martes, 9 de enero de 2018
La vía láctea
Dirección: Leo McCarey.
Guión: Grover Jones, Frank Butler y Richard Connell (Obra: Lyn Root y Harry Clork).
Música: Tom Satterfield y Victor Young.
Fotografía: Alfred Gilks.
Reparto: Harold Lloyd, Adolphe Menjou, Helen Mack, Verree Teasdale, Lionel Stander, William Gargan, George Barbier, Dorothy Wilson, Marjorie Gateson, Charles Lane.
En una pelea por defender a su hermana, un repartidor de leche, Burleigh Sullivan (Harold Lloyd), derriba a todo un campeón de boxeo (William Gargan). Al ver peligrar la reputación del púgil, su manager Gabby Sloan (Adolphe Menjou) intenta sacar partido de la situación.
Harold Lloyd fue uno de los pioneros del cine cómico, por los años veinte del pasado siglo, a la par que Charles Chaplin o Buster Keaton. Era la época gloriosa del cine mudo, de los gags visuales. En este terreno, Lloyd estaba a la altura de Chaplin.
Sin embargo, la llegada del sonoro obligó a Harold Lloyd a intentar adaptarse a la nueva moda y su cine ya no fue el mismo. Y de este momento de su carrera es La vía láctea (1936), su penúltimo film antes de decidir retirarse, con tan solo 45 años, al comprobar que no era capaz de repetir los éxitos de la década anterior.
Y en efecto, La vía láctea es una comedia bastante elaborada, un tanto alocada, con cierta ambición que, sin embargo, me parece bastante fallida. Para empezar, Harold Lloyd carece de carisma; su personaje, un humilde lechero algo torpe, más que despertar compasión en nosotros nos produce cierto rechazo. Puede que por ese aire relamido, demasiado pulcro que no casa muy bien con el personaje que quiere representar. Tampoco los chistes y los gags resultan demasiado convincentes. La mayoría de ellos son ciertamente pueriles o incluso ridículos. Los mejores chistes da la impresión que son aquellos que parecen surgir casi inesperadamente, sin querer.
Quizá el problema principal de La vía láctea, a parte de la falta de simpatía que produce Lloyd, es el tono decididamente infantil de la historia. Es cierto que se trata de una comedia, que no debemos tomarla demasiado en serio, pero los personajes resultan tan ridículos que cuesta meterse en situación.
Por suerte, contamos con la presencia de Adolphe Menjou, cuyo personaje de empresario avispado y tramposo es de lo mejor de la película, un charlatán con aires de grandeza al que no le sale nada bien. Y también me gustó Anne, interpretada por Verree Teasdale, esposa de Menjou en la vida real, quizá el personaje más interesante de la historia, de donde salen las mejores y más ácidas réplicas.
Sin embargo, en su conjunto, La vía láctea me pareció un film demasiado infantil, con poca gracia e incluso algo inconexo en su argumento, con las dos historias de amor un tanto forzadas y que no llegan a aportar nada realmente.
Queda pues como una curiosidad, un momento de la historia del cine y el fin de la carrera de Harold Lloyd, incapaz de adaptar su humor al cine sonoro.
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