lunes, 11 de marzo de 2019

El hombre sin sombra



Dirección: Paul Verhoeven.
Guión: Andrew W. Marlowe (Historia: Gary Scott Thompson).
Música: Jerry Goldsmith.
Fotografía: Jost Vacano.
Reparto: Kevin Bacon, Elisabeth Shue, Josh Brolin, Kim Dickens, Greg Grunberg, Joey Slotnick, Mary Randle, William Devane, Rhona Mitra.

Sebastian Caine (Kevin Bacon) es un brillante científico que ha conseguido la manera de convertir la materia en invisible. Sus experimentos con animales han sido un éxito y ahora quiere dar un paso más y probarlo en el hombre.

Moderna aproximación al tema del hombre invisible con el sello personal de Paul Verhoeven, El hombre sin sombra viene a ser una mezcla de ciencia-ficción, thriller y cine de terror.

Sin duda, lo que nos quedará en la memoria pasado el tiempo son los espectaculares efectos especiales de la película, merecedores de una nominación a los Oscars. La manera en que vemos reaparecer a la gorila o desaparecer a Sebastian nos dejan pasmados. Se comprende que gran parte del presupuesto se fuera en diseñar esos efectos.

Más allá de esa pericia técnica, El hombre sin sombra se orienta abiertamente hacia el espectáculo, dejando en un nivel un tanto más secundario todo lo concerniente con los debates éticos sobre los límites de la experimentación científica. Se alude, es verdad, al engreimiento de Sebastian, que se llega a comparar con dios. Sin embargo, el guión no llega a profundizar suficientemente en este dilema, más allá de las consecuencias de la osadía de la ciencia al desafiar a la naturaleza. Es éste un elemento muy habitual en los films de ciencia-ficción, donde siempre se deja la advertencia de los peligros de la arrogancia de la ciencia, un tanto acorde con la maldición bíblica de la expulsión del Paraíso.

Pero, como decía, parece que a Verhoeven le interesa más llevar la historia por caminos más comerciales y mucho más morbosos. Fiel a su estilo, el director no evita las connotaciones sexuales y, en especial, el tema de la violencia, presente como un elemento habitual en su filmografía.

En favor de Verhoeven, he de reconocer que maneja el ritmo y la intensidad con buen pulso, manteniendo el interés y acrecentando la emoción sin pausa, con lo que el film transcurre con agilidad sin hacerse pesado en ningún instante a pesar de su duración, llegando al máximo de intensidad, como es lógico, en el desenlace.

Sin embargo, lo que el director no es capaz de evitar es un final demasiado forzado y rutinario donde se cae directamente en un esperpento. Quizá a nivel de espectáculo es lo que se necesitaba, pero me parece que se podía alcanzar más o menos esa intensidad dramática sin los excesos finales. Y es que lo rocambolesco del final es, además de muy vulgar, a todas luces excesivo.

Tampoco los personajes están demasiado bien analizados, limitándose el guión a acudir a tópicos un tanto habituales, como la antigua relación de Sebastian y su ayudante (Elisabeth Shue), pero sin llegar a profundizar convenientemente en ellos.

El reparto, sin ser una maravilla, resulta eficaz, si bien Kevin Bacon no termina de cuajar una de sus mejores interpretaciones. En líneas generales, este apartado no es, desde mi punto de vista, de lo más conseguido de la película.

En definitiva, un film de ciencia-ficción sin mucha originalidad, con un buen ritmo y buenas dosis de tensión, pero que sin una personalidad definida, yendo el director por el camino más fácil y desaprovechando una parte importante del potencial del argumento. Eso sí, resulta bastante entretenido.

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