martes, 14 de agosto de 2018

Más dura será la caída



Dirección: Mark Robson.
Guión: Philip Yordan (Novela: Budd Schulberg).
Música: Hugo Friedhoffer.
Fotografía: Burnett Guffey.
Reparto: Humphrey Bogart, Rod Steiger, Jan Sterling, Mike Lane, Max Baer, Jersey Joe Walcott, Edward Andrews, Harold J. Stone, Carlos Montalbán, Pat Comiskey.

Eddie Willis (Humphrey Bogart), un periodista deportivo en paro, acepta por motivos económicos ayudar a un dudoso promotor, Nick Benko (Rod Steiger), a lanzar la carrera de un desconocido boxeador sudamericano, Toro Moreno (Mike Lane), a pesar de ser un auténtico paquete.

Más dura será la caída (1956) es una más de las fructíferas incursiones de Hollywood en el mundo del boxeo, que nos ha dejado títulos tan notables como Toro salvaje (Martin Scorsese, 1980) o Million Dollar Baby (Clint Eastwood, 2004). Hay una estética y una épica en el boxeo que Hollywood ha sabido captar convincentemente.

En esta ocasión, la película se adentra en la corrupción existente en el boxeo, un deporte que ha estado históricamente vinculado a la mafia, los arreglos de combates y las apuestas ilegales. De hecho, parece que el best-seller en el que se basa el film estaba inspirado en la carrera de un púgil italiano llamado Primo Carnera, cuya historia estuvo salpicada de sospechas de tongos y compra de combates. Carnera, además, llegó a demandar a la Columbia cuando se estrenó la película.

Para llevar al cine esta oscura historia se eligió a Mark Robson por haber dirigido ya en 1949 otro film ambientado en el mundo del boxeo, El ídolo de barro, protagonizada por Kirk Douglas. De hecho, el propio director había practicado de joven el boxeo, aunque como mero aficionado. Robson, en todo caso, supo darle a la película un tratamiento muy directo y verídico, en especial en las escenas de los combates, apoyándose en una fantástica fotografía en blanco y negro, nominada al Oscar. Así, en algunos momentos, parece que estemos ante un documental. Incluso, para hacer más auténtico el relato, Robson recurrió a boxeadores auténticos, como es el caso de Max Baer, que fue precisamente el púgil que había derrotado en la vida real a Primo Carnera en una pelea por el título, y de Jersey Joe Walcott, como George, el entrenador de Toro Moreno, interpretado por un púgil de lucha libre.

Pero quizá el punto fuerte de Más dura será la caída sea el enfrentamiento entre dos grandes actores: Humphrey Bogart y Rod Steiger. Bogart, sin duda mucho más famoso que Steiger, compone a un periodista ambicioso que, en el paro tras toda una vida dedicado a la profesión periodística, decide aprovechar la oportunidad que le brinda un rufián como Nick Benko de ganar mucho dinero, aún sabiendo lo que implica el trabajo: mentir, sobornar y mirar hacia otro lado. Será el último trabajo de Bogart, enfermo ya de cáncer terminal cuando rodó la película. De hecho, ni llegó a verla estrenada.

A su lado, un colosal Rod Steiger, sin duda uno de los mejores malos que nos ha dejado el cine, especializado en estos papeles de mafioso sin escrúpulos, cínico y ambicioso. No solo está a la altura del mítico Bogart, sino que llena la pantalla en todas sus apariciones.

Más dura será la caída destaca también por la crudeza con la que ventila los trapos sucios del boxeo, donde no se salva casi nadie. Incluso las personas aparentemente honradas, como Art (Harold J. Stone), el periodista amigo de Eddie, que no puede negar haber mentido alguna vez en su carrera. Pero los dardos de Philip Yordan apuntan sobre todo a los promotores y managers, absolutos amos de los boxeadores a los tratan como animales, mera mercancía de la que sacan todo lo que pueden para luego dejarlos tirados cuando ya no les sirven. La visión de este mundo es negra, sincera y directa y sin duda es uno de los más contundentes ataques a la manipulación en el boxeo (y por extensión en el mundo del deporte profesional) que se han visto en el cine.

Al final, quizá un poco contra corriente, y para dejarnos el consabido y obligado final feliz, el personaje de Bogart decide al fin comportarse decentemente: ayuda a Moreno a volver a su casa, le da el dinero que le correspondía a él y se enfrenta al fin a Nick Benko, amenazando con destapar sus trapos sucios. Sin embargo, el mensaje está ahí: la corrupción, la compra de combates, la explotación de los boxeadores, el desprecio por sus vidas y el dinero como única meta son expuestos sin medias tintas por una de las películas más valientes sobre el mundo del deporte que he visto.

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