sábado, 12 de junio de 2010
El caso Bourne
Un hombre es encontrado flotando a la deriva por un barco de pesca. Está herido en la espalda por dos disparos y carece de cualquier documentación. Cuando se recupera, descubre que también ha perdido la memoria y no sabe ni su nombre. Un número de una caja de seguridad de un banco de Suiza, grabado en su cadera, es la única pista que tiene para poder intentar descubrir algo de su personalidad o de su pasado.
La verdad es que el arranque de El caso Bourne (Doug Liman, 2002), primera película de una trilogía, no puede ser mejor. De entrada se plantean ya múltiples interrogantes y nos situamos al mismo nivel que el protagonista, ansiosos por conocer algo más sobre su persona y más cuando, poco a poco, descubrimos sus fantásticas habilidades para la lucha o su dominio de varios idiomas, lo cuál aumenta más nuestro interés por saber algo más de este personaje. A partir de aquí, la película entra en una dinámica que no da respiro, en una de las películas de espionaje más logradas de los últimos años. Basada en el libro "Identidad desconocida", de Robert Ludlum, Doug Liman ha sabido darle a la historia un ritmo frenético que nos atrapa y no nos suelta durante la totalidad de la película. Porque el mérito del guión reside también en que, a pesar de contar con elementos comunes muy vistos ya, como el encuentro y posterior relación sentimental del protagonista con la chica de turno o las persecuciones en coche a ritmo frenético, presenta una historia que resulta en todo momento bastante impredecible y consigue hacerse creíble, cosa que no sucede a menudo con este tipo de argumentos. Con ésto, la intriga y la emoción están garantizadas. Además, Liman hace un trabajo excelente, en especial en las escenas de acción, perfectamente filmadas y cargadas de adrenalina, además de narrar con sencillez la historia, de manera comprensible y cautivadora.
Otro de los aciertos de la película es el eficaz trabajo de Matt Damon, perfecto en su papel. Su presencia ya resulta muy convincente, con un físico atractivo y fuerte, y sabe trasmitir la angustia y cierto miedo de su situación. A parte, las escenas de acción están resueltas de maravilla, con un estilo de lucha muy convincente y además espectacular. El resto del reparto funciona también de maravilla: Franka Potente nos trasmite admirablemente sus miedos y su fascinación por un hombre a todas luces excepcional y los malos de turno también son de lo más convincente, como un inquietante Clive Owen, Brian Cox o Chris Cooper.
El resultado final es una película que se pasa volando, que tiene el acierto de no caer en lo ridículo o lo exagerado; que, a pesar de centrarse en la acción y la intriga, logra un acercamiento bastante humano a los personajes, con lo que consigue nuestra implicación más allá del mero pasatiempo intrascendente.
Un film que, en definitiva, reivindica el buen cine de acción, el que se hace cuidando todos los detalles y respetando las más elementales reglas del juego.
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