martes, 7 de octubre de 2014
La vida privada de Elizabeth y Essex
Dirección: Michael Curtiz.
Guión: Norman Reilly Raine & Aeneas MacKenzie (Obra: Maxwell Anderson).
Música: Erich Wolfgang Korngold.
Fotografía: Sol Polito & W. Howard Green.
Reparto: Bette Davis, Errol Flynn, Olivia de Havilland, Donald Crisp, Vincent Price, Henry Daniell, Alan Hale, Leo G. Carroll, Robert Warwick, Nanette Fabray.
Año 1596, el Conde de Essex (Errol Flynn) llega victorioso a Londres tras derrotar a los españoles en Cádiz, siendo aclamado por la población como un héroe. Sin embargo, para la reina Elizabeth I su ansia de gloria ha causado un grave quebranto a las arcas públicas. A pesar de amarlo, Elizabeth no duda en humillarlo en público.
La vida privada de Elizabeth y Essex (1939) se corresponde a la época dorada de Hollywood, donde este tipo de films, entre grandiosos y pretenciosos, estaban a la orden del día. Fue la Warner la encargada de hacer esta supuesta recreación histórica de los amoríos de la magnífica Isabel I y uno de sus nobles. Como corresponde al tema y a los personajes, el film pretendía ser un acontecimiento impresionante.
Básicamente, la película es un film romántico, un drama romántico más bien. Eso sí, con el añadido de retratar personajes históricos. Está claro que las licencias argumentales han de ser numerosas, por lo que la historia ha de analizarse como ficción más que como recreación histórica. Eso sí, todo con la aparatosidad y grandilocuencia de los personajes históricos de la cinta y el sentido del espectáculo de la época. Los amores reales han de ser presentados con la fuerza arrolladora de una pasión desmedida, casi incontrolable.
Es evidente que la película acusa el paso de los años, sobre todo en cuanto a decorados y transparencias. Pero salvando esas limitaciones técnicas, La vida privada de Elizabeth y Essex aún conserva cierto encanto y una grandeza incuestionable.
Grandeza que se percibe en primer lugar en el reparto. Bette Davis y Errol Flynn eran, en aquellos años, dos de las máximas estrellas del cine americano. Reunirlos bajo la supervisión de Michael Curtiz nos habla de lo ambicioso del proyecto. La pareja protagonista no desprende, eso sí, mucha química, algo que queda más en evidencia en las escasas escenas de Flynn con Olivia de Havilland, donde sí que se nota una mayor compenetración entre ambos. Aún así, es un pacer disfrutar del trabajo de Bette Davis y su aparatoso y maravilloso maquillaje, sin duda genial. A su lado, un Errol Flynn con todo el encanto y la fuerza de uno de los galanes más atractivos del cine. Completan el ambicioso reparto nombres como Donald Crisp o Vincent Price. Sin embargo, la película es enteramente de la pareja protagonista.
En cuanto al tratamiento argumental, una de las pegas que se le puede hacer a la película es que abusa de los diálogos y una escasez de variaciones en los decorados. Con ello, el ritmo es cansino, con una sobredosis de diálogos ampulosos y aparatosos. Pero es que la historia, como decíamos, es el romance entre la reina y su caballero, con lo que no tenemos escenas de acción ni casi ningún otro detalle que aligere el tema principal. Y por ahí es por donde La vida privada de Elizabeth y Essex hace aguas. El romance de la reina y Essex no termina de cuajar, con comportamientos un tanto infantiles en algunos instantes. Resulta difícil escuchar algunas conversaciones sin que nos aparezca una sonrisa de incredulidad en los labios. También algunos detalles de su comportamiento rebelan una ingenuidad que no casa muy bien con su posición. Incluso el desenlace parece algo precipitado y un tanto radical, al menos tal y cómo se desarrolla ante nuestros ojos. Sin embargo, al final de la película se muestran más claramente las ambiciones y los miedos de los amantes, con lo que queda mejor explicado su agitado romance, aunque quizá sea ya demasiado tarde.
Además, en general, uno tiene la impresión que el guión se centró en exceso en la historia de amor de los protagonistas, descuidando quizá el resto de personajes e intrigas palaciegas, que se quedan en meros decorados sin un desarrollo pleno.
La fotografía y la música, muy del estilo de aquella época, refuerzan esa impresión de grandiosidad del proyecto, que refuerzan el vestuario y los decorados.
La vida privada de Elizabeth y Essex no alcanza el grandísimo nivel de otros films históricos de la época. Aún así, tiene el encanto de una manera de hacer cine que hoy resulta algo ingénua, pero que aún nos deja con la boca abierta en cuanto a aparatosidad y encanto. Además, disfrutar de Bette Davis y Errol Flynn ya justifica ver esta película.
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