domingo, 12 de agosto de 2018
Siete años en el Tíbet
Dirección: Jean-Jacques Annaud.
Guión: Becky johnson (Biografía: Heinrich Harrer).
Música: John Williams.
Fotografía: Robert Fraisse.
Reparto: Brad Pitt, David Thewlis, B.D. Wong, Lhakpa Tsamchoe, Jetsun Pema, Jamtsho Wangchuk, Mako, Ric Young, Danny Denzongpa, Victor Wong, Ingeborga Dapkunaite.
Heinrich Harter (Brad Pitt), un famoso alpinista austriaco, parte en 1939 hacia el Himalaya con la idea de coronar el Nanga Parbat. Sin embargo, el comienzo de la Segunda Guerra Mundial echará por tierra sus planes.
El cine como espectáculo siempre ha tenido un hueco en la industria. Supongo que responde a la ambición del director o los productores de turno de buscar el asombro y el reconocimiento sin reservas. Y, en general, son las películas con tramas históricas las que más han generado este tipo de espectáculos. Basta recordar Lawrence de Arabia (1962) o Doctor Zhivago (1965), ambas de David Lean o, más recientemente, Gandhi (Richard Attenborough, 1982) o El último emperador (Bernardo Bertolucci, 1987), por poner algunos ejemplos.
El principal problema de este tipo de películas es conseguir el equilibrio entre la ambición formal, que suele ir acompañada de una gran duración, y el mensaje. En general, pocas veces se consigue y siempre tenemos la sensación de que la forma termina devorando el contenido. La gran excepción a esta constatación la encuentro en el anteriormente citado David Lean, capaz de darle a sus películas una intensidad dramática y emocional más grande aún que su incuestionable belleza plástica.
Siete años en el Tíbet, por desgracia, no escapa a este fallo en el que la ambición formal no consigue igual equiparación en cuanto al mensaje que se quiere trasmitir. En este caso, la redención del protagonista, un hombre egoísta y egocéntrico, cercano al movimiento nazi, si bien este detalle está tratado con cierto distanciamiento, y al que su experiencia en el Tíbet, que además fue real, pues la película se basa en la biografía escrita por el propio Harrer, le acaba cambiando la vida, en contacto con el budismo y un joven Dalai Lama al que enseña detalles mundanos y del que aprende las esencias de la vida.
El proyecto es ambicioso, como le gusta al director francés, pero cae también en lo que suelen ser sus típicos errores: un cuidado exquisito de las formas, pero un mensaje envarado, un tanto trivial incluso, y que no tiene la entidad suficiente como para elevar el ejercicio técnico en algo más convincente, emocionante, directo. Y eso que el el contraste entre la manera de ver el mundo de occidente y la espiritualidad del budismo era una oportunidad única para ahondar en esas diferencias y ofrecer un relato intenso y hermoso. Pero el director, incomprensiblemente, deja escapar esta oportunidad. Las referencias a la filosofía budista son escasas y casi siempre parecen más decorativas que otra cosa.
Algunos tachan al film de lento. Discrepo. Es un film largo, que es distinto. Pero hemos de reconocer que al menos en cuanto a ritmo, Annaud es un director solvente, que mantiene el pulso de la historia y no deja que en ningún momento caiga en tiempos muertos. Pero una cosa es lograr esa agilidad y otra emocionarnos con las aventuras del protagonista, interpretado por Brad Pitt con buenas maneras, pero sin más. Y es aquí donde el director fracasa, porque al final, si soy sincero, en muy pocos momentos de la película, quizá en ninguno, he sentido verdadera emoción. Puede que por la frialdad con la que está contada la historia, puede que por falta de empatía con el personaje, que comienza resultando un tanto antipático, pero el caso es que la clave de un film de estas características debe ser trasmitirnos algo de emoción, cautivarnos, hacer que nos metamos en los zapatos del protagonista. Y esto el director nunca lo consigue.
Lo que finalmente nos queda entre las manos en un film cuidadoso con la puesta en escena, con algunos paisajes realmente hermosos, con algunos elementos históricos que forman el armazón del relato, aunque sin que se entre de lleno en ellos, con una bonita fotografía y banda sonora... y una ambición por encima de sus posibilidades.
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