jueves, 31 de julio de 2014
Estado de sitio
Dirección: Edward Zwick.
Guión: Menno Meyjes, Edward Zwick, Lawrence Wright (Historia: Lawrence Wright).
Música: Graeme Revell.
Fotografía: Roger Deakins.
Reparto: Denzel Washington, Annette Bening, Bruce Willis, Tony Shalhoub, Sami Bouajila, David Proval.
Cuando el ejército norteamericano detiene a un lider musulmán, instigador de atentados terroritas, Nueva York pasa a convertirse en el foco de nuevos atentados, cada vez más sangrientos.
Estado de sitio (1998) es, por encima de todo, un film de acción. Es verdad, también, que el guión pretende darle cierto aire de reflexión a cerca de las libertades, pero el mensaje queda algo ensombrecido por el mero espectáculo.
La película tiene un comienzo ciertamente prometedor, con una serie de atentados que ponen en jaque al FBI. Zwick muestra nervio y un pulso firme y la acción pronto se gana nuestro interés. El problema es que en seguida comprendemos que la historia va a trascurrir por caminos demasiado vistos. Primero, tenemos el enfrentamiento entre el agente del FBI que lleva la investigación sobre los atentados en Nueva York, Anthony Hubbard (Denzel Washington), y una colega algo entrometida de la CIA, Elise Kraft (Annette Bening), lo cuál no es más que un recurso dramático que sabemos que solo conducirá a la estrecha colaboración de ambos; es decir, es la manera de crear argumentalmente a la pareja protagonista, con un conflicto que de algo de sal a su relación.
A partir de ahí, más lugares comunes: la investigación se personaliza en exceso en los protagonistas, de manera que una historia de conflictos globales termina por ser una disputa casi doméstica. Para no perder dramatismo, los consabidos y efectistas giros de la historia se agolparán en un final lleno de acción, sentimientos encontrados y dramas personales que buscan dejarnos con un nudo en la garganta. Sinceramente, al lado de un autobús repleto de inocentes que salta por los aires, que al hijo de un miembro del FBI lo detengan junto a otros árabes me parece casi de risa. Pero por ahí parece que la película intenta conmovernos en el desenlace. Pues bien.
Lo mejor de Estado de sitio es, sin duda, el dilema que plantea entre la necesidad de imponer un control militar, sacrificando libertades personales, para acabar con los atentados salvajes, o la salvaguarda por encima de todo de los derechos y libertades del pueblo. Bien argumentado este dilema, la pena es que se vuelve a personalizar en exceso entre la postura de Hubbard y la del general Devereaux (Bruce Willis), con el consabido toque peliculero tan del gusto de estos films comerciales.
Lo curioso es como, años después, los terroristas islámicos lograron llevar en efecto la guerra a suelo norteamericano con el ataque a las Torres Gemelas, un atentado salvaje como los que planteaba el propio film.
Con un reparto aceptable y una dirección atinada, Estado de sitio no pasará sin duda a la historia del cine, pero es un más que correcto pasatiempo con algunas pinceladas de reflexión política que lo diferencian un poco de otros films de corte parecido.
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