jueves, 22 de abril de 2010

Perdición



Perdición (Billy Wilder, 1944) es un magnífico ejemplo de ese cine negro clásico norteamericano plagado de imágenes portentosas, diálogos cautivadores y una puesta en escena soberbia.

Basada en una novela de James M. Cain, el propio director y el novelista Raymond Chandler elaboraron un guión maravilloso, cargado de esa extraña poesía o lirismo de las historias de crímenes donde la avaricia y la pasión se combinan a partes iguales en unos personajes dramáticos abocados, lo sabemos desde el principio, a la perdición.

El film es un largo flash back del protagonista, un gris empleado de seguros (Fred MacMurray) contando y confesando todo lo sucedido a partir del día en que conoció a una seductora y fría mujer (Barbara Stanwyck), por la que siente una inmediata atracción. Ella lo va llevando a su terreno y termina por convencerle de lo sencillo que sería asesinar a su esposo y cobrar una apetitosa prima de un seguro que él le debe hacer firmar. La mezcla de ambición y deseo son demasiado fuertes para resistirse.

El retrato de los dos protagonistas, con sus pasiones y sus recelos, su amor y al tiempo su desprecio es, sin duda, lo mejor de la película. Fred MacMurray está soberbio y el personaje que encarna Barbara Stanwyck la colocan en la cima de las mujeres perversas del cine negro. Al lado, el magnífico Edward G. Robinson, el investigador de la compañía de seguros, que se huele el fraude desde el principio, pero cuya devoción por su amigo le impide ver la triste verdad en toda su extensión.

Soberbias la puesta en escena y la fotografía en blanco y negro plagada de sombras; soberbios unos diálogos para enmarcar. El talento de Billy Wilder tras la cámara hace el resto: un film enorme, lleno de ese encanto tan peculiar del género y con ese romanticismo de las historias de perdedores.

No hay comentarios:

Publicar un comentario