sábado, 9 de marzo de 2013
Mi gran boda griega
Dirección: Joel Zwick.
Guión: Nia Vardalos.
Música: Chris Wilson & Alexander Janko.
Fotografía: Jeffrey Jur.
Reparto: Nia Vardalos, John Corbett, Michael Constantine, Laine Kazan, Andrea Martin, Joey Fatone, Christina Eleusiniotis, Kaylee Vieira, Louis Mandylor, Jayne Eastwood.
Los padres de Toula Portokalos (Nia Vardalos) están preocupados por su hija, que a sus treinta años sigue soltera. Para ellos, la mayor alegría sería casarla con un joven griego para seguir con la tradición familiar, de ahí la sorpresa cuando Toula les confiese que está enamorada de Ian Miller (John Corbett), el cuál no tiene absolutamente nada de griego.
Mi gran boda griega (2002), un film modesto del llamado cine independiente, fue la gran sorpresa en el año de su estreno, con unas críticas bastante buenas y una gran aceptación por parte del público. Contra todo pronóstico, la película se encaramó al primer puesto de las comedias más taquilleras de la historia del cine norteamericano.
Sin embargo, este inesperado éxito no se corresponde, desde mi punto de vista, con lo que la película nos ofrece. Sinceramente, a mitad de la misma estuve a punto de rendirme y dejar de verla. Me cuesta bastante entender los méritos de esta comedia que se va desinflando poco a poco hasta llegar a resultar cansina e insípida.
El arranque de Mi gran boda griega es, sin embargo, un tanto esperanzador. Cuando la protagonista comienza a recordar su infancia asistimos sin duda a los mejores momentos de la película, con un humor fresco y algunos detalles bastante logrados. Por desgracia, este prólogo dura lo justo que debe durar un prólogo y en cuanto volvemos al presente la película empieza a peder gas. Aún así, en la primera parte conservamos la incertidumbre de por dónde va a discurrir la historia, si bien el argumento comienza a definirse y empezamos a adivinar que se trata de una variación de la historia del patito feo, que acabará logrando hacer realidad sus sueños de ser feliz. Pero, como decía, aún reina algo de incertidumbre sobre lo que puede ofrecernos la película y es ésto lo que nos mantiene frente a la pantalla.
Por desgracia, el argumento se va volviendo más previsible a medida que pasan los minutos y vamos comprendiendo con desagrado y con pena que la historia no guarda ya ninguna sorpresa. Lo que nos espera es una historia demasiado vista ya y, además, contada con escaso sentido del humor. Así que en cuanto Toula e Ian se enamoran, lo cuál tampoco resulta medianamente convincente, se puede decir que se terminó lo que se daba. El guión se vuelve rutinario, explotando los tópicos sobre las peculiaridades de la familia griega de la novia, y comienzan a sucederse los chistes sin gracia y las situaciones más clásicas de este tipo de planteamientos donde el novio, en principio, no es bien aceptado por la familia de la novia. Pero incluso este detalle tampoco es explotado convenientemente: no hay conflicto alguno y pronto la oposición inicial se va diluyendo sin hacer el mínimo ruido.
Y lo que es peor aún, el ritmo de la película decae estrepitosamente y las escenas comienzan a hacerse pesadas, sin chispa, sin un desarrollo ágil, con la sensación de que se han quedado a medias, desangeladas. A veces parece como si los actores no supieran realmente como continuar en medio de una escena. La constante repetición por parte de Toula de un gesto de sorpresa parece ser el espejo en que nos podríamos mirar los espectadores.
Quizá lo mejor de todo sea un reparto bastante convincente, con actores de poco nombre pero que dan la talla con nota, especialmente Nia Vardalos, autora de un guión que parece ser que se basa en su propia infancia, y Michael Constantine y Laine Kazan en el papel de sus padres. Pienso que sin hacer un trabajo memorable, bastante mérito tienen intantando dar vida a unos personajes muy esquemáticos y a unos diálogos banales y muy poco originales.
La verdad es que me cuesta entender el porqué esta película tuvo tan buena acogida de crítica y público. Es de esos casos en que uno podría plantearse si el raro puede que sea yo. Pero sin duda no lo creo. Pienso que el éxito de Mi gran boda griega no es más que un gran golpe de suerte, pero no tengo duda de que el paso de los años terminará por poner a esta película en su justo lugar, que no es otro que el de las comedias vulgares.
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