El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 19 de mayo de 2020

Ruta suicida



Dirección: Clint Eastwood.
Guión: Michael Butler y Dennis Shryack.
Música: Jerry Fielding.
Fotografía: Rexford L. Metz.
Reparto: Clint Eastwood, Sondra Locke, Pat Hingle, William Prince, Bill McKinney, Michael Cavannaugh, Carole Cook.

Ben Shockley (Clint Eastwood), policía de Phoenix demasiado aficionado al alcohol, debe viajar a Las Vegas para recoger a un detenido y traerlo de vuelta a Arizona para comparecer como testigo en un juicio.

Los inicios de Clint Eastwood en el cine, tanto como actor y director, no fueron especialmente brillantes. Afortunadamente, con el tiempo ha ido ganando experiencia hasta convertirse en un buen actor y un director de talento. Ruta suicida (1977) está ubicada en esos comienzos un tanto balbuceantes y contiene algunos aciertos en medio de una producción no muy afortunada.

Uno de los elementos menos logrados de la película es el guión, lo que provoca la debilidad total de la cinta. Sin una buena historia detrás, el interés y la credibilidad de situaciones y personajes se resiente inevitablemente.

El policía aficionado a la bebida y con su vida personal y profesional bajo mínimos está demasiado vista para resultar sorprendente. Eso sí, el guión añade un punto interesante sobre Ben Shockley: es tonto; tiene que ser "Gus" Mally (Sondra Locke), la prostituta que escolta hasta Phoenix, quien le abra los ojos acerca de quién le está tendiendo una trampa y por qué lo eligieron precisamente a él para ese trabajo.

Junto al tópico del personaje de Eastwood, el guión tampoco se esmera mucho en construir la trama, que queda reducida a lo más básico. El interés, por lo tanto, parece centrarse en dos elementos: el peligroso viaje de los protagonistas, que da lugar a múltiples escenas de acción, y el romance entre Ben y "Gus", que tampoco resulta muy novedoso, además de estar planteado de manera tan simple que no parece ni un romance, sino más bien que el enamoramiento de los protagonistas es algo que sucede casi de repente.

Sin embargo, sí que hay algo realmente interesante en Ruta suicida, lo único por lo que merece la pena el film, y es el personaje de la prostituta Mally. Mally no es el típico personaje femenino al que el cine tradicional nos tenía acostumbrados: más o menos pasivo, decorativo y sometido al protagonista varón. Aquí la chica cobra relevancia de verdad, convirtiéndose en un personaje clave, con las mejores frases de la película, llenas de acierto, inteligencia y sentido. Mally es la que le descubre la verdad a Ben, un tanto torpe en sus razonamientos; la que pone en su sitio al policía machista que los lleva a Arizona, dejándolo sin palabras y descubriendo su vileza moral; Mally salva también a Ben cuando está recibiendo una buena paliza y, finalmente, es ella la que toma las riendas del futuro de ambos, asegurándose un buen colchón económico para ellos y proponiéndole a Ben, indirectamente, el matrimonio. Sin duda, un personaje sorprendente y admirable.

Por desgracia, todas las debilidades y simplicidades del guión salen a relucir en el esperpéntico final, que revela por sí solo la escasa elaboración de la historia. Es un desenlace que, violencia a parte, resulta incongruente y terriblemente simplista.

En cuanto a Clint Eastwood, tenemos su faceta de actor, en la cuál sigue en la línea de las películas de esa época: un tipo duro, poco expresivo, pero con esa presencia pétrea que le iba bastante bien a sus personajes. No resulta brillante, pero al menos es convincente. Como director, Eastwood demuestra solvencia en las escenas de acción, filmadas correctamente, aunque tampoco en este apartado destaca especialmente todavía.

Sondra Locke, por entonces pareja sentimental de Clint Eastwood, lo que explica que protagonizara hasta cinco películas dirigidas por él en esos años, sin ser una actriz genial, realiza aquí una gran interpretación, apoyada sin duda en la fuerza de su personaje.

Ruta suicida puede gustar a los incondicionales del director. Pero, siendo sinceros, es un trabajo muy menor dentro de la filmografía de Clint Eastwood. El hecho de que, con los años, Eastwood alcanzara la cima de su profesión no sirve de pretexto para no valorar este film en su justa medida.

domingo, 17 de mayo de 2020

Misión imposible: Protocolo fantasma



Dirección: Brad Bird.
Guión: Josh Appelbaum y André Nemec.
Música: Michael Giacchino.
Fotografía: Robert Elswit.
Reparto: Tom Cruise, Paula Patton, Jeremy Renner, Simon Pegg, Michael Nyqvist, Anil Kapoor, Léa Seydoux, Josh Holloway, Vladimir Mashkov, Tom Wilkinson.

