domingo, 7 de abril de 2019

Espías sin fronteras



Dirección: Nicholas Meyer.
Guión: Nicholas Meyer.
Música: Michael Kamen.
Fotografía: Gerry Fisher.
Reparto: Gene Hackman, Mikhail Baryshnikov, Kurtwood Smith, Terry O'Quinn, Daniel von Bargen, Oleg Rudnik, Géraldine Danon.

Sam Boyd (Gene Hackman), ex agente de la CIA reconvertido en espía industrial, es llamado de nuevo por la agencia para una misión puntual: facilitar el intercambio de un espía soviético por otro norteamericano.

Escritor con cierto éxito, Meyer se pasó al mundo del cine y la televisión escribiendo guiones y, también, dirigiendo alguna película; en concreto es recordado por dos episodios de la serie Star Trek. En Espías sin fronteras (1991) escribió el guión y dirigió la cinta, aunque con tan poco éxito que finalmente supuso su despedida del cine como director, centrándose más desde entonces en su labor de guionista.

El principal problema, sin embargo de Espías sin fronteras no está curiosamente en la faceta de director, sino en un guión realmente flojo. La idea central es interesante, con un juego bien planteado de espías dobles. Pero todo se cae por tierra con un desarrollo de esa idea bastante pobre.

Para empezar, el guión no resulta para nada convincente, con muchos detalles que resultan incongruentes, además de esa moralidad un tanto extraña que hace que los protagonistas deban comportarse siempre con una moralidad intachable, incapaces de cualquier acto innoble, lo que no deja de ser absolutamente increíble.

Dejando de lado esa faceta moralista, la historia no termina de resultar creíble del todo. Quedan demasiadas preguntas por responder y al final, todo se asemeja a un complejo entramado donde las piezas encajan de manera demasiado artificial. Puede que el tono casi de comedia que Meyer le confiere a la historia tampoco sea de gran ayuda, pues muchos personajes parecen casi caricaturas, con lo que la intriga pierde intensidad, sin que en ningún instante se llegue a crear el clima necesario para que nos sintamos preocupados o involucrados en las peripecias de los dos protagonistas.

La relación entre ambos, además, tampoco resulta demasiado convincente. En ningún instante llegamos a comprender realmente qué es lo que motiva la actitud del espía ruso y le hace seguir siendo fiel a Sam Boyd.

En realidad, todo el argumento requiere de una gran muestra de buena voluntad por nuestra parte, lo cuál en muchos momentos resulta casi imposible.

El colmo de todo lo tenemos, por desgracia, en el desenlace. La escena del intercambio en la Torre Eiffel es casi un chiste y la resolución de todos los problemas de Boyd y Grushenko (Mikhail Baryshnikov), mientras beben vodka y sueñan con su retiro dorado, es el colmo de los despropósitos, con una simplificación insultante.

Lo bueno de Espías sin fronteras es la presencia de Gene Hackman en el papel protagonista, pues es por su presencia que la cinta puede atraer a los espectadores. Sin ser su mejor trabajo, hay que reconocer que su presencia es de lo mejor de la película.

Increíblemente, Meyer desaprovecha su mejor faceta, la de escritor, en una película que no pasa de ser un mero pasatiempo cuando, por el tema, uno tiene la impresión de que podría haber dado pie a un film mucho más intenso y apasionante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario