miércoles, 5 de mayo de 2010
El hombre de Laramie
Dirección: Anthony Mann.
Guión: Philip Yordan y Frank Burt.
Música: George Duning.
Fotografía: Charles Lang Jr.
Reparto: James Stewart, Arthur Kennedy, Donald Crisp, Cathy O'Donnell, Aline MacMahon, Wallace Ford, Alex Nicol, John War Eagle, Jack Elam.
El hombre de Laramie (1955) supuso el fin de la colaboración de James Stewart con el director. Colaboración que sirvió al actor para relanzar su carrera tras la II Guerra Mundial, cambiando su registro de hombre sencillo y amable por el de personajes más profundos y angustiados.
Will Lockhart (James Stewart), un ex capitán del ejército que llega a Coronado (Nuevo México) desde Laramie para investigar quién suministra rifles automáticos a los indios apaches, indios que hace poco tendieron una emboscada a una patrulla de la caballería y masacraron, entre otros, a su hermano.
El hombre de Laramie es una buena película que, sin embargo, presente algunos detalles desconcertantes en su guión, escrito por Philip Yordan (Johnny Guitar) y Frank Burt a partir de una obra de Thomas T. Flynn. Uno de los detalles extraños es que en un momento de la película parece que Arthur Kennedy y Cathy O'Donnell van a celebrar su boda pero, luego, durante el resto de la película nada hace suponer que estén casados y Cathy y James Stewart refuerzan su romance. Tampoco el tema de la venta de rifles a los indios está del todo clara. Arthur Kennedy le reprocha al estúpido hijo del terrateniente (Alex Nicol) que es una locura entregar los rifles a los indios y luego se descubre que es él quién había organizado el trato con los apaches. Hay también un personaje curioso, el borracho que sigue a James Stewart a caballo y luego intenta asesinarlo y que no se explica bien su razón de ser, lo mismo que el indio que trabaja para Cathy O'Donnell, personaje misterioso que desaparece de la historia sin más. Es como si el argumento hubiese sido cortado bruscamente durante el montaje y hubieran quedado flecos sin corregir.
Son detalles que no empañan del todo un buen film, con un ritmo pausado pero con instantes de una gran intensidad, como el momento en que arrastran por el suelo a James Stewart o cuando le disparan en la mano. Al filo de esto, destacar la gran interpretación de este magnífico actor, capaz de cambiar de registro de una manera asombrosa.
Lo más interesante de la película, pues la búsqueda del que trafica con los indios es sólo la disculpa, son las relaciones entre todos los personajes, en especial la que se libra entre el rico ganadero (Donald Crisp) y su hijo y el capataz (Arthur Kennedy). Y, claro está, la manera elegante y sobria del director para dar forma a esta historia, que aspiraba a ser algo más que excelentes paisajes y luchas espectaculares.
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