lunes, 12 de febrero de 2018

El único superviviente



Dirección: Peter Berg.
Guión: Peter Berg (Libro: Marcus Luttrell).
Música: Steve Jablonsky.
Fotografía: Tobias A. Schliessler.
Reparto: Mark Wahlberg, Taylor Kitsch, Ben Foster, Emile Hirsch, Alexander Ludwig, Eric Bana, Jerry Ferrara, Scott Elrod, Yousuf Azami, Ali Suliman.

En el años 2005, cuatro militares del grupo de élite SEAL recibe el encargo de una peligrosa misión: adentrarse en territorio enemigo, en Afganistán, para matar a un líder terrorista talibán.

Con El único superviviente (2013) el cine norteamericano regresa a una vieja fórmula del cine bélico, incluso del western, que consiste en aprovechar un conflicto, en este caso de terrible actualidad, como es el terrorismo islámico, para hacer propaganda de sus fuerzas armadas.

Peter Berg lo tiene claro: basándose en hechos reales, construye una película con un argumento tremendamente simplista. Todo se reduce, tras una breve introducción, donde se dedica a presentar a los protagonistas de la historia remarcando el elemento humano, con breves pero muy intencionadas pinceladas, a crear un film dominado al completo por la acción donde se va a dejar muy claro quienes son los buenos y quienes los malos. En el primer bando, claro, los norteamericanos, que son un dechado de virtudes, incluyendo una extraña y suicida compasión hacia el enemigo que de verdad que cuesta entender. Curiosamente, o no tanto, en función de esa extraña y peculiar moralidad siempre presente en este tipo de historias, el único superviviente de los cuatro será aquel que se muestra partidario de liberar a los prisioneros afganos, a pesar de ser consciente de las consecuencias de hacerlo. Las buenas acciones, divina o milagrosamente, son recompensadas, parece decirnos esta moralidad simplista.

Del lado contrario, los talibanes: enemigos sin identidad, de mirada hosca, con una superioridad numérica del todo insultante y antideportiva, sin ninguna compasión, de una crueldad, hasta con sus propios compatriotas, espeluznante.

Como se puede ver, un maniqueismo y un enfoque para nada equilibrado ni objetivo. Se trata de vender una causa y Peter Berg se ocupa de ello sin el más mínimo disimulo.

Si somos capaces de mantener la propaganda al margen, hemos de reconocer que la película, de una duración importante, está contada con una agilidad y un nervio sobresalientes. La tensión se masca en cada instante, logrando trasmitirnos con gran acierto el peligro en que se encuentran los soldados americanos, llegando a sentir la angustia casi en carne propia. El realismo como están filmados los disparos, las caídas, las heridas... parece traspasar la pantalla. Desde este punto de vista, exclusivamente, la película es excepcional.

Para aquellos que busquen un film bélico de acción pura y dura filmado con maestría, sin duda disfrutarán de esta propuesta, que va directa al grano. Sin embargo, es difícil abstraerse de la carga propagandística que se huele en cada fotograma, lo que penaliza y mucho la valoración de la película,  bastante tendenciosa y demasiado simplista en todo su planteamiento.

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