Ethan Hunt ((Tom Cruise), agente del IMF (Fuerzas de Misiones Imposibles), deberá identificar a Cobalto (Michael Nyqvist), un peligroso terrorista que planea lanzar un ataque con misiles que desate una guerra nuclear. Cobalto necesita los codigos de lanzamiento, en poder de una asesina a sueldo que se los robó, tras matarlo, a otro agente del IMF.

Misión Imposible: Protocolo fantasma (2011) es la cuarta entrega de la serie comenzada en 1996 con Misión imposible (Brian De Palma), que se basaba en una exitosa serie homónima de televisión norteamericana emitida entre 1966 y 1973. De la serie televisiva, la cinematográfica retoma la icónica melodía original de Lalo Schifrin, el uso de avanzadas tecnologías, los mensajes que se autodestruyen  o la mecha que va quemándose en los títulos de crédito.

Parece que Tom Cruise se ha agarrado a esta serie para mantenerse en primera línea a pesar del paso de los años, que hacen que su personaje resulte cada vez un poco menos convincente. Es algo similar a Bruce Willis y su papel de John McClane. Se mire como se mire, no deja de ser una mera explotación de la gallina de los huevos de oro, que seguirá en marcha mientras la taquilla no diga basta.

Misión imposible: Protocolo fantasma no deja de ser, por lo tanto, un mero producto prefabricado cuya misión es recaudar lo máximo posible, dentro de esa corriente de Hollywood de explotar sagas de films aportando muy poco en cada nueva entrega. Con esto quiero decir que no debemos esperar un film inteligente, con una trama de espionaje bien estructurada, coherente y apasionante. No se trata de una adaptación de LeCarré, sino de un film más en la línea de la serie de James Bond, donde sinceramente cuesta tomarse en serio a los personajes, sus peripecias y los peligros que los rodean.

Aún así, dentro de este capítulo, hemos de diferenciar los productos bien presentados de los meramente chapuceros y, siendo sinceros, Misión imposible: Protocolo fantasma es una película cuidada hasta el más mínimo detalle; se nota sin duda la abundancia de recursos puestos a disposición del director.

Para empezar, no tendremos un momento de respiro; el film es acción y más acción por sus cuatro costados. He aquí pues un primer elemento a destacar: será imposible aburrirse, encontrar un tiempo muerto. Es un producto de diversión pura y dura, con lo que la intriga, si bien necesaria para dar algo de coherencia y soporte a los que vemos, no deja de quedar en un segundo plano. Es verdad que, bien analizada, resulta un tanto simple y algo grotesca, pero está bastante bien engarzada y permite seguir las aventuras de Ethan y su equipo sin sentirnos del todo engañados.

Pero lo importante es la aventura y hay que reconocer que Brad Bird, que debutaba en un film con humanos (antes había dirigido films de animación), demuestra soltura a la hora de ofrecernos una sucesión de secuencias de acción cada cuál más espectacular, como la de Tom Cruise trepando por el edificio en Dubai, la persecución en plena tormenta de arena o la pelea en el aparcamiento en la parte final. Es cierto que con la teología actual todo parece posible y que cada vez estamos ya más acostumbrados a ver peripecias increíbles, con lo que este derroche de efectos cada vez nos sorprende menos, pero ello no resta méritos al trabajo del director, que consigue transmitir la emoción y el peligro sin perder claridad y ritmo.

Quizá lo menos sólido de la película sea que el guión tan estereotipado, que repite de nuevo una serie de tópicos y lugares comunes de este tipo de producciones, lo que hace que muchos elementos de la historia resulten demasiado trillados, como los personajes con una función meramente cómica; las chicas espectaculares, para añadir unas pequeñas dosis de erotismo; una intriga de la que se adivina fácilmente el desenlace y, por lo tanto, carente de verdadera emoción; y un nulo respeto por la verosimilitud, ya que todo se somete a la necesidad de alimentar el espectáculo, que termina siendo la única finalidad de la película.

En el reparto tenemos a Tom Cruise, productor también, como estrella absoluta. Es cierto que no es el mismo de hace unos años, pero aún puede meterse en la piel de Ethan Hunt sin desentonar. La sorpresa agradable es contar con Jeremy Renner, que parece hecho para papeles de duro y que resulta siempre convincente. Paula Patton y Léa Seydoux aportan las gotas de erotismo indispensables, aunque la primera también resulta muy convincente en su papel de chica de armas tomar.

Misión imposible: Protocolo fantasma es un film pensado para la taquilla, todo funciona de manera precisa, con ritmo, vistosas escenas de acción, dosis de humor y unas pequeñas gotas de intriga. Hemos de reconocer que, como mero pasatiempo, es un film bien construido, aunque dentro de unas pautas tan manoseadas que, en el fondo, no se pierde nada si lo dejamos pasar de largo, pues seguramente ya hemos visto muchas películas del mismo corte.