domingo, 1 de septiembre de 2019
American Gigolo
Dirección: Paul Schrader.
Guión: Paul Schrader.
Música: Giorgio Moroder.
Fotografía: John Bailey.
Reparto: Richard Gere, Lauren Hutton, Hector Elizondo, Bill Duke, Nina Van Pallandt, Brian Davies, Patricia Carr, Macdonald Carey.
Julian Kay (Ricard Gere) es un elegante y atractivo joven que se gana la vida como gigoló. Todo parece irle sobre ruedas, hasta que un día, una mujer con la que había mantenido relaciones sexuales aparece asesinada.
American Gigolo (1980) es un film extraño. Se adivinan las pretensiones de su director, antiguo crítico primero y guionista después (Taxi Driver, Martin Scorsese, 1976), que un día decidió dar el salto también a la dirección. Schrader le da al film un sello peculiar, muy personal, tanto en la puesta en escena como en las transiciones, los temas abordados y el ritmo. Sin embargo, tanto ensayo termina resultando un tanto superficial y la historia resulta aburrida y predecible.
En la línea del cine de los años ochenta del siglo pasado, Schrader parece sentir la necesidad de aportar algo de morbo a un thriller bastante poco original. Para ello, el protagonista se convierte en un gigoló que vende su cuerpo a mujeres maduras para pagarse su elegante tren de vida. La primera parte del film consiste en la presentación de Julian y, más que nada, se centra en mostrarnos la estupenda buena forma de Richard Gere y su elegante vestuario, firmado por Giorgio Armani, al cuál está película le abrió las puertas de Hollywood y contribuyó a consolidar su fama mundial.
La profesión del protagonista le sirve al director para añadir unas gotas de erotismo suavizado, moralista y muy estudiado, absolutamente impostado y artificial. La osadía de algunas situaciones, con un artístico desnudo de Gere, queda enmarcada en un juego muy calculado donde siempre se insinúa más de lo que se da y que me parece tan superficial como mentiroso. Se adivina de lejos el mero interés recaudatorio, algo que se suele conseguir fácilmente con unas gotas de morbo.
Por cierto, Richard Gere no era la primera elección para el papel de Julian. Se había pensado en Christopher Reeve, que resultaba demasiado caro, o John Travolta, que no aceptó el papel, en una de sus múltiples y cuestionables elecciones. Para Gere, por entonces no muy conocido, supuso un buen espaldarazo para su carrera, que despegó en esa década apoyado, por ejemplo, en Oficial y caballero (Taylor Hackford, 1982), otro papel rechazado también por Travolta.
En cuanto al desarrollo de la trama, sobre todo en la segunda parte de la película, ésta resulta demasiado esquemática como para llegar a interesarnos. Tanto el crimen como las investigaciones o la posible implicación de Kay, sobre la que se siembra la duda de manera un tanto pueril, son meros clichés que no alcanzan en ningún momento una entidad suficiente como para lograr implicarnos realmente en el tema. La sucesión de muchas escenas un tanto vacías unidas a una duración a todas luces excesiva de la película hacen que ésta caiga a menudo en momentos de claro bajón, con el aburrimiento y cierto cansancio campando a sus anchas.
Si la trama del asesinato es muy superficial (y no digamos ya el desenlace, de traca), lo mismo sucede con los personajes, apenas esbozados y reducidos a un esquema de lo más sencillo. Para colmo, los diálogos resultan como mínimo confusos, a veces pretenciosos, y ni acercan a los protagonistas al espectador ni ahondan en su problemática. Se quedan en un juego pretencioso no muy eficaz.
Al final, me da la impresión de que Schrader se dejó llevar por un planteamiento donde primaban las apariencias por encima de todo: un protagonista atractivo, ropas de lujo, coches de alta gama, música de moda, decorados suntuosos, erotismo calculado, un ambiente de alta sociedad tan estudiado como artificioso donde los personajes son un elemento más del ambiente chic y refinado, pero sin que cuenten realmente como personas de carne y hueso, sino como clichés de un enorme montaje más próximo a un video clip de más de dos horas. Todo tan medido y calculado como manipulador y vacío de contenido.
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