jueves, 17 de diciembre de 2015
Los cazafantasmas
Dirección: Ivan Reitman.
Guión: Dan Aykroyd, Harold Ramis.
Música: Elmer Bernstein (Canción: Ray Parker Jr.).
Fotografía: Laszlo Kovacs.
Reparto: Bill Murray, Dan Aykroyd, Sigourney Weaver, Harold Ramis, Ernie Hudson, Rick Moranis, William Atherton, Annie Potts, David Margulies, Reginald VelJohnson.
Los doctores en parapsicología Peter Venkman (Bill Murray), Ray Stantz (Dan Aykroyd) y Egon Spengler (Harold Ramis) son expulsados de la Universidad de Columbia donde investigaban ante la falta de resultados en sus trabajos. Al verse en la calle, deciden probar fortuna montando una empresa de cazafantasmas.
Los años ochenta del pasado siglo vieron llegar a las pantallas una buena cantidad de películas fantásticas y de aventuras (Willow, La princesa prometida, Regreso al futuro, Gremlins, Los Goonies, Conan, el Bárbaro, Dentro del laberinto, ...) enfocadas preferentemente a un público infantil y juvenil. Fue una especie de moda donde todo tenía cabida. Eran un cine de una fantasía desbordante que mezclaba géneros y situaciones con total libertad creativa. Y dentro de esta tendencia tenemos que sitúar a Los cazafantasmas (1984).
La película de Ivan Reitman no es una obra de arte, ni mucho menos. Y sin embargo, pasados tantos años desde su estreno no sólo conserva su encanto inicial, sino que puede verse perfectamente en nuestros días y sigue resultando un espectáculo bastante entretenido.
El tono general de la película es el de comedia, tanto por su tratamiento ligero y unos diálogos llenos de bromas y chistes, como por la visión simpática y divertida de los fantasmas que pueblan la cinta. Más que asustar, uno desearás jugar con ellos. Solamente al final, el argumento toma un giro algo más siniestro y oscuro, con algunas criaturas algo más amenazadoras, pero sin perder jamás el tono de parodia y comedia que presiden la historia. Y aquí reside parte de su éxito: un film tan surrealista nunca debe tomarse en serio a sí mismo. Es ese tono alegre, a veces pícaro, el que nos predispone a aceptar las múltiples bromas que llenan la cinta con benevolencia, pues sería imposible intentar analizar con rigor un cúmulo tal de disparates y un argumento tan simple y fantástico como el de Los cazafantasmas.
La película funciona porque es sencilla, sin pretensiones. Y porque sabe mezclar con humor temas tan dispares como el fin del mundo, la comedia, el film romántico y el de aventuras, todo bien agitado y mezclado en una historia un tanto confusa pero que funciona dentro de su improbable realidad. Se trata de una entretenimiento, pero bien diseñado, bien realizado y correctamente orquestado.
Dentro del reparto, habría que destacar a Bill Murray, el centro sin duda de la historia y el personaje que encarna el espíritu burlón y golfo en la historia. Un supuesto científico más preocupado por ligar con sus pacientes que por otra cosa. Su actitud lacónica, incrédula y chulesca son sin duda el alma de la película.
Pero cuidado, como decía anteriormente, no estamos ante un gran film. Se trata de una comedia sencilla que a veces cae en la broma fácil y un tanto burda y que, en terminos generales, no pasa de ser un mero pasatiempo. Eso sí, la originalidad de la historia y el tono simpático permiten que pasemos un rato de diversión sana y sin complicaciones.
La película posee unos más que aceptables efectos especiales que aún resisten más de treinta años después.
Contra toda lógica, Los cazafantasmas fue un éxito rotundo de taquilla, apoyado en una simple y pegadiza canción, y que dio lugar a unas cuantas secuelas y a series de dibujos animados, videojuegos, libros, etc. Todo un fenómeno más grande que el film mismo. Hoy en día, estaría dentro de la historia del Séptimo Arte como un buen ejemplo de ese cine de evasión de los ochenta que tantas horas de diversión proporcionaron a la juventud de entonces. Un clásico que aún se deja ver con alegría.
La película recibió dos nominaciones a los Oscar: mejores efectos especiales y mejor canción original.
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