domingo, 26 de noviembre de 2017
En la línea de fuego
Dirección: Wolfgang Petersen.
Guión: Jeff Maguire.
Música: Ennio Morricone.
Fotografía: John Bailey.
Reparto: Clint Eastwood, John Malkovich, René Russo, Dylan McDermott, Gary Cole, Fred Dalton Thompson, John Mahoney.
Frank Horrigan (Clint Eastwood) lleva toda la vida en el servicio secreto. El era uno de los escoltas del presidente Kennedy el día de su asesinato, algo que aún no ha podido superar. Treinta años después, cuando un psicópata amenaza de muerte al actual presidente, Frank solicita que lo asignen a su escolta personal.
Sorprende saber que esta película obtuvo en su día tres nominaciones a los Oscars, en especial al mejor guión (las otras dos fueron para John Malkovich como actor secundario y al mejor montaje). Y es que, vista hoy en día, la cinta es todo menos original y emocionante. No se si es por culpa de una historia bastante previsible, pero la intriga brilla por su ausencia, con lo que la película carece realmente de gancho, a parte de estar repleta de tópicos.
La historia de un buen policía con un lastre del pasado que le ha condicionado la vida, tanto profesional como personalmente, y que puede tener una segunda oportunidad para resarcirse al final de su carrera es todo menos original. Lo mismo que recurrir a un psicópata como malvado de turno; personaje además perverso y despiadado. Y que este psicópata, muy bien interpretado por John Malkovich, aunque no para ganar el Oscar, la tome precisamente con el protagonista, convirtiendo en algo personal su propia paranoia, pues tampoco es demasiado novedoso. Es más, este tipo de personaje se repite en varios títulos más de Clint Eastwood, como Harry el sucio o Deuda de sangre, con lo que parece una especie de fijación hacia estos personajes.
Y si hablamos de la historia de amor... pues más de lo mismo. Y con el agravante de que encima la historia entre Frank y Lilly (René Russo) está metida con calzador, sin resultar nada convincente ni aportar en realidad absolutamente nada a la historia principal, apareciendo intermitentemente sin mucha convicción.
Por si el argumento en sí no fuera suficiente, el director alarga la historia hasta límites increíbles, sin que esa extensión ayude para nada en cuanto a emoción o intensidad, sino más bien al revés: es un lastre que convierte al film en una repetición constante de las mismas situaciones (las llamadas telefónicas del psicópata, los mítines del presidente, ...) y donde se adivinan fácilmente todos los momentos clave, con lo que la película se convierte en algo bastante plano al que un buen recorte de metraje no perjudicaría en absoluto. Porque, además, Petersen tampoco se manifiesta como un director solvente e imaginativo, limitándose a una puesta en escena lineal y poco imaginativa.
En definitiva, En la línea de fuego (1993) es un film hoy en día anticuado, sin nervio, previsible y muy poco atractivo, que abunda en tópicos y que parece filmado casi con cierto distanciamiento. La presencia de Clint Eastwood ayuda un poco a digerirla, pero no la salva de su escasa emoción.
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