido, porque Michelle Monaghan en especial me pareció que dota de frescura y cierto encanto a su papel. El problema viene de que los personajes carecen de empaque, no llegan a parecernos cercanos, de modo que no empatizamos especialmente con ellos y el trabajo de los actores no resulta especialmente memorable. Son correctos, pero sucumben a la banalidad de todo el montaje. Incluso algunos personajes, aquellos a los que el guión convierte en meros payasos, como es el caso del personaje que interpreta Kevin Sussman, provocan vergüenza ajena. Eso sí, podemos ver el último trabajo como actor del director Sydney Pollack, que moriría em mayo de 2008.

Así pues, La boda de mi novia es una película bastante simplona y desaprovechada. Podía haberse sacado mucho más de ella sólo con tomarse más en serio el trabajo de escribir y dirigir una comedia. Pero parece que se eligió el camino más sencillo y el resultado es bastante decepcionante.

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