sábado, 8 de diciembre de 2018

El inocente



Dirección: Brad Furman.
Guión: John Romano (Novela: Michael Connelly).
Música: Cliff Martínez.
Fotografía: Lukas Ettlin.
Reparto: Matthew McConaughey, Marisa Tomei, Ryan Phillippe, William H. Macy, Josh Lucas, Bryan Cranston, Laurence Mason, Frances Fisher, John Leguizamo.

Mickey Haller (Matthew McConaughey) es un astuto abogado que se conoce todos los trucos del oficio, por lo que suele lograr casi siempre la absolución de sus defendidos. Esa reputación hace que un joven millonario le pida que sea su abogado en una acusación de agresión a una prostituta.

El mundo de los abogados y los juicios siempre ha dado mucho juego en el cine, pues es un filón casi inagotable de tramas más o menos apasionantes con el aliciente añadido de los juicios, donde a veces no gana el que tiene la razón. El inocente (2011) es un thriller que explota precisamente el atractivo de este mundo.

El eje principal de la historia es la figura del abogado Mickey que, a grandes brochazos, es presentado como un tipo listo que siempre parece que termina saliéndose con la suya, incluso si para ello ha de bordear lo legal. La principal mancha en su carrera son los reproches que recibe de la policía y de su ex mujer (Marisa Tomei) por sus pocos escrúpulos a la hora de librar de la cárcel a los delincuentes que defiende.

Y precisamente el eje central de la película será ver cómo, a pesar de todo, Mickey sí que tiene conciencia. Y lo ha de demostrar precisamente con el caso más lucrativo que ha tenido la suerte de llevar: un joven adinerado que defiende su inocencia en un caso de agresión a una prostituta.

Mickey, sin embargo, no tarda en descubrir que su cliente no solo le está mintiendo en esta ocasión, sino que es culpable de un caso similar que terminó con la muerte de la prostituta y la condena de un inocente, precisamente defendido por Mickey, y al que no creyó inocente en su día.

Como es de esperar, tras muchas vicisitudes y dramas, el protagonista termina resolviendo el caso de manera más que satisfactoria, al tiempo que demuestra que no es solamente un gran abogado, sino que tiene conciencia y sentido del honor.

Como se ve, el argumento tiene numerosos alicientes, incluso demasiados, que delatan el origen literario del guión. El problema de la película es lo previsible de la trama, despojada además demasiado pronto de las dudas sobre la inocencia o no del acusado, lo que elimina de la ecuación una incógnita que podía haber dado mucho juego.

Por otra parte, quizá debido al formato cinematográfico, el director prefiere centrarse en los hechos más que en los personajes, dejando a éstos en un plano un tanto superficial, en especial el acusado, que demuestra ser un frío asesino, pero quedando sus motivaciones y su personalidad totalmente entre tinieblas.

Pero si el desarrollo es previsible y carece de intriga, lo peor llega en el desenlace, no por ser fácilmente anticipable, que lo es, sino porque el director no logra crear la tensión suficiente para lo que vivamos con cierta intensidad. Además, se complica demasiado, con sorpresas de último minuto un tanto inverosímiles. Y por si todo ello no es suficiente, el director alarga el desenlace con ciertos minutos finales que, en mi opinión, podrían haberse suprimido sin perder gran cosa.

Así pues, me parece que el trabajo de Brad Furman no aprovecha bien las posibilidades de la historia, penalizada también por un guión que se queda más en la superficie y desaprovecha los elementos de intriga y emoción que ofrecía el argumento.

Lo que sí que me parece un acierto es el reparto. Matthew McConaughey da la talla sobradamente, demostrando que este tipo de papeles dramáticos le van como anillo al dedo, algo que había ya probado con Tiempo de matar (Joel Schumacher, 1996), también encarnando a un abogado. Ryan Phillippe, a pesar de que el guión no aprovecha bien las posibilidades de su personaje, es perfecto para su papel, con ese aire mezcla de inocencia y sadismo que desprende. Marisa Tomei y William H. Macy completan un reparto que, sin duda, es lo mejor de la película.

El inocente es, en resumen, un film un tanto desaprovechado que se queda en un aceptable entretenimiento sin más.

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