El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 6 de julio de 2025

Suite francesa



Dirección: Saul Dibb.

Guión: Matt Charman y Saul Dibb (Novela: Irène Némirovsky).

Música: Rael Jones.

Fotografía: Eduard Grau.

Reparto: Michelle Williams, Matthias Schoenaerts, Kristin Scott Thomas, Sam Riley, Margot Robbie, Ruth Wilson, Alexandra María Lara, Tom Schilling, Eileen Atkins, Lambert Wilson. 

En 1940, durante al ocupación alemana de Francia, Lucile Angellier (Michelle Williams) se enamora del oficial alemán Bruno von Falk (Matthias Schoenaerts), al que han de alojar forzosamente en la casa propiedad de su suegra (Kristin Scott Thomas).

Suite francesa (2014) está basada en una obra de una escritora que vivió y padeció durante la Segunda Guerra Mundial y cuya hija logró que se publicara su manuscrito mucho tiempo después de la muerte de la autora en Auschwitz. Con estos antecedentes, era lógico que la novela fuera llevada al cine.

La producción de Suite francesa se percibe como ambiciosa desde el mismo comienzo, advirtiéndose los esfuerzos por darle a la obra todo el empaque necesario, con una buena ambientación, una fotografía hermosa y un reparto donde sobresale el nombre de Kristin Scott Thomas junto a Margot Robbie o Lambert Wilson.

Y aquí se terminan los halagos pues, por desgracia, Suite francesa termina siendo un relato tan frío que nos deja casi indiferentes. Y eso es un problema en cualquier tipo de película, pero si estamos ante un drama romántico en plena guerra, con el problema de enamorarse de un enemigo, con el conflicto íntimo y social que ello supone, es gravísimo que el guión no sea capaz de conmovernos un poquito siquiera.

La culpa es que no hay nada en la película que traspase la pantalla. El enamoramiento entre Lucile y Bruno no está bien planteado, brota casi espontáneamente, sin que sintamos el proceso que los lleva a amarse. Y eso en parte porque el guión no logra mostrarnos en profundidad a ninguno de los amantes, solo nos ofrece detalles, sin alcanzar el alma de ambos. Por eso no nos implicamos en sus problemas ni en su pasión, que además se queda reducida a muy poca cosa: un par de besos y unas conversaciones bastante superficiales.

Y lo mismo que sucede con el amor entre los protagonistas pasa también con el conflicto bélico. La ocupación alemana del pequeño pueblo donde viven Lucile y su suegra ofrece muchas posibilidades dramáticas pero, de nuevo, el guión no es capaz de contarlas con la fuerza suficiente para emocionarnos. Ni en los momentos más cruciales sentimos que se nos acelere el pulso.

Es una pena constatar una vez más como el cine actual, impecable en los apartados técnicos, es incapaz de crear verdaderas historias con alma, limitándose, como en este caso, a un relato bien construido y contado pero que carece de profundidad, de sensibilidad y talento. 

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