miércoles, 27 de marzo de 2019

Marty



Dirección: Delbert Mann.
Guión: Paddy Chayefsky.
Música: Roy Webb.
Fotografía: Joseph LaShelle (B&W).
Reparto: Ernest Borgnine, Betsy Blair, Esther Minciotti, Augusta Ciolli, Joe Mantell, Karen Steele, Jerry Paris, James Bell.

A sus treinta y cuatro años, Marty (Ernest Borgnine), que vive con su madre viuda, ha comprendido que no es el tipo de hombre que gusta a las mujeres, asumiendo que será un solterón toda su vida.

Marty (1955) es la adaptación a la gran pantalla de un modesto telefilme homónimo estrenado en 1953 escrito por Paddy Chayefsky, un guionista de enorme talento que llegó a ganar nada menos que tres Oscars, toda una proeza. Chayefsky trabajaba para la televisión, que arrancaba con fuerza en la década de los cincuenta y empezaba a hacer competencia al cine. Su talento para escribir historias sencillas pero con fuerza hizo de él uno de los guionistas más famosos y reconocidos de la época.

Y la fuerza de Marty, de hecho, reside en el perfecto guión de Chayefsky, libre de artificios y adornos, que nos describe a una persona de la calle, como uno de tantos, sensible, bondadoso y, especialmente, totalmente creíble. Marty es un ser de carne y hueso, sin ese aura de glamour de las producciones más ambiciosas de Hollywood. Y es gracias a ese aire auténtico por lo que la película, a pesar de su sencillez, logra nuestra admiración y llega a conmovernos sinceramente.

Marty expresa de manera natural los miedos de la mayoría de los hombres que no se sienten atractivos y sufren, un día tras otro, el rechazo de las mujeres, que buscan un prototipo de hombre muy diferente. Pero, por otra parte, el problema se repite en el bando femenino, y es lo que le sucede a Clara (Betsy Blair), que tampoco se ajusta al estereotipo de mujer bonita.

Será precisamente la afinidad de Marty y Clara, rechazados siempre, lo que les haga comprenderse inmediatamente, sintiéndose reconocidos al instante en los ojos del otro.

Aún así, las cosas no serán fáciles, pues los amigos de Marty critican abiertamente el físico de Clara y hasta su madre, temiendo que su hijo la abandone si llega a casarse algún día, se muestra abiertamente hostil hacia la joven.

No es, como se ve, un argumento especialmente complejo ni, en apariencia, muy atractivo: la búsqueda del amor por parte de dos personas feas y acomplejadas. Pero el guión de Chayefsky logra sacar todo lo bueno y hermoso que puede encerrarse en una historia tan simple, merced a un trabajo de sinceridad total y, en particular, por su habilidad para retratar dos personajes buenos que nos llegan al corazón con su franqueza y sus problemas tan cercanos como los de cualquier persona de la calle.

Además, Marty cuenta con un trabajo asombrosamente directo de Ernest Borgnine, verdaderamente conmovedor en un papel del todo alejado del de tipo duro en que solía encasillársele. Curiosamente, el premio por su interpretación del bueno de Marty fue el único Oscar de su carrera. Tanto Betsy Blair como el resto del reparto destilan también sencillez y naturalidad, contribuyendo así a ese toque casi documental de la cinta.

Y tampoco debemos olvidar el trabajo de Delbert Mann en la dirección, en su debut nada menos en el cine y elegido personalmente por el guionista, pues era el director también de la versión televisiva, y que supo plasmar con su trabajo ese aire de cotidianidad y sencillez de la historia, con una dirección libre de cualquier artificio. Su trabajo se vio recompensado con el Oscar al mejor director.

La película, además de los Oscars citados, se llevó también el de mejor película.

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