martes, 13 de diciembre de 2016
Shutter Island
Dirección: Martin Scorsese.
Guión: Laeta Kalogridis (Novela: Dennis Lehane).
Música: Robbie Robertson.
Fotografía: Robert Richardson.
Reparto: Leonardo DiCaprio, Mark Ruffalo, Ben Kingsley, Emily Mortimer, Michelle Williams, Patricia Clarkson, Max von Sydow, Jackie Earle Haley, Elias Koteas.
En 1954, los agentes judiciales Teddy Daniels (Leonardo DiCaprio) y Chuck Aule (Mark Ruffalo) acuden a una remota isla, sede de un centro psiquiátrico para dementes peligrosos, para investigar la misteriosa desaparición de una paciente.
Es complicado hacer una crítica equilibrada de Shutter Island (2010), pues Martin Scorsese demuestra que es capaz de mantenernos en vilo durante gran parte del film, al tiempo que el desenlace es como un jarro de agua fría que te deja, pues eso, helado.
El film tiene un comienzo prometedor, con una isla alejada del mundo que, más que un centro psiquiátrico, da la impresión de ser más un centro de alta seguridad con unos guardias que dan más miedo que los pacientes. Scorsese maneja con habilidad estos primeros minutos metiéndonos el miedo en el cuerpo con el sombrío lugar y también dejando entrever que el agente Daniels arrastra un pasado que parece que no le va a dejar en paz.
Y con estas dos premisas, la película sigue subiendo en intensidad, con detalles del centro desconcertantes y las más que justificadas dudas de Daniels sobre lo que se oculta allí; al tiempo que los indicios sobre los problemas mentales del agente se van convirtiendo en certezas, con pesadillas cada vez más vívidas y más escalofriantes. Y además, se introduce un nuevo elemento inquietante: ¿está Daniels siendo drogado por el director del centro, Cawley (Ben Kingsley) o en realidad su salud mental empieza a peligrar?
Y todo ello filmado con gran acierto por Scorsese, apoyado en una banda sonora inquietante y unos decorados sombríos, claustrofóbicos y amenazadores. Sin duda, la película camina con firmeza y nos mantiene en alerta máxima y con la cabeza barajando todas las posibilidades que se insinúan.
Pero aparte de la estupenda puesta en escena, Scorsese cuenta con la ayuda inestimable de Leonardo DiCaprio, con una interpretación magistral, llena de matices, angustiada y angustiosa; pero también me gustaría resaltar el trabajo de Ben Kingsley, grandísimo actor cuya sola presencia provoca un mar de dudas y la promesa de no sé que peligros, pues su fisonomía por sí sola ya es suficiente para crear un gran desasosiego e infinidad de dudas sobre su personaje. Su elección para el papel de director del Psiquiátrico me parece de los más acertada.
El problema viene cuando el guión desvela sus cartas y nos descubre la verdad al desnudo. Y sucede entonces que comprendemos las trampas del argumento, la gran mentira en que se ha basado todo lo visto hasta ese momento. Y nos damos cuenta que nada en la historia tiene mucho sentido y no admite un mínimo análisis lógico. Todo ha sido como un juego, un engaño tramado para crear una intriga irreal y muy poco creíble. Es más, el desenlace podría haber sido cualquier otro, cualquier disparate que se les hubiera ocurrido, hasta el sueño de un domador de elefantes de resaca.
¿Es suficiente la más de hora y media de suspense logrado por Scorsese hasta el momento en que descubre su juego para perdonar el despropósito del final? Aquí cada uno valorará la película de diferente manera. Por mi parte, creo que el planteamiento inicial y las dosis de intriga y miedo tan hábilmente planificadas se merecían un desenlace mucho más digno. No vale cualquier cosa. Se podría haber sido mucho más serio. Así que me quedo con una sensación agridulce y cierto enfado por lo que pudo ser y se quedó medias.
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