jueves, 5 de agosto de 2010
El mago de Oz
El mago de Oz (Victor Fleming, 1939) es uno de esos títulos que arrastran tanta fama detrás de ellos que uno se siente obligado a verlos, aunque con cierto temor a que tantas expectativas creadas se vean defraudadas.
La película, basada en "El maravilloso mago de Oz", novela de L. Frank Baum, es un brillante musical desarrollado sobre un cuento infantil bastante simplón y un tanto decepcionante. La pequeña Dorothy (Judy Garland) es arrancada de su hogar en Kansas, junto a su perro Toto, por un tornado que la lleva al País de Oz. Ayudada por el Hada Buena del Norte (Billie Burke), Dorothy echa a andar hacia la Ciudad Esmeralda en busca del mago de Oz, para que la ayude a volver a su hogar. Por el camino irá haciendo amigos: un espantapájaros (Ray Bolger), un hombre de hojalata (Jack Haley) y un león cobarde (Bert Lahr). En realidad, todo ello no es sino un sueño de Dorothy en el que transforma a las personas de su entorno en personajes de ese extraño universo soñado.
La fuerza de El mago de Oz reside evidentemente en los números musicales, con temas tan brillantes e inolvidables como "Over the Rainbow", ganadora del Oscar a la mejor canción, "If I only had a Brain" o "Off to see the Wizard". El otro Oscar que ganó la película se debe precisamente a la banda sonora. El tema de las coreografías y el uso del color, así como la fantástica ambientación en un país imaginario ya es harina de otro costal. Es cierto que sobre gustos no se puede decir nada, así que ésto es sólo mi opinión personal y que consiste en que en general detesto el tono chillón del País de Oz y lo que ya no soporto en absoluto son esos seres escalofriantes llamados Munchkins.
Como decía, bajo esas brillantes canciones se desarrolla un cuento un tanto ingenuo y no demasiado brillante y con un desenlace decepcionante. Se nota en exceso el efecto demoledor del paso del tiempo y la historia peca de una simpleza que no está a la altura de la música.
Sobrevuela la película, además, un aroma a cursilería bastante repelente, que se refleja a su vez en unas interpretaciones asentadas en la exageración y la gesticulación desproporcionada.
La película catapultó a la fama a la talentosa Judy Garland. El rodaje no fue sencillo y parece ser que, además de Victor Fleming, acreditado como director de la cinta, participaron también Richard Thorpe, George Cukor y King Vidor. Finalmente será el pase por televisión, a partir de la década de los 50, lo que serviría para asentar su fama y convertir a esta cinta en un clásico del musical.
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