lunes, 8 de enero de 2018
Han hecho de mí un criminal
Dirección: Busby Berkeley.
Guión: Sig Herzig (Novela: Bertram Millhauser y Beulah Marie Dix.
Música: Max Steiner.
Fotografía: James Wong Howe.
Reparto: John Garfield, Claude Rains, Ann Sheridan, May Robson, Gloria Dickson, Billy Halop, Bobby Jordan, Leo Gorcey, Huntz Hall, Gabriel Dell, Bernard Punsley, Ward Bond.
Johnnie Bradfield (John Garfield) acaba de proclamarse campeón del mundo de boxeo. Cuando está celebrando el título, un periodista descubre que su imagen pública no es más que una mentira urdida por el propio boxeador. El manager de Bradfield, para evitar que el periodista cuente la verdad, lo golpea, matándolo accidentalmente. Presa del pánico, decide culpar a su boxeador.
Los inicios del séptimo arte fueron un tanto balbuceantes, como un niño que aprende a caminar. El cine tenía que ir encontrando su camino, asentando sus reglas, descubriendo su propio lenguaje. Pero el público también iba creciendo a su lado, madurando a su vez. De ahí que muchas películas de esos primeros años de desarrollo puedan parecernos ahora un tanto elementales, simples e ingenuas. Y esa es la principal impresión que produce Han hecho de mí un criminal (1939), con una trama bastante elemental, personajes definidos muy básicamente y un desarrollo lineal, sin complicaciones.
La película, que puede encuadrarse dentro del cine negro, es como un cuento con moraleja de cómo un boxeador un tanto cínico y mentiroso acabará redimiéndose cuando entra en contacto con gente buena, ante la cuál descubrirá que sus mentiras no tienen en realidad ningún sentido y aprenderá a sacrificarse por los demás.
Han hecho de mí un criminal tiene el encanto de las cosas simples, de lo ingenuo. Si bien es evidente que se trata de un film que ha envejecido bastante. Incluso el argumento tiene algunos momentos extraños, algunos incluso hasta cómicos sin pretenderlo, en base a esa ingenuidad a la que me refería y que da lugar a situaciones bastante ridículas, como el que Johnnie pretenda que el policía Phelan (Claude Rains) no lo reconozca sencillamente cambiando su manera de boxear.
Hasta el desenlace parece un tanto extraño y sin duda precipitado y no escapa a esa simplicidad que está en la esencia de la película.
Entre los actores, destacar a los Dead End Kids (aparecen así en los títulos de crédito incluso), que eran un grupo de jóvenes actores que habían debutado en la obra de teatro Dead End de 1935 con tanto éxito que Samuel Goldwyng, en 1937, decidió llevárselos a Hollywood, donde aparecerían en muchas películas y hasta series. John Garfield, el protagonista principal, uno de los tipos duros de entonces, había sido boxeador en sus años de juventud. Destacar también la presencia de Claude Rains, un secundario de lujo que en esta ocasión sobre actúa en exceso.
A pesar de los estragos del tiempo, que dejan en evidencia sus limitaciones argumentales y narrativas, Han hecho de mí un criminal es un film bastante digno, con el encanto que tienen las películas antiguas hoy en día. Sin duda no defraudará a los amantes del cine clásico.
La película es un remake de Su última pelea (Archie Mayo, 1933).
No hay comentarios:
Publicar un comentario