jueves, 5 de abril de 2018
Primavera en otoño
Dirección: Clint Eastwood.
Guión: Jo Heims.
Música: Michel Legrand.
Fotografía: Frank Stanley.
Reparto: William Holden, Kay Lenz, Roger C. Carmel, Marj Dusay, Joan Hotchkis, Jamie Smith-Jackson, Normand Bartold, Lynn Borden.
Frank Harmon (William Holden) es un hombre maduro, divorciado, con algunas aventuras esporádicas, pero que vive feliz con su independencia. Un día, se cruza en su vida accidentalmente Breezy (Kay Lenz), una joven hippie que vaga por California sin dinero, trabajo ni hogar.
Primavera en otoño (1973) es una de las primeras películas dirigidas por Clint Eastwood y eso se nota y mucho. Vemos a un director que aún no domina la cámara, con momentos en que pierde el pulso de la historia o que no consigue trasmitir toda la intensidad que se supone que debería contagiarnos una escena. Además, está el inevitable paso del tiempo que, en el caso de las películas de la década de los setenta del siglo pasado, se hace demasiado evidente.
Por todo ello, aquellos que estén familiarizados con la etapa más reciente del director se sentirán inevitablemente algo defraudados con Primavera en otoño. Película además que fue un rotundo fracaso en su momento, a pesar de lo cuál el propio Eastwood la defendía con cierta pasión. Y, si sabemos leer entre líneas y dejar de lado las múltiples deficiencias o limitaciones, me parece una película que, por momentos, contiene algunos detalles que merecen destacarse.
La primera impresión que tuve es que se trata de un film como desangelado. Da la impresión de que le falta algo, tanto a nivel de la puesta en escena como en la definición de los personajes. Es todo demasiado simple, casi como si no estuviera del todo terminada. Lo noto, por ejemplo, en la presentación de los personajes, demasiado elemental, si bien no es que el director caiga en clichés, pero deja a Frank y a Breezy dibujados de una manera muy básica. Y lo mismo sucede con el resto de personajes, todos definidos con grandes líneas pero sin terminar de profundizar.
Y esa misma sensación la tuve con la puesta en escena y, sobre todo, con el desarrollo de la historia. La relación entre Frank y Breezy arranca de un modo un tanto elemental y después sigue un poco en esa línea, sin que Eastwood consiga adentrarse realmente en el corazón y el alma de los dos, dejando la historia de amor a un nivel algo superficial, sin intensidad. Quizá donde más patente resulta esa falta de emoción sea en la ruptura de Frank y Breezy y posterior reconciliación. Son los dos momentos cubres de la historia y sin embargo se resuelven precipitadamente, con cierta ingenuidad y con un distanciamiento que les quita toda la intensidad que hubiera sido necesaria.
¿A que son debidos estos fallos narrativos? Sin duda, lo achaco a la impericia de Clint Eastwood al frente de la cámara. El actor convertido en director está explorando su nuevo rol y es patente que aún no ha encontrado la plenitud de su estilo y se limita a una puesta en escena un tanto rutinaria. Y quizá el guión tampoco ayude demasiado. En definitiva, es una película que se queda a medias entre lo que plantea y cómo lo resuelve.
Pero, a pesar de todo lo dicho, Primavera en otoño contiene pequeños detalles que sí que llamaron mi atención y que, en esencia, son los que me hicieron apreciarla más allá de sus limitaciones.
Así, el personaje de Breezy es mucho más que una joven hippie un tanto alocada e irresponsable. Su personaje me pareció una hermosa mezcla de ingenuidad frente al mundo, como su emoción infantil maravillosa cuando descubre el mar por primera vez, al tiempo que una sabiduría y valentía propias de una juventud decidida, libre de prejuicios y, sobre todo, abierta y bondadosa. Y es esa mezcla imposible la que al final conquista el corazón cansado de Frank, un perro viejo que está de vuelta de todo, desencantado con la vida, y que no está preparado para enfrentarse a una persona como Breezy, la primera vez en su vida que conoce a alguien así.
Y por este camino es por donde surgen los momentos más mágicos de la película, con algunas frases realmente memorables: "no existe la llamada madurez, es solo cansancio", le reconoce Frank a Breezy en un momento de lucidez sobre su propia existencia.
Son esos pequeños destellos, nacidos del choque entre la experiencia y la inocencia, entre el desencanto y al amor a la vida desmedido y puro, los que me fascinaron de esta película, disfrutando de ellos como quien encuentra agua en un desierto.
En cuanto a los protagonistas de la historia, decir que fue un placer disfrutar de la presencia de Kay Lenz en su primer papel importante en el cine. Sin duda, su frescura y su espontaneidad pegan perfectamente con su personaje, si bien como actriz me pareció un tanto limitada. En cuanto a William Holden, siempre es agradable ver a actores de su talla, si bien lo encontré demasiado mayor para ese papel. Por momentos, no me parecía el padre de Breezy, sino su abuelo.
Tal vez, si Clint Eastwood hubiera hecho esta película cuando ya era un director reconocido, el resultado habría sido muy diferente, sin ese aire de serie B que marca todo el film y sin esa fuerza que hemos visto después en muchas de sus películas más recientes. A pesar de todo, si buscas por debajo de la superficie, Primavera en otoño contiene detalles maravillosos que justifican disfrutarla.
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