martes, 6 de diciembre de 2016
Jason Bourne
Dirección: Paul Greengrass.
Guión: Paul Greengrass, Christopher Rouse, Matt Damon (Personajes: Robert Ludlum).
Música: David Buckley, John Powell.
Fotografía: Barry Ackroyd.
Reparto: Matt Damon, Alicia Vikander, Julia Stiles, Tommy Lee Jones, Vincent Cassel, Ato Essandoh, Riz Ahmed, Scott Shepherd, Bill Camp.
Jason Bourne (Matt Damon) sobrevive a base de peleas clandestinas, alejado del mundo de la CIA. Ya ha recuperado la memoria, pero sigue atormentado por su pasado, que reaparece de pronto cuando Nicky Parsons (Julia Stiles), la cuál ha dejado también la CIA, contacta con Bourne anunciándole que tiene en su poder datos relevantes sobre su reclutamiento.
Matt Damon, tras protagonizar las tres primeras entregas de la saga Bourne, se había negado a participar en una cuarta si no la dirigía Paul Greengrass, director de El mito de Bourne (2004) y El ultimátum de Bourne (2007), de ahí que El legado de Bourne (Tony Gilroy, 2012) continúe el tema de la saga pero con otro agente como protagonista (y otro actor, claro) y la impresión de ser una hija ilegítima de la misma. Finalmente, cuando Greengrass y Damon coincidieron de nuevo, surgió Jason Bourne (2016) como una auténtica continuación de las películas protagonizadas por Matt Damon.
En cuanto a la película en sí, la idea es conectar con las tres entregas precedentes, lo que se remarca al comienzo con la escena de los recuerdos de Jason Bourne, y dar una vuelta más de tuerca a la idea de un jefe de la CIA empecinado en acabar con Bourne. Eso sí, el argumento comienza a dar muestras de agotamiento. Se repiten ciertas premisas ya vistas con anterioridad, con lo que la trama ya no ofrece sorpresas. Incluso es fácil adivinar algunos giros de la historia, que pierde la frescura de las precedentes. Y es que una virtud que parecen no comprender los productores es saber cuando hay que poner el punto y final a una idea. La saga de Bourne habría quedado perfecta con las tres primeras películas, pero las ganas de explotar el filón parecen no reparar en nada.
Si El caso Bourne (Doug Liman, 2002) nos había sorprendido por su frescura y originalidad, amén de una puesta en escena impecable, aquí se pierde toda sorpresa, con una historia demasiado simple y que no termina de resultar convincente. En lo que el director no ha perdido el pulso es en cuanto al sentido del espectáculo. Aún con un guión no demasiado brillante, Greengrass consigue mantenernos en vilo con un ritmo constante, escenas de acción brillantes y esa cámara nerviosa que, aunque a veces pueda llegar a parecer excesiva, cumple bien el cometido de crear ritmo y tensión dramática. Eso sí, se adivina una clara intención de querer ir un paso más allá que en las entregas precedentes, en especial en la persecución final, con el camión de los SWAT, llegando a momentos del todo inverosímiles. A veces, no hace falta ese afán del más difícil todavía, que puede terminar por resultar poco convincente, aunque espectacular.
Y si el argumento mostraba signos de fatiga, también en Matt Damon comienza a pesar el paso de los años. Aunque sigue siendo un Bourne del todo convincente, convendría no seguir forzando las cosas. Como en el tema del guión, hay que saber cerrar una saga con brillantez en el momento oportuno. El resto de actores me parecen excelentes todos, empezando por el veterano Tommy Lee Jones, que siempre es un placer contar con él, así como Vincent Cassel, uno de los villanos más rotundos y convincentes del cine actual.
Jason Bourne termina siendo un pasatiempo muy vistoso, bien realizado y con calidad en su puesta en escena y reparto, pero ya un peldaño por debajo de sus tres predecesoras. Y aunque el final de la película deja abierta la posibilidad de una nueva entrega, quizá, de no encontrar alguna idea nueva, sería mejor no seguir insistiendo en lo mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario