lunes, 2 de julio de 2018

El ilusionista



Dirección: Neil Burger.
Guión: Neil Burger (Historia: Steven Millhauser).
Música: Philip Glass.
Fotografía: Dick Pope.
Reparto: Edward Norton, Paul Giamatti, Jessica Biel, Rufus Sewell, Eddie Marsan, Jake Wood, Tom Fisher.

Viena, 1900. En un teatro de la ciudad hace sus trucos de magia Eisenheim (Edward Norton), un prodigioso ilusionista que tiene fascinado a su público. Tanto es así que el propio príncipe heredero (Rufus Sewell) decide acudir personalmente a una de sus funciones.

A veces una idea sencilla, bien arropada, se puede convertir en un bonito espectáculo. Y creo que así podríamos resumir El ilusionista (2006), cuya trama es sencilla, pero su puesta en escena es magnífica.

Para empezar, habría que destacar la inteligente dirección de Neil Burger, que compone una especie de sinfonía pausada, repleta de pequeños momentos de una plasticidad asombrosa y que, con un ritmo tranquilo, se recrea en las miradas, los gestos y sabe sacar petróleo hasta de los silencios. Es una dirección básicamente elegante y muy, muy solvente.

Cuenta además con la inestimable ayuda de una fotografía delicada, cálida y hasta suntuosa por momentos (fue nominada al Oscar), unos decorados asombrosamente convincentes y una banda sonora espectacular, que nos envuelve en un ambiente casi mágico.

Todo ello, sin embargo, se podría quedar en algo vacío sin una interesante historia que arropar. Y es precisamente en la historia donde está el punto fuerte de El ilusionista. Y también sus defectos, que los tiene.

Lo interesante del guión es que en seguida te atrapa con el misterio que rodea la figura de Eisenheim, un ilusionista hermético y que parece tener ciertas dotes sobrenaturales. Este es el elemento clave de la película: atraparte casi desde el primer minuto con un halo de intriga y misterio que te obliga a querer saber más. Y si encima se le añade una bonita historia de amor entre dos jóvenes separados por su estatus social, pero irremediablemente enamorados, que se reencuentran tras una separación obligada, tenemos el segundo elemento apasionante: el verdadero amor puesto a prueba por la sociedad, el paso del tiempo y el destino.

El tercer pilar de la historia será la trama política, con un príncipe déspota y ambicioso que no repara en nada ni en nadie para lograr sus deseos, que no son otros que deponer a su padre.

Y Neil Burger consigue aunar todos estos elementos de un modo bastante coherente, desarrollando la intriga de manera muy inteligente y sorprendiéndonos con un final que, a pesar de sus inverosimilitudes, está expuesto con buen criterio, de manera muy visual y convincente, y donde, a pesar de todo, no nos sentimos engañados, sino fascinados por un último truco de magia tan gratificante como ingenioso.

Pero también es verdad que El ilusionista cojea un poco en cada uno de sus componentes, que de haber tenido más profundidad nos hubieran regalado un film mucho más poderoso.

Por ejemplo, en los trucos de Eisenheim quizá se abuse demasiado de los efectos especiales, quedando como ilusiones totalmente imposibles. Tal vez hubiera sido mejor recurrir a trucos menos perfectos, o al menos a la hora de ponerlos en imágenes. Por otro lado, no se trata de un film exclusivamente sobre magia, sino que ésta justifica su presencia en función de toda la historia, con lo que esta visión de los trucos puede tener cierta justificación para explicar la fascinación del público y hasta del príncipe con el trabajo de Eisenheim.

Por otra parte, la historia de amor de Sophie (Jessica Biel) y Eisenheim habría requerido de más minutos y algo más de romanticismo para ser una parte más sustancial de la historia. El tratamiento que le da el director es, para mi gusto, demasiado somero y perdemos así un punto de la historia que habría aportado mucha más emoción y profundidad al relato.

Y algo parecido se puede decir de la trama política, quizá lo menos importante de todo, pero cuyo tratamiento tampoco me pareció muy consistente.

Quizá el problema de Burger fue querer abarcar todos esos elementos en poco tiempo, o quizá no supo ahondar mejor en los personajes, que tienen su peso, es cierto, pero se quedan en un dibujo un tanto superficial, sin llegar a tener la entidad que me hubiera gustado y que habría convertido a El ilusionista en algo más que un deslumbrante espectáculo.

En cuanto al reparto, soy un admirador de Edward Norton desde hace años. Me parece un actor colosal, con una presencia que acapara la atención poderosamente a pesar, o gracias, a una manera de trabajar sencilla pero totalmente convincente. Paul Giamatti es otro ejemplo de actor completamente natural que con casi nada consigue siempre trabajos muy buenos. Y hasta Rufus Sewell, el menos conocido de los tres, da vida a un príncipe absolutamente convincente. De Jessica Biel solamente reseñar que su aportación es demasiado limitada, desaprovechando el guión, como decía antes, las posibilidades de su bonita historia de amor.

Sin duda, una buena película, perfecta en el plano técnico y con la suficiente intriga y emoción para asegurarnos unos momentos de buen cine.

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