viernes, 12 de febrero de 2016

El caso Slevin



Dirección: Paul McGuigan.
Guión: Jason Smilovic.
Música: Joshua Ralph.
Fotografía: Peter Sova.
Reparto: Josh Hartnett, Bruce Willis, Lucy Liu, Morgan Freeman, Ben Kingsley, Stanley Tucci, Mykelti Williamson, Danny Aiello, Robert Forster, Corey Stoll.

A Slevin (Josh Hartnett) las desgracias no le vienen nunca solas: el mismo día que pierde su trabajo, su casa es declarada ruinosa y descubre además a su novia acostándose con otro. Harto, decide irse a Nueva York, a casa de un amigo. Pero nada más llegar, le roban la cartera y unos mafiosos lo confunden con su amigo, que al parecer les debía mucho dinero.

El caso Slevin (2006) es una de esas películas un tanto complicadas de analizar. Por un lado, uno es consciente que ha pasado un rato entretenido y eso es en sí positivo. Pero por otra parte, también soy consciente de que el argumento es tramposo a más no poder y que, bajo esa brillante apariencia, la película tiene un muy limitado contenido.

El film de McGuigan es, sobre todo, un pulido y cuidado ejercicio de estilo, con una eficaz puesta en escena, recurriendo a chillones decorados que le dan a la película un aire extraño, antiguo y algo hortera. El director parece disfrutar con la búsqueda de ángulos curiosos; la profusión de diálogos, a veces ingeniosos, otras tan solo pedantes; también contamos con una cuidada fotografía y una banda sonora muy acertada.

Y además, la película es confusa al comienzo, deliberadamente, lo que contribuye a que nos mantengamos atentos, para no perder detalle y para ver cómo podemos ir hilvanando una serie de secuencias en principio sin conexión evidente pero que sabemos que, como un puzzle, terminarán encajando.

El guión, además, tiene un tono de humor que resulta muy interesante, al menos al principio, porque más tarde, lamentablemente, se pierde.

Y como guinda del pastel, El caso Slevin cuenta con un reparto espectacular donde destacan Morgan Freeman, Bruce Willis, Stanley Tucci y Ben Kingsley. Pero además, Josh Hartnett nos sorprende con un trabajo impecable. Y para completar el elenco, la hermosa Lucy Liu con un papel lleno de energía.

En definitiva, la película cuenta con un puñado de buenos argumentos para triunfar. Pero..., lamentablemente no lo hace. Y la culpa es de una incomprensible torpeza argumental, un guión falso a más no poder, inverosímil y hasta ridículo, en especial hacia el final, que nos deja boquiabiertos de estupor. ¿Por qué no han sabido hacer algo menos rebuscado, menos circense?

Ya teníamos alguna que otra sospecha sobre la talla real de la historia por pequeños detalles iniciales, como una la confusión de personalidades, entre Slevin y su amigo, que parecía no importar a nadie y la extraña sospecha de que debajo de la brillante superficie puede que no hubiera gran cosa. Incluso algunos diálogos resultaban un tanto absurdos. Pero la intriga conseguía mantenernos en vilo.

Sin embargo, es cuando toca poner las cartas boca arriba, al final, cuando se descubre el enorme engaño, la artificiosidad de la historia, lo rocambolesco de algunos momentos, que además eran del todo evitables. La conclusión que uno saca es que el guionista es un bromista consumado o un aficionado a los números de magia. Todo con tal de salirse con la suya, de rizar el rizo sin sonrojo. Una pena, porque la película podía haber sacado nota. Lo que queda en evidencia es que parece que hoy en día prima la vía fácil y que no hay talento suficiente para crear entramados mínimamente inteligentes.

Así pues, sensación agridulce. Un film que entretiene, es cierto, pero que decepciona enormemente con un final que parece casi una broma.

